¿La USAID se desvirtuó o simplemente “evolucionó”?

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Cuando el presidente de Argentina, Javier Milei, habló sobre la importancia de cerrar la agencia de noticias estatal Telam, su ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, argumentó que “lamentablemente” este medio de comunicación estatal se había desvirtuado. Sin embargo, como suele suceder con estas organizaciones con presupuestos millonarios a su disposición, los incentivos suelen evolucionar hacia la corrupción y el partidismo. Cuando la situación se torna insostenible ante los ojos de los contribuyentes, no fue que se “pervirtieron”, simplemente “evolucionaron”.

La nueva gestión de gobierno de Donald Trump, la cual cuenta con la colaboración de Elon Musk a cargo de una secretaría de desregulación y desburocratización, puso el ojo sobre un organismo “independiente”, pero con el poder de manejar fortunas descomunales que terminan subvirtiendo los supuestos fines deseados y generando una estructura propia, cuyo fin es velar por su ampliación y subsistencia.

La historia de la USAID se remonta a 1961, específicamente a la presidencia de John F. Kennedy. El contexto era muy claro: la guerra fría estaba expandida a todo el planeta y los Estados Unidos y la URSS se debatían, no solamente sus satélites, sino la influencia política en cada país del mundo. En este sentido, la “pantalla” de la USAID (usada también para fines nobles en algunas oportunidades), permitía generar un flujo importante de dólares a los países acorralados entre estar en el radar de uno u otro bloque.

Evidentemente, las estructuras que generan sus propios anticuerpos ante cualquier factor que pueda poner en riesgo su supervivencia pueden llegar a ser más duraderos que las largas dictaduras. En el caso de la USAID, el Muro de Berlín cayó, la URSS se desmembró, pero el organismo siguió vivito y coleando, incluso manejando mayores tajadas de presupuesto.

Para ilustrar en números, solamente el año pasado África Subsahariana recibió 6.500 millones de dólares en materia de asistencia a diversos programas vinculadas a la salud pública. Es que, como vimos ahora en Argentina ante la motosierra de Milei, escudar a las organizaciones (con sus burócratas de jugosos sueldos) detrás de causas nobles, es siempre una buena estrategia.

Cuando llegan las auditorias, los reclamos y las quejas, lo que se pone sobre la mesa son los programas dirigidos a la sensibilidad social, mientras se tilda de “retrógradas” a quienes proponen cerrar estas instituciones, para devolverle la plata a los contribuyentes.

Sin embargo, detrás de estas discusiones, donde se busca una falsa dicotomía entre “buenos y malos”, el proceso es siempre similar. Se crean las instituciones, se le asignan presupuestos millonarios y sus funcionarios eventualmente se corrompen. Los incentivos están todos dirigidos a esta meta. Además, las posibilidades para la corrupción se multiplican exponencialmente. Desde los proveedores de los productos que se utilizan en las actividades hasta los programas y contrapartes que se eligen para la “cooperación”.

Como advirtió Milton Friedman, cuando se maneja dinero de otros para beneficiar a otras personas, los incentivos siempre llevan al mal manejo. Mucho más en este caso, cuando los funcionarios, además de recibir grandes sueldos, comienzan a recibir “vueltos” de sus proveedores y contrapartes.

Algo visto en Argentina en tantos ámbitos, como sucedía hasta la recientemente derogada “lista sábana”. El Estado les daba millones a los partidos para imprimir boletas, los partidos las imprimían con un proveedor amigo encargado de facturar un número, mientras cobraba otro distinto. Nada nuevo bajo el sol. Tan cruzados están los incentivos, que hasta cuando no hay corrupción, no existe razón para apelar a la responsabilidad económica.

En todas las organizaciones de cooperación internacional (muchas de ellas europeas), cuando un proyecto determinado no gasta todo el presupuesto, en lugar de premiarlo, le reducen los recursos para los años subsiguientes. Quienes conocimos organizaciones de estos calibres vimos como, por ejemplo, cuando llega fin de año, muchas veces se realizan compras innecesarias como muebles o elementos de tecnología, solamente para acabar con el presupuesto el 31 de diciembre.

Cuando se aceitan las burocracias con los gobiernos y sus dependencias y se consolidan los proyectos de “cooperación”, los más favorecidos terminan siendo los burócratas y sus asociados. Algunos, quienes son utilizados de excusa, reciben algunas migajas y los contribuyentes pagan la cuenta.

Cuando los Estados Unidos idearon organismos como la USAID, en cierta manera, se trataba de un porcentaje del presupuesto dedicado al combate de la Guerra Fría. La finalidad era, sobre todas las cosas, política. Ahora, la política se terminó imponiendo en muchas de las potencias para exprimir y esquilmar a los contribuyentes. Siempre bajo la coartada de las causas nobles.

Fuente: PanamPost

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