De las sanciones a la concesión: cómo Lula compró alivio con Trump

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La reciente decisión de Estados Unidos de levantar las sanciones contra el juez Alexandre de Moraes y reducir significativamente los aranceles impuestos a productos brasileños representa un triunfo diplomático para el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Sin embargo, esta concesión no altera tanto el panorama político interno ni resuelve los problemas estructurales que enfrenta el país de cara a las elecciones de 2026.

Antes del anuncio de las medidas punitivas por parte de Donald Trump, la popularidad de Lula se encontraba en uno de sus puntos más bajos, según diversas encuestas de opinión. La imposición de aranceles y sanciones, motivadas por la defensa de Jair Bolsonaro, fue capitalizada inicialmente por un sector de la oposición exiliada en los EEUU. No obstante, la respuesta del gobierno brasileño para revertir la situación, optó por una diplomacia serena y unificada. Lula evitó represalias directas, no aplicó contramedidas arancelarias ni insultos personales a Trump, y mantuvo canales de diálogo abiertos. Junto con Itamaraty, empresarios y parlamentarios, se buscó transmitir un mensaje consistente: “las acusaciones contra Brasil no reflejaban la realidad”.

Esta estrategia cohesionó al oficialismo y recuperó parte de la imagen presidencial. En contraste, la oposición mostró divisiones profundas. Algunos sectores generaron grandes expectativas, sugiriendo que controlaban el proceso y que las presiones cesarían solo con una amnistía general, amplia e irrestricta para los presos políticos, incluyendo a Bolsonaro. Sin embargo, la heterogeneidad de posiciones frente a las sanciones expuso contradicciones internas, con ataques mutuos entre exiliados y líderes locales, revelando la ausencia de una estrategia unificada.

En todo caso, es más probable que el levantamiento de las sanciones no haya tenido que ver con la unidad opositora, sino con la capacidad negociadora del gobierno. El oficialismo tiene más capacidad de ofrecer incentivos atractivos para los intereses norteamericanos: acceso a minerales críticos como tierras raras, cooperación en temas sensibles como Venezuela y el Caribe, posibles concesiones en cuotas de mercado frente a China, acceso privilegiado a las reservas de agua, y regulaciones favorables para las Big Tech. La oposición, por su parte, carecía de herramientas similares para influir en Washington.

La postura actual de EE.UU. se basa en la buena fe de una ley aprobada en la Cámara baja brasileña que reduce las penas de los presos políticos, permitiendo una liberación más temprana, aunque probablemente posterior a la elección de 2026. Washington puede presentar esto como un logro, comparado con la falta de avances en casos similares en Venezuela o la liberación limitada en Bielorrusia.

El gobierno de Lula celebra esta victoria con entusiasmo, lo que podría elevar temporalmente su popularidad. Sin embargo, este impulso es efímero. Una vez disipado el efecto de la crisis iniciada meses atrás, la realidad económica golpeará con fuerza: la reforma tributaria en vigencia para 2026 amenaza con quiebras masivas, desempleo masivo e inflación descontrolada, ante la ausencia de cambios en la política económica.

En este contexto, la oposición tiene una oportunidad única de reorganizarse, priorizando acuerdos internos sobre emocionalidades, para conquistar la presidencia y una mayoría senatorial en 2026. Un Brasil afectado por hambre y desempleo difícilmente renovará su confianza en el actual oficialismo.

Fuente: PanamPost

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