Cómo Maduro estabiliza su dictadura sumando cómplices internos y externos

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En el olvido quedaron la presión internacional, la indignación de los electores y el reclamo en las calles por el descarado fraude cometido por el régimen de Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio, que decidió juramentarse de manera ilegítima desconociendo el verdadero resultado para aferrarse al poder por la fuerza, consolidando así una dictadura que ha ratificado su disposición de no permitir una transición pacífica y democrática en el país. Y es que, sin duda, esa ha sido la estrategia del dictador: pasar la página para darle estabilidad a su gobierno autoritario, sumando cada vez más cómplices que –por conveniencia o resignación– han preferido cohabitar o negociar con el tirano. El Gobierno chileno es el último en incorporarse a esta lista.

Después de la firme posición contra el fraude de Maduro que había mostrado el presidente Gabriel Boric, su ministro de Justicia y Derechos Humanos, Jaime Gajardo, soltó este martes en una entrevista con la agencia EFE durante su visita a España que el gobierno del que forma parte no planea reconocer a Edmundo González Urrutia como el legítimo presidente de Venezuela y, por el contrario, Chile “esta dispuesto” a reanudar las relaciones diplomáticas con Caracas, pese a mantener la ambigua e incoherente posición de no reconocer a Maduro, cuyo régimen fue calificado por Boric como una dictadura, lo que derivó en la ruptura de relaciones.

Ahora, el alto funcionario del Gobierno chileno alega que desconocer a Nicolás Maduro y reconocer a Edmundo González “son dos cosas completamente distintas”. De esta manera, Chile sigue los pasos de los gobiernos de Colombia y Brasil, que aunque cuestionaron el fraudulento resultados anunciado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) sin totalización, sin actas y sin auditorías, enviaron a sus representantes a la ilegítima juramentación de Maduro el 10 de enero.

Las  posturas ambiguas funcionales a la dictadura de Maduro
Si bien estas relaciones distantes con sus históricos aliados están lejos de satisfacer los intereses de la dictadura venezolana, por el momento son sumamente útiles para los planes de Maduro de lograr que el mundo pase la página y se deje en el olvido el fraude del 28 de julio. Incluso el Gobierno estadounidense de Donald Trump entra en la categoría de cómplices por resignación. Y es que el líder republicano, si bien dio el paso de reconocer –al menos en la formalidad simbólica– a Edmundo González como el legítimo presidente de Venezuela, la mala experiencia en su anterior mandato con el fallido gobierno interino de Juan Guaidó y su interés por garantizar el éxito de su política migratoria lo llevaron a tomar la decisión de negociar con Maduro la liberación de seis estadounidenses presos en Venezuela y la coordinación de los vuelos de deportación de venezolanos indocumentados (algunos de ellos miembros de la banda criminal Tren de Aragua) a cambio de la renovación de la licencia a Chevron para seguir operando en Venezuela con la promesa de aumentar 50 % la exportación de crudo.

De esta manera, la política de la nueva Administración estadounidense frente a Venezuela se mantiene dentro de la ambigüedad funcional a los intereses de la dictadura de Maduro de pasar la página y seguir prologando su permanencia en el poder. De nada sirve el retórico discurso del secretario de Estado, Marco Rubio, contra las tiranías de la región y el decomiso de un avión propiedad del régimen chavista en República Dominicana cuando en Miraflores siguen consiguiendo acceso a recursos y ganando tiempo para estabilizar un sistema autoritario que se atornilla cada vez más en el poder en la medida en que vende a los venezolanos y al mundo una aparente normalización.

A esto se suma además un nuevo cómplice. Se trata del presidente electo de Uruguay, Yamandú Orsi, quién invitó a Maduro a su toma de posesión el 1 de marzo junto con los dictadores de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y de Nicaragua, Daniel Ortega, lo que, por ahora, no será posible debido a que el presidente en ejercicio, Luis Lacalle Pou, bloqueó dichas invitaciones. Sin embargo, con el retorno de la izquierda al poder, la dictadura venezolana tendrá las puertas abiertas en Montevideo.

Cómplices de Maduro, más azules que rojos
La nueva farsa electoral convocada para el 27 de abril y la reforma constitucional propuesta por Maduro inmediatamente después de su fraudulenta toma de posesión forman parte de la estrategia de estabilización de la dictadura, pues con esta maniobra no solo sigue huyendo hacia adelante sino que además logra que supuestos opositores se debatan entre participar o abstenerse, desviando la atención de la opinión pública nacional e internacional.

Pero la realidad venezolana es tan bizarra y anormal que mientras, por un lado, dirigentes que dicen ser de oposición y respaldaron la candidatura de Edmundo González como Manuel Rosales de Un Nuevo Tiempo (UNT), Henrique Capriles de Primero Justicia (PJ) y Simón Calzadilla y Andrés Caleca del Movimiento Por Venezuela (MPV), ya han manifestado que se prestarán para el nuevo circo electoral chavista, por el otro, el Partido Comunista de Venezuela (PCV), de extrema izquierda, asumió una posición más firme y consecuente al anunciar este martes que no participarán en las elecciones legislativas y regionales convocadas para abril por considerar que no hay garantías ni transparencia cuando se proclamó a Maduro ganador sin haber mostrado las actas que probaran su supuesta victoria.

Fuente: Infobae

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