


Cómo la glosa republicana se convirtió en la herramienta para bloquear el nuevo ciclo político
MUNDO
AGENCIA INTERNACIONAL DE NOTICIAS


Debemos partir afirmando que la Glosa Republicana es un ejercicio de lealtad institucional. La supresión unilateral de esta Glosa no es solo un error presupuestario; es una ruptura con la ética de la lealtad republicana, que exige al gobierno en retiro facilitar la continuidad de las funciones del Estado y respetar el mandato emanado de las urnas. Es, en esencia, una negación del espíritu de la República que prioriza la institucionalidad por sobre la facción.


Al convertir una herramienta de transición en un arma de contención política, el Ejecutivo no solo exhibe mezquindad, sino que establece un peligroso precedente que transforma la técnica presupuestaria en una fórmula de inmovilización política. Esta acción es una afrenta directa a la visión estratégica que demanda el país, demostrando una miopía centrada en la disputa interna más que en la gobernanza eficaz.
En definitiva, la decisión de extinguir esta costumbre institucional bajo el paraguas de la Ley de Presupuestos no es un acto de eficiencia administrativa, sino una muestra de debilidad política y una falta de madurez republicana. El “progresismo” ha optado por el particularismo en desmedro del principio de universalidad estatal, dejando a la posteridad un legado de estrechez estratégica que compromete la estabilidad futura del sistema de alternancia.
Es de tener muy presente, que la administración anterior (Piñera-Derecha) dejó, por ejemplo, más de USD 600 millones para el actual gobierno, permitiendo ajustes rápidos sin paralizar su gestión. Suprimir ahora este mecanismo debilita la confianza en la alternancia, pues un gobierno saliente está negando a su sucesor una herramienta básica que él mismo recibió.
Contradicción progresista y rigidez fiscal
La promesa del progresismo es una gestión más eficiente y socialmente justa. Sin embargo, en el ámbito administrativo-fiscal, la gestión Boric dejará una herencia de restricción y rigidez. Veamos la razón de este fundamento:
El mito del «Progresismo Genuino»: Un gobierno verdaderamente progresista, que busca transformaciones duraderas, debería anteponer la responsabilidad fiscal y la estabilidad institucional para asegurar la continuidad de los programas sociales. En cambio, esta administración ha sido criticada por la oposición por el estrecho margen fiscal y la elevada deuda pública que hereda el país, elementos que en la práctica limitan brutalmente la capacidad de gasto del próximo periodo, independientemente de su color político.
La Glosa como desmantelamiento estratégico: La eliminación de la Glosa Republicana se enmarca en esta contradicción. No dejar recursos de libre disposición y, peor aún, proponer un mecanismo de reasignación presupuestaria limitado (un escaso porcentaje frente a las necesidades del cambio de mando), es un acto que trasciende la «eficiencia». Es una movida estratégica de «bloqueo» que niega la capacidad de gobernanza a quienquiera que asuma, traicionando la esencia de la alternancia republicana. Se prioriza un control ideológico residual sobre el funcionamiento armónico del Estado, predisponiendo un futuro escenario de crisis ciudadana.
Hitos clave de ruptura y desafío institucional
El actuar de este gobierno en el asunto se suma a una serie de hitos rupturistas que han tensado innecesariamente el sistema político chileno, distanciándose de la tradición de moderación y acuerdos post-transición, marcado por:
Polarización constante: Desde la fallidas Convenciones Constitucionales hasta el recurrente conflicto con la Contraloría, la administración ha mantenido un clima de confrontación, donde la búsqueda del acuerdo ha sido subordinada al mantenimiento de una base ideológica radical.
Intervencionismo electoral implícito: La crítica a la eliminación de la glosa se intensifica por el contexto electoral. La oposición ha señalado un uso excesivo de los aparatos comunicacionales del Estado y un tono presidencial que, en la práctica, ha cruzado las líneas del intervencionismo electoral, algo estrictamente prohibido y contrario a la ética republicana misma.
La estrategia de la ultraizquierda: El Discurso Incendiario: Desde una lectura estratégica, al negarle recursos al próximo gobierno y alentar la confrontación política, la ultraizquierda parece buscar instalar un discurso de ingobernabilidad y caos. Su objetivo es doble: si la derecha gana, enfrentarla a un colapso administrativo inmediato; si la derecha pierde, movilizar el descontento social, repitiendo una dinámica de presión que remite peligrosamente a escenarios de alta conflictividad social e ingobernabilidad. Se está jugando con la estabilidad social para mantener una cuota de poder ideológico extra-institucional.
Propuesta contundente: restablecer la ética del interés nacional
Frente a esta coyuntura, la única salida que prioriza el interés nacional debe ser contundente, estratégica y elegantemente republicana:
Restablecer la plena Glosa Republicana (Vía Congreso Nacional): La oposición y los sectores moderados del Congreso Nacional deben negociar con firmeza la reincorporación de la Glosa Republicana en un monto significativo o una ampliación sustancial de la facultad de reasignación a niveles que garanticen la operatividad del nuevo gobierno. Lema estratégico: «No es un cheque en blanco, es la Garantía Mínima para la Gobernabilidad y la defensa de la voluntad popular».
Disciplina fiscal y transparencia inmediata: El Congreso Nacional, como custodio de la probidad fiscal, tiene el deber de exigir máxima transparencia en la ejecución de los últimos presupuestos, desenmascarando la narrativa de «estrechez fiscal» mediante una rendición de cuentas rigurosa.
Legado y reflexión final
La eliminación de la tradicional “Glosa Republicana” por parte de la actual administración no es un mero ajuste técnico; es un acto con profundas implicaciones éticas y politológicas. Esta medida, adoptada en el contexto de la contienda electoral, rompe una costumbre democrática de más de 30 años y se interpreta como una estrategia de «tierra quemada» diseñada para debilitar y condicionar al gobierno sucesor ante la inminente pérdida de poder. El gobierno de Gabriel Boric legará a la historia republicana la huella de una decepción: prometió transformación, pero entregó inestabilidad institucional y déficit de madurez. Su mandato termina priorizando el cálculo faccioso y la confrontación ideológica sobre la estabilidad estatal y el interés nacional, comprometiendo la gobernanza futura del país.
El tema de la Glosa Republicana nos recuerda que la institucionalidad es el bien más preciado de una República. La discusión no es solo de cifras, sino de ética del poder: la obligación de todo gobierno de garantizar la continuidad del Estado y la lealtad a la soberanía popular, trascendiendo la facción.
Fuente: PanamPost





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