Socialismo y economía básica son antónimos. Más allá de la abrumadora evidencia empírica y científica, los socialistas, en Argentina y el mundo, siguen abrazados a sus dogmas, aunque cada vez que se apliquen generen todo lo opuesto a lo que están buscando.
Afortunadamente, la gestión del presidente Javier Milei no repara en las críticas estériles, que nada sirven en la construcción de un modelo económico virtuoso. Pero, cada vez que el gobierno se manifiesta de forma acertada ante cualquier cuestión vinculada al ámbito económico, los socialistas salen a vociferar indignados.
Ahora, la cuestión es el salario mínimo. Como el vocero presidencial indicó que fijar por ley un sueldo mínimo se trata de un “error conceptual”, ya que expulsa del sistema a los que podrían tener un trabajo por una suma menor a la estipulada, quedándose afuera, el legislador Gabriel Solano lo trató de “explotador”.
Desde sus redes sociales, el diputado porteño dijo que Adorni desea mantener el salario mínimo por debajo de los 300.000 pesos, para que los empresarios puedan contratar por debajo de esa suma, como si se tratara de una cuestión de maldad premeditada. Aunque suene increíble, los legisladores de la izquierda en Argentina dicen estas estupideces sin sonrojarse en sus bancas al momento de sus intervenciones.
Más allá del pensamiento infantil de los socialistas sobre las leyes del salario mínimo, incrementar los montos arbitrariamente, lo único que genera es exclusión. Por lo tanto, mientras existan absurdas legislaciones como esta, lo mejor que pueden hacer los gobiernos es mantenerlas lo más bajo posible, para no intervenir en el mercado laboral. De la misma manera que nadie contrata más allá de la productividad que le aporte un nuevo empleado, nadie puede hacerlo por menos dinero de lo que demande el