¿Por qué en Argentina los vicepresidentes tienen problemas con los presidentes?
MUNDO - ARGENTINAAgencia 24 NoticiasLa situación de los vicepresidentes desde 1983
Históricamente no han sido pocos los conflictos entre presidentes argentinos y sus vicepresidentes. Para no remontarnos demasiado hacia atrás, desde 1983 a la fecha se puede observar el siguiente panorama:
Hubo algunos presidentes que no tenían sintonía política con sus vicepresidentes, y que, por lo tanto, sin que hubiese conflictos abiertos o conocidos, tuvieron una actitud de bastante indiferencia. Fue el caso de Alfonsín con Víctor Martínez, quien venía del más conservador radicalismo de Córdoba y discrepaba con varios postulados ideológicos del gobierno. Se dedicó a presidir el Senado y no tuvo participación efectiva en el ejercicio del Poder Ejecutivo. Puede mencionarse el caso de Mauricio Macri con Gabriela Michetti, quienes tampoco tenían muy buena sintonía. También Daniel Scioli, vicepresidente de Néstor Kirchner, que integró la fórmula probablemente para aportar un nombre más conocido, a poco de iniciado el gobierno fue relegado por el Presidente y su esposa a presidir el Senado.
Hubo casos de relaciones conflictivas, que culminaron con la salida del Vicepresidente: fueron los casos de Eduardo Duhalde con Menem, que tenían muy distintas visiones sobre la política del país, lo que motivó que en las elecciones de 1991 Duhalde se presentara y ganara la gobernación de Buenos Aires, abandonando el gobierno Nacional. También fue la situación de Carlos “Chacho” Alvarez, quien integrando una alianza de centro-izquierda con el radicalismo, fue vicepresidente de Fernando De la Rúa, pero al poco tiempo renunció. Teniendo en cuenta el desenlace del gobierno a dos años de su inicio, la renuncia de Alvarez puede considerarse contraproducente, pues su ingreso como Presidente tras la renuncia de De la Rúa, quizá pudo haber evitado que la crisis política fuera tan profunda.
Un análisis especial merecen los casos de presidentes que consiguieron un segundo mandato, y que tras una mala experiencia respecto del vicepresidente en el primer mandato, supieron elegir su compañero de fórmula en el segundo.
Uno de esos casos fue el de Carlos Menem. Tras el conflicto con Duhalde en su primer mandato, para el segundo eligió a alguien con amplia experiencia y manejo político, que sabía cuál era concretamente su rol como vicepresidente y se limitó a ejercerlo con eficacia, colaborando en todo momento con el Presidente, como fue Carlos Rukauff. El otro caso fue el de Amado Boudou, que tras el conflicto que tuvo Cristina Kirchner en su primer gobierno con Julio Cobos, decidió elegir a alguien que no le aportaba nada más que fidelidad absoluta a su gobierno, y que por lo tanto no le provocó ningún problema.
Es bueno recordar que Cobos integró la lista con Cristina Kirchner en las elecciones de 2007, como parte de una alianza con radicales afines a las ideas más vinculadas con la izquierda. Sin embargo, el intento de imponer en el Congreso una ley para justificar una alícuota confiscatoria de las retenciones a la exportación de granos, provocó que el vicepresidente, que debía desempatar la votación en el Senado, lo hiciera en contra de la pretensión del Ejecutivo, lo que provocó que hasta el fin del mandato debiera recluirse en el Senado.
Es decir que, con distintos perfiles, los segundos vicepresidentes tanto de Menem como de Cristina Kirchner, fueron elegidos tras la experiencia traumática de los primeros, como personas que deberían limitarse a actuar en el Senado. En el mismo sentido se puede mencionar al gobierno de Macri, quien al intentar un segundo mandato que finalmente no se concretó, y luego de tener una no muy buena experiencia con Gabriela Michetti, optó como compañero de fórmula por Miguel Angel Pichetto, un político con amplia experiencia política, especialmente legislativa y más especialmente en el Senado, que tenía el perfil más adecuado para ser vicepresidente.
Muy curioso fue el caso del gobierno de Alberto Fernández, en el que inicialmente se anunció la candidatura de Cristina Kirchner como vicepresidente, y ella misma fue quien eligió al candidato a presidente. De este modo, el gobierno de Fernández estuvo condicionado desde el primer día por la intervención de su vicepresidente.
