¿Quién es el verdadero fundamentalista del mercado?

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Insultar hoy en día es muy común. Es mucho más fácil categorizar a alguien, meterlo en la caja intelectual imaginada, que entablar un debate significativo y un intercambio racional honesto. Este modo de actuar está aún más extendido si permite insultos leves, que sugieren falta de visión y de pensamiento crítico. Tal es el caso de la famosa etiqueta de “fundamentalista del mercado”. Aparentemente, quien apoya las soluciones de mercado es un “fundamentalista”, porque no le interesa el razonamiento sensato, sino sólo seguir ciegamente las sugerencias triviales de la aparente “religión” de mercado.

Sin embargo, piénselo un momento. ¿En qué consiste realmente ser un fundamentalista del mercado? Seguramente cualquier fanático de tal etiqueta se lo diría: es una persona que cree que el mercado puede ocuparse de prácticamente todo. Que no hay razón para preocuparse por ningún problema del mundo real a nivel administrativo porque, de alguna manera, las cosas se arreglarían solas espontáneamente sin la interferencia del gobierno. Me parece justo.

Ahora, en contraposición a esto, consideremos algunas de las propuestas estatistas más fuertes en diferentes campos: política monetaria, política fiscal y política laboral.

¿Quién está siendo fundamentalista?
Contemplemos la política fiscal basada en gravar el capital en diversas formas. Los partidarios de cobrar impuestos creen que no son una gran carga para la economía. ¿A quién le importa que unos impuestos elevados reduzcan la cantidad de fondos disponibles? La teoría del mercado le dirá que con los impuestos recaudados, los beneficios no distribuidos se reducen y hay menos dinero para la empresa. Para el partidario de los impuestos altos, eso no debería ser un problema. De alguna manera, la empresa aún se las arreglará para mantener altos niveles de crecimiento económico. Puede seguir cuidando de sí misma, y pueden evitarse las consecuencias potenciales de una menor riqueza social y producción global. ¿No es eso creer firmemente en un potencial asombroso del mercado? ¿Tratar la economía como a prueba de impuestos no es poner demasiada fe en el mecanismo del mercado?

Por desgracia, el mercado no es tan poderoso, a pesar de la fe estatista. Los impuestos tienen consecuencias económicas y efectos adversos significativos.

La regulación del mercado laboral tampoco es un caso diferente. Las leyes de salario mínimo, según sus defensores, no pueden realmente agitar el mercado laboral. Hacer recaer milagrosamente una carga de costes adicionales sobre los asalariados no debería provocar cambios drásticos en las tasas de empleo. El aumento de los precios no afectará en absoluto a la demanda de mano de obra. Las empresas seguirán con su actividad habitual y se limitarán a encogerse de hombros ante los salarios mínimos regulados sin ninguna diversión. ¿A quién le importa el aumento de los costes? El mercado es tan fuerte y resistente que puede sobrevivir a tales obstáculos. Por tanto, no deberían cambiar muchas cosas.

Por desgracia, la rentabilidad de las empresas también es sensible a esos cambios. La sobreestimación de la fuerza del mercado también está en este caso del lado de los estatistas.

Además, tomemos el tercer caso de la banca central, ya que funciona de forma similar. El principal objetivo de la política monetaria es manipular el precio del capital y los tipos de interés para alcanzar determinados objetivos macroeconómicos (como el objetivo de la tasa de inflación). Las herramientas monetarias utilizadas en el proceso modifican el mercado interbancario, afectando no sólo a los tipos de interés a corto plazo, sino también a los procesos de inversión a largo plazo. La expansión del crédito se ve afectada, al igual que las carteras de los bancos, las inversiones, los niveles de deuda y los precios del mercado inmobiliario y bursátil. No hay nada realmente controvertido en esto, ya que forma parte de la teoría ampliamente aceptada. Por lo tanto, cualquiera que defienda una política monetaria activa por parte del banco central en realidad está creyendo que tal intromisión gubernamental no puede provocar problemas graves como burbujas financieras o ciclos económicos. Aparentemente, el mercado puede manejar con comodidad manipulaciones profundas de la variable financiera más importante.

Olvidar el fundamentalismo
¿Quiénes son entonces los verdaderos fundamentalistas del mercado? ¿Quién cree que la intromisión gubernamental, por enorme que sea, no puede amenazar realmente la eficiencia del proceso de mercado? ¿Quién cree que los salarios mínimos, los impuestos elevados y las políticas inflacionistas no pueden lastrar significativamente la eficiencia del mercado y los altos niveles de crecimiento? Paradójicamente, son los propios estatistas los que pueden considerarse fundamentalistas del mercado. En cualquier caso, en ambos bandos, ¿por qué no olvidarse por completo de la pegatina y centrarse en lo que es realmente relevante: el contenido de un argumento, no su atuendo? El llamamiento a la pegatina suele ser una excusa para que las mentes perezosas no se dediquen a construir contraargumentos sensatos.

Este artículo fue publicado inicialmente en la Fundación para la Educación Económica.

Fuente: PanamPost

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