Musk vs. Trump: La guerra de las rosas

EE.UU Ignacio Foncillas*
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El reciente enfrentamiento entre el 'presidente' Trump y Elon Musk —más parecido a una guerra de amantes transmitida en directo entre X y Truth Social, o un combate de la UFC donde los golpes son tuits— ha sido comentado hasta el cansancio por amigos, enemigos y, francamente, por cualquiera con acceso a internet.

Detrás de este espectáculo, digno de un reality, hay un trasfondo político tan difícil de reconciliar como un unicornio con un dragón fiscal: un choque frontal entre las dos ramas principales de la coalición trumpista, los ultranacionalistas, con sus gorras rojas bien puestas, y los «technobros» con sus chips cerebrales y sus naves espaciales. Los republicanos deberán reparar esta fractura si quieren tener alguna esperanza de renovar su mandato en las elecciones de 2026. ¡O tal vez necesiten un terapeuta de parejas para coaliciones políticas!

El «jalón de melenas»
La «guerra de las rosas» protagonizada por Trump y Musk estalló esta semana como una bomba de racimo, ante el horror de muchos y el disfrute secreto de los miembros más ultranacionalistas de la coalición MAGA. Las salidas de tono del hombre más rico del mundo y del hombre más poderoso del mundo parecían más una pelea de adolescentes tirándose del pelo en el patio de la escuela que un debate serio sobre el destino de la nación. El tono subía por minutos y los exabruptos son ya bien conocidos, ¿verdad? Lo que me sorprende no son los golpes iniciales, sino que, tras el jueves, ambos decidieran darse una tregua. ¿Se habrán dado cuenta de que se necesitaban mutuamente, como dos villanos de película de James Bond?

Detrás de este cese temporal de hostilidades están las frenéticas llamadas y mensajes de figuras clave de la coalición, como Charlie Kirk y Peter Thiel, intentando evitar que la pelea de gallos con esteroides se desbordara. O quizás, simplemente, se quedaron sin tuits ingeniosos.

Washington, un laberinto para genios
Sin embargo, el conflicto tiene raíces más profundas, ligadas a la agenda política de Trump y a las realidades (a veces surrealistas) del proceso legislativo en Estados Unidos. Para que una ley sea aprobada en EE.UU., debe pasar por la Cámara de Representantes y el Senado. Las reglas del Senado exigen un voto previo, aprobado por al menos 60 de sus 100 miembros, para que un proyecto llegue al pleno. Con los demócratas ocupando actualmente 47 escaños, es imposible que Trump concrete la legislación prometida en su campaña. Es como pedirle a un gato que ladre. La única excepción significativa a esta norma —aparte de casos relacionados con comercio y defensa— es el proceso de reconciliación presupuestario. Este mecanismo permite que la Cámara y el Senado aprueben, por mayoría simple, versiones idénticas del presupuesto para que el presidente lo firme. ¡La magia de los números cuando se trata de gastar!

Pastoreando gatos y cifras astronómicas
Lograr que la Cámara de Representantes aprobara el presupuesto, por un solo voto, fue como pastorear gatos... o intentar organizar una bandada de palomas en Times Square y ¡solo se logró porque un congresista demócrata falleció la noche anterior a la votación!. Cada representante luchó con uñas y dientes para proteger los programas que benefician a sus distritos. A cambio, le dieron a Trump financiación para sus programas estrella como el famoso muro (¿se construirá algún día?), financiación para las deportaciones (¡a volar!) o la implementación de sus reducciones impositivas o eliminación del pago de impuestos a las horas extra o a las propinas.

Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, el resultado es un presupuesto que incrementará el déficit federal en más de 2.5 billones de dólares durante la próxima década. Sí, billones, con 'B' de '¡Bárbaro!'. Este aumento neto proviene de una reducción de impuestos por 3.7 billones, compensada solo parcialmente por un recorte de gasto de 1.3 billones. Para ponerlo en perspectiva, los esfuerzos de Musk y su iniciativa DOGE (¿alguien dijo ahorro?) apenas han reducido el gasto en 170 mil millones, en el mejor de los casos. ¡Es como intentar vaciar el océano con una cuchara de café!

Cuando los gigantes chocan y las promesas se evaporan
Y aquí se rompió el idilio. Musk, frustrado por no poder blandir la motosierra—a menudo obstaculizado por ministros de la administración Trump o congresistas republicanos—, no está acostumbrado a gobernar por consenso. Trump, por su parte, no está dispuesto a compartir el protagonismo ni con un rayo láser, y, molesto por las promesas incumplidas de Musk, dio el primer disparo al cancelar la nominación de un aliado de Musk para liderar la NASA. ¿Se imaginan el drama? ¡«Tú no vas a Marte si no me recortas el presupuesto!». Desde ese momento, todo explotó.

La deuda, la monstruo bajo la cama (y en la Oficina Oval)
No creo que esta pelea pública dure eternamente, pero el problema de fondo sigue vigente, y es uno que nos debería quitar el sueño. El presupuesto federal ha crecido de 3.6 billones a 7.2 billones en menos de una década. Sí, duplicado. Como si el dinero creciera en los árboles y nadie se lo hubiera dicho a la ciudadanía.

La deuda federal supera ya el 100 % del PIB y los déficits no dan tregua. Si se eliminara todo el gasto discrecional del gobierno, este representaría solo el 27 % del presupuesto. El 73 % restante corresponde a seguridad social, programas sanitarios, ayudas como los food stamps y los intereses de la deuda nacional. Es decir, el gobierno es como un adicto a las compras que solo puede pagar los intereses de su tarjeta de crédito. Si el nivel actual de gasto y despilfarro persiste, los intereses —que ya absorben el 13 % del presupuesto— podrían llegar al 18 % este año, según la Oficina Presupuestaria del Congreso.

Musk tiene razón en esto: es insostenible. No quiero ser pesimista, pero me viene a la mente la cita de Lord Woodhouselee, historiador y abogado escocés del siglo XIX: «Una democracia solo puede existir hasta que los votantes descubran que pueden votarse a sí mismos generosidad del tesoro público. A partir de ese momento, la mayoría siempre vota por los candidatos que prometen más beneficios del tesoro público, con el resultado de que una democracia siempre colapsa debido a una política fiscal laxa, siempre seguida por una dictadura». Esperemos por nuestro bien que el escocés esté tan equivocado como los pronosticadores del tiempo en Florida.

¿Reconciliación o Rebelión «Tech»?
Pero si los republicanos aspiran a mantener el control del Congreso y el Senado en las elecciones de 2026, algo que la historia ya no dice que es altamente improbable, deberán encontrar la manera de reconciliar la coalición entre MAGA (con sus fervorosos seguidores) y los technobros (con sus drones y algoritmos). El riesgo de que Musk y sus aliados financien candidatos alternativos o, peor aún, establezcan una tercera plataforma en esas elecciones, podría ser tan devastador para el movimiento MAGA y para Trump como un tuit malinterpretado en medio de una crisis bursátil.

Como ya ha demostrado Musk, gastándose más de 300 millones de su propio bolsillo en la elección de Trump, dinero no les falta. Además, no necesitan competir en todo el país: con obtener 5-10 escaños en el Congreso, alterarían radicalmente el equilibrio de poder. Trump y sus aliados son conscientes de esto. Quizás por ello los decibelios han bajado tan rápido. ¿O será que ya están planeando su próxima «reconciliación» televisada?

*Para El Debate

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