¿Por qué ocurren estos problemas entre presidente y vicepresidente?
Existe una tendencia a pensar que el vicepresidente es el número dos del Poder Ejecutivo, o sea que viene en escala jerárquica después del Presidente, y ello ha provocado no pocas confusiones, incluso en algunos vicepresidentes que pensaron tener más poder o relevancia del que efectivamente tienen. Muchas veces los candidatos a vicepresidente son elegidos por su capacidad para aportar votantes a la fórmula, lo que los hace pensar que ellos son en parte los propietarios del poder del gobierno.
Lo cierto es que la figura del vicepresidente es una de esas que la Constitución ha establecido como nexos o enlaces entre los distintos poderes del Estado, para lograr que el gobierno funcione razonablemente, y no mediante compartimientos estancos. Básicamente, el vicepresidente tiene tres funciones según la Constitución:
Preside el Senado.
Ejerce el Poder Ejecutivo cuando el Presidente circunstancialmente no puede hacerlo.
Reemplaza al Presidente hasta el fin del mandato, cuando éste tiene un impedimento definitivo que lo aleja del cargo.
Si bien suele considerarse que su función primordial es la de reemplazar al Presidente en caso de vacancia, lo cierto es que en realidad, su actividad habitual es la de presidir el Senado. Esta tarea ha sido conferida por la Constitución al vicepresidente como una forma de conectar a las políticas del Ejecutivo con la sanción de las leyes necesarias en el Congreso. El Senado además representa a las Provincias, por lo que el vicepresidente debería ser, también, un nexo con los gobernadores (antes de la inconveniente reforma constitucional de 1994 los senadores eran elegidos por las legislaturas provinciales, lo que garantizaba que el cuerpo estuviera integrado por lo más representativo de todas las Provincias).
De este modo, el vicepresidente puede dirigir la agenda del tratamiento de los proyectos de ley, impulsando aquellos que son importantes para el gobierno, y afianzando los vínculos con las Provincias. Además, dado que el número de senadores es par, en caso de empate es la única vez en que se lo autoriza a votar para desempatar.
A tal punto la función principal del vicepresidente es presidir el Senado, que su despacho no se encuentra en ninguna dependencia del Poder Ejecutivo, sino en el Congreso.
En los casos en que asume circunstancialmente la Presidencia de la Nación como consecuencia de ausencia temporal del Presidente –fundamentalmente en caso de viaje o enfermedad-, el rol del vicepresidente es meramente protocolar: se supone que sólo firma cuestiones de forma o de trámite, o asuntos que el propio Presidente ha acordado con él. En estos casos su relevancia pasa por tener una cabeza del Ejecutivo disponible en caso de producirse una emergencia que debiera ser enfrentada rápidamente.
Pero de ningún modo un vicepresidente que sustituye temporalmente al Presidente puede implementar sus propias políticas, mucho menos si son distintas a las que viene desarrollando el Presidente.
Respecto de la más publicitada de sus tareas, que es la eventualidad de tener que sustituir al Presidente en caso de vacancia, es bueno recordar que, si bien se trata de una función delicada y de esencial importancia, es muy poco probable que ocurra. De hecho, desde la unificación del país tras la reforma constitucional de 1860 y el comienzo de la presidencia de Bartolomé Mitre, sólo en seis ocasiones los vicepresidentes debieron sustituir a los presidentes para completar su mandato. La última vez fue hace 50 años, cuando María Estela Martínez sustituyó a Juan D. Perón en 1974.
De modo tal que si bien se considera a esta función como de vital importancia para garantizar el funcionamiento normal del sistema constitucional, lo más probable es que el vicepresidente concluya su mandato sin tener que ejercerla.
Todo esto muestra que el vicepresidente, a pesar de dónde se encuentra regulada su función en la Constitución y que aparezca en la fórmula electoral junto al Presidente, pareciera ser más un funcionario con tareas legislativas que ejecutivas. De hecho, no participa en las reuniones del gabinete de ministros a menos que sea invitado por el Presidente, lo que es razonable, pues no posee ninguna función ejecutiva concreta mientras no ejerza la presidencia.
Esto no significa que el vicepresidente no pueda tener su propia aspiración presidencial hacia el futuro, pero dicha aspiración debe ser suspendida mientras ocupe su cargo. Un diputado o senador podría en algún caso convertirse en opositor de su propio partido en el gobierno, y formar un bloque aparte, pero ello no puede hacerlo el vicepresidente, pues por definición su tarea está directamente unida con la necesidad de representar las políticas del presidente ante el Senado y las Provincias.
