
Cultura y Estado deben estar separados, la verdad incómoda que no aceptan los artistas subsidiados
MUNDO



Por invitación de la diputada Alida Ferreyra, de La Libertad Avanza, este miércoles fui a exponer como invitado a la comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación. Un lugar donde uno comprende a simple vista todo lo que está mal en Argentina. Como para empezar a hablar, esta comisión ni siquiera debería existir, porque el Estado no debe estar entrometido en la cultura, un ámbito que necesita libertad absoluta y no regulación, ni leyes ni subsidios.


La convocatoria del kirchnerismo tenía como finalidad cuestionar las decisiones del gobierno de Javier Milei sobre los sectores vinculados “a la cultura”, que, según ellos, sufrían recortes presupuestarios. Lógicamente, el argumento era que existe una persecución a esta área y se atenta contra ella desde la Casa Rosada. Un delirio total y absoluto.
Todas las presentaciones del resto de los invitados decían prácticamente lo mismo, solo cambiaba el tono. Unos se expresaban apesadumbrados, otros con énfasis y desde luego, había algún individuo con sus gritos desenfrenados, como un total energúmeno. Una de estas exposiciones advirtió sobre los graves peligros de la supuesta finalidad del gobierno de Milei: “La privatización del individuo”. Justamente, ese sería el lugar adonde queremos ir quienes votamos a la actual administración.
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En mi presentación, única que se mantuvo dentro del tiempo establecido para los invitados, les pedí a los legisladores su respaldo fuerte a este cambio encaminado a que los argentinos salgan de la pobreza, para consumir la cultura que quieran. Recordé que los artistas subsidiados terminan siendo partidarios de los políticos que los beneficiaron y dije algo que seguramente no se había escuchado nunca en esa comisión y en el parlamento argentino: es tan necesario separar al Estado de la cultura, como en otro momento lo fue separarlo de la religión.
De la enorme lista de expositores, solamente dos nos encontrábamos respaldando el proceso de reformas del oficialismo. A mi lado estaba Maximiliano Gerscovich, quien terminó enloqueciendo a los defensores del modelo parasitario, con palabras que no iban más lejos del sentido común.
Todos los otros respaldados por decenas de militantes, quienes asistieron con pecheras de distintas organizaciones, solo pedían dinero público para sus organizaciones “artísticas” y “culturales”.
A pesar de la descomunal diferencia numérica, dos voces a contramano de la corporación fueron suficientes para que algunos legisladores kirchneristas pierdan la calma. Cuando hablaban quienes pedían dinero, nadie decía nada. Cuando se expresaban los disidentes de esta propuesta, el ambiente se caldeaba.
En medio de la locura, una diputada, que ni vale la pena nombrar, se animó a hacer una analogía entre las únicas dos voces críticas a ese planteamiento nocivo de las dádivas al Estado con las políticas de Hitler. A los gritos, en un contexto incontrolable para las autoridades de la comisión, les recordé que, justamente los nazis como los gobiernos autoritarios, hacían uso y abuso del arte y la cultura oficial. Mi argumento no tuvo respuesta, ya que abandonó la sala, quejándose por una insólita razón: dijo que no teníamos “representación” de organizaciones detrás de nosotros. Evidentemente, no pueden escapar ni un segundo del modelo corporativo.
Por ahora, el gobierno avanza como puede teniendo una debilidad parlamentaria considerable, la cual comenzará a revertirse con la elección de octubre y la nueva conformación del Poder Legislativo a partir de diciembre. Mientras tanto, en la batalla cultural de la opinión pública, es necesario correr el eje del debate y preparar el terreno para las próximas discusiones, una es esta: la necesidad de separar la cultura del Estado, de dejar de subsidiar actividades artísticas y de derogar leyes, así como también organismos vinculados a una cuestión que no debe relacionarse con el monopolio de la fuerza.
Para enriquecer el ámbito cultural hace falta permitirle a las personas que mejoren su calidad de vida y así cada uno pueda buscar y consumir las manifestaciones artísticas y culturales de su preferencia.
Fuente: PanamPost
