




El horror de la guerra ha cedido el paso al terror de Hamás. La retirada del Ejército de Israel a los límites establecidos en el acuerdo de paz impulsado por Donald Trump, ha sacado de los túneles y refugios de Gaza a los soldados de la organización terroristas que ajusta cuentas con los palestinos que considera colaboracionistas traidores. Ejecuciones en las calles, tiros en la nuca y suplicios vuelvan a ser la seña de identidad del grupo islamista que ha estado gobernando la Franja desde 2007.


Los yihadistas de Hamás recuperan viejas prácticas de su historia. Si antes arrastraban los cuerpos de los que no les rendían pleitesía por los caminos de Gaza enganchados con cuerdas a una moto, ahora disparan a quema ropa. La impunidad por la ausencia de los carros de combate y soldados israelíes les permite actuar como si fueran los amos de un territorio que se ha convertido en rehén suyo.
Los palestinos de la Franja son víctimas por partida doble, Durante dos años han sufrido los bombardeos de Israel como respuesta a las atrocidades cometidas por Hamás y sus aliados el 7 de octubre de 2023. Con la firma del acuerdo de paz parecían haber recuperado la seguridad de volver a las casas (lo que queda de ellas) sin temor a que una ráfaga de artillería de Israel acabara con sus vidas. Por desgracia, es una verdad a medias.
Hamás, ese Gobierno salido de las urnas, –ahora se sabe que de dudosa trasparencia–, y que impidió someterse a otras elecciones desde hace 18 años, actúa como verdugo de una población que parece no tener escapatoria. Por un lado apunta a los ciudadanos y por otro a las bandas rivales como la del clan Dughmush,
Los yihadistas han vuelto a salir a la calle con sus uniformes, sus metralletas y sus kalashnikov de fabricación rusa. Buscan, encuentra y disparan a los supervivientes de la masacre de la contraofensiva israelí para someterlos a otra propia. Pocos días después de que unos cuatro mil extremistas entraran en la zona de los kibutz pegada (apenas a uno o dos kilómetros) a la línea divisoria con Israel, hubo una manifestación de la población de protesta. Los gazatíes pedían a Hamás que se fuera.
La concentración fue sofocada con una rapidez sorprendente y ese conato de rebelión popular en las calles se quedó en eso. Nunca más se volvió a repetir ese escenario. A los que se atrevieron a criticar a Hamás es a los que busca la organización y a los miembros de los otros clanes que intentan ocupar su espacio.
Diferentes estimaciones aseguran que desde el sábado a este miércoles al menos unas 40 ejecuciones públicas han sucedido a la vista de la gente. Sembrar el terror forma parte de sus planes. Para lograrlo, además, graban las escenas que posteriormente difunden en las redes sociales.
La prensa árabe se hacía eco hace un par de días que unos 300 terroristas de Hamás habían salido a la superficie para cumplir con esa misión: liquidar a la principal banda rival (el clan Dughmush) y de paso dar muerte a los «rebeldes» como Saleh Aljafarawi, un periodista gazatí de 28 años, conocido por su cobertura de la guerra, que fue asesinado a tiros mientras cubría la guerra, según informó la cadena qatarí Al Jazeera.
La familia Dughmush, uno de los clanes con más poder en la Franja, mantiene una tensa relación con Hamás desde hace tiempo. Ambos protagonizaron enfrentamientos en el pasado, pero no se trata del único clan local que amenaza la hegemonía de la organización terrorista en el enclave.
En el punto de mira de Hamás, como recordaba en este diario Andrea Polidura, «también están otros líderes como Yasser Abu Shabab, al frente del grupo autodenominado Fuerzas Populares de Gaza, y Hossam al-Astal, exoficial de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y actual jefe de la Fuerza de Ataque contra el Terror, quienes han sido acusados de colaborar con Israel.»
Mientras en la franja Hamás aterroriza y ejecuta a los gazatíes, en España hoy los principales sindicatos, UGT y Comisiones Obreras, han convocado una huelga general de apoyo a Gaza, pero a Hamás, ni lo mencionan.
*Para El Debate





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