De hecho, en Estados Unidos los vicepresidentes con aspiraciones presidenciales, lograron posicionarse como sucesores de los presidentes, precisamente demostrando su adhesión a los postulados del gobierno y por ejercer eficientemente su tarea en el Senado. Fue el caso de George Bush, quien tras ser vicepresidente de Ronald Reagan durante dos períodos, se postuló como presidente y ganó las elecciones como una prolongación de ese gobierno. Lo mismo intentó Al Gore luego de acompañar a Bill Clinton, aunque en su caso no ganó las elecciones.
Estas circunstancias deben ser evaluadas cuando se examina la tirante relación que actualmente mantienen el Presidente Milei y la vicepresidente Villarruel. Esta última reconoce tener su propia agenda política y puntos de vista distintos con el Presidente. Ello no tiene nada de malo a nivel personal, pero mientras sea vicepresidente debería cumplir con su rol y dejar sus ambiciones políticas personales para cuando deje el cargo.
En este sentido, se han advertido varios motivos de tirantez, provocados por algunas expresiones o conductas de la vicepresidente, o por su falta de logros en su gestión en el Senado. Se le ha enrostrado, entre otras cosas:
No pudo negociar que el Senado vote más rápido y más completa la ley Bases. Debió intervenir el Jefe de Gabinete para lograr algunos acuerdos con provincias para que los Senadores votaran la ley.
No logró evitar que el Senado votara la anulación del DNU 70/23, como sí hizo el Presidente de la Cámara de Diputados, que al evitar que se trate el asunto ha permitido que se lo siga aplicando.
No pudo impedir que se discutieran y aprobaran leyes contraproducentes para los intereses del gobierno y que se sancionaron a propósito para forzar vetos, como la del presupuesto universitario o el incremento de las jubilaciones.
No logró que se traten los pliegos de los jueces que el Presidente envió para completar la Corte Suprema.
No impidió, e incluso alentó, el incremento de los salarios de los Senadores y demás empleados del Senado, contrariando un expreso mandato del Presidente (y lo hizo en dos ocasiones).
Manifestó su opinión en contra de la designación en la Corte de uno de los candidatos propuestos por el Gobierno.
Aprovechó un viaje a Europa para visitar y sacarse una fotografía luego viralizada con la expresidente María Estela Martínez, reviviendo momentos delicados de la historia que aún tienen consecuencias.
No concurrió a Tucumán el 9 de julio para la firma del Acuerdo de Mayo, aduciendo enfermedad, a pesar de que sí viajó al día siguiente, y se la vio montando a caballo y comiendo asado bastante repuesta.
Se sumó a la polémica por la reacción por un canto de la selección de fútbol, que los futbolistas franceses consideraron ofensiva, vertiendo conceptos durísimos hacia el gobierno de Francia al que tildó de esclavista e imperialista respecto de varios países africanos, pocos días antes de que el Presidente Milei debiera reunirse con el Presidente Macron en Francia.
Presidió la sesión del Senado que dispuso la exclusión del cuerpo del Senador Kueider, cuando se encontraba ejerciendo el cargo de presidente provisional por un viaje del Presidente Milei al exterior, lo que constituye una irregularidad grave.
Desde el inicio del gobierno, la vicepresidente ha intentado levantar su perfil con ciertas declaraciones que irritan al gobierno, viajes, fotos en poncho, con armas del Ejército, con Isabel Perón, etc., y no ha sido eficiente en el cumplimiento de su tarea como Presidente del Senado, lo que es reprochable en ambos casos.
Esto genera un conflicto de gravedad, pues el vicepresidente no puede ser despedido como si fuera un ministro, y tampoco puede armar su propio bloque pues su principal labor, como dije, se vincula directamente con representar la agenda del Ejecutivo ante el Senado.
Hemos visto que en el pasado, las malas relaciones entre presidente y vice se resolvieron, o bien con la renuncia del vicepresidente, o bien con un reacomodamiento de su conducta y un bajo perfil que permita la convivencia hasta el fin del mandato. Quedan tres años por delante, habrá que estar atentos a cómo evoluciona esa relación.
Fuente: PanamPost