



Desde Londres


Con otro giro a la derecha en sus escasos diez meses de gobierno, el laborismo de Keir Starmer anunció una nueva política inmigratoria para “retomar el control de nuestras fronteras”. Copiando el lenguaje de la amenaza política más acuciante, la ultraderecha de Nigel Farage, el primer ministro dijo que debía evitar que el Reino Unido se convierta en “una isla de extranjeros”. “Necesitamos un sistema que sea controlable, selectivo y justo”, dijo Starmer. Este plan "controlable, selectivo y justo" y el endurecimiento retórico produjeron divisiones en el laborismo, rechazo en el sector laboral y empresario, y especial preocupación en el sector público y las universidades.
La moderada izquierda partidaria denunció el plan como “una peligrosa vergüenza nacional”, mientras que los diputados laboristas amenazados por la ultraderecha de Farage, apoyaron el cambio. “Si seguimos siendo furgón de cola de la derecha terminaremos llevando al país a un lugar muy oscuro”, señaló desde la izquierda Sarah Owen. “El primer ministro tiene razón al hablar de este tema porque es uno de los que más preocupa a millones de personas”, dijo Jake Richards uno de los diputados que lideran la línea dura del norte del país.
El plan dificulta la migración legal al Reino Unido. La calificación mínima para obtener una visa de trabajo pasará de estudios secundarios completos a título universitario y se exigirán progresos claros en el manejo del inglés para la extensión de las visas. La residencia permanente, que hoy se obtiene a los cinco años, requerirá el doble de tiempo y más condiciones para ser elegible.
Los empleadores o sponsors de trabajadores extranjeros tendrán que pagar un 32% más por el permiso. El ministerio del interior será notificado de cualquier delito cometido, incluso infracciones menores, y tendrá más poderes para cancelar visas y ordenar deportaciones. El gobierno propone reinterpretar la Convención Europea de Derechos Humanos para reducir el número de migrantes que buscan permanecer en el país debido a “circunstancias excepcionales” de carácter familiar.
Las consecuencias indeseadas
El primer ministro atenuó su mensaje con un reconocimiento a los aportes de la inmigración al país, pero justificó los cambios por la necesidad de “controlar este proceso”. En el caso de los estudiantes la contribución económica es clara: unas 20 mil millones de libras al año. Hay prestigiosas universidades como la London School of Economics, en las que más del 50% de los estudiantes son extranjeros, que pagan matrículas altísimas y que, además, por el mero hecho de vivir en el país, estimulan el consumo interno.
Las universidades no fueron las únicas en poner el grito en el cielo. Los empresarios también. Según dijo Starmer, con algo de razón, “tienen una adicción a importar mano de obra barata”. La obsesión empresaria de los costos: producir más y aumentar rentabilidad pagando menos. Los empresarios - también con cierta razón - contestaron que el gobierno necesita lanzar un plan para la capacitación de los británicos que, con frecuencia, ofrecen un servicio de mucha menor calidad que el extranjero: sus propios compatriotas los llaman “trabajadores cowboys”.
En el sector público, el más afectado sería el de residencia de ancianos y geriátricos que ya tiene 130 mil vacantes laborales y que deberá sumarle otros 7 mil más. Muchos municipios no están en condiciones de pagar un 32% adicional para estos empleos o de financiar la capacitación necesaria del supuesto personal británico, un proceso que puede tomar de uno a tres años. En el medio queda un agujero que, siguiendo la ley de las consecuencias no deseadas, terminará sobrecargando al abrumado Servicio Nacional de Salud que tiene que ofrecer sus camas de forma permanente a ancianos porque no hay más lugar en las residencias. “No damos abasto y eso es porque no hay un sistema apropiado para el cuidado de la gente mayor que termina viviendo en el hospital”, le dijo a este diario una sobrepasada y deprimida enfermera del Servicio Nacional de Salud (NHS).
En el sector privado los cambios afectarán en especial al sector hotelero y gastronómico que tiene que lidiar con los millones de turistas que visitan el país cada año. En el de la construcción señalan que las nuevas reglas harán imposible de cumplir una promesa electoral central del mismo gobierno de construir un millón y medio de hogares populares y 150 obras de infraestructura. “Estamos cortos de trabajadores ahora mismo y estas medidas no hacen más que crear otra barrera. Así no hay manera de que se puedan lograr estos objetivos”, señaló al “The independent” Rico Wojtulewicz de la Federación Nacional de Constructores.
El trasfondo político
El gobierno ha apostado al crecimiento económico como salida a los 15 años de austeridad conservadora, pero a 10 meses de gobierno hay estancamiento. La autárquica "Office for Budget Responsibility" indica que la inmigración es netamente beneficiosa para la economía británica. “Este plan inmigratorio choca con los objetivos económicos del gobierno”, señala la editora política del The Independent, Kitty Donaldson.
El tema de fondo es político. En una serie de elecciones municipales el primero de mayo, el partido de Nigel Farage, el Reform UK fue el gran triunfador con un mensaje unidimensional: la inmigración. Es un clásico de Farrage, artífice de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y por extensión de la ultraderecha en general: la simplificación, el monocausalismo. El síndrome lo sufren también Donald Trump (aranceles), Javier Milei (el estado), Jair Bolsonaro (comunistas y delincuencia), por citar algunos ejemplos. Acabado el Brexit como solución a todos los problemas que aquejan al Reino Unido, demostrado que, en realidad, la salida de la UE empeoró la situación de los británicos, Farrage tiene el caballo de batalla de la inmigración.
En este momento le lleva un 10% en las encuestas al laborismo y todo lo que Starmer proponga en el tema inmigratorio, lo redoblará con una propuesta más dura. “La manera de que nuestra economía crezca es congelando la inmigración”, dice el vice presidente partidario Richard Tice. Esta posición extrema puede favorecer a Reform UK en algunas zonas del norte y del más afluente sur del país, ganándole escaños en 2029, pero no le da para una mayoría del escéptico y moderado electorado inglés. El problema de Starmer es que, compitiendo con la misma agenda, puede rasquetearle algunos votos a Farage, pero los pierde por izquierda con los verdes y los liberal demócratas. Tiempo no le falta: tiene cuatro años hasta las elecciones generales. Carisma, liderazgo o imaginación, en cambio, han brillado hasta el momento por su ausencia.
Fuente: Página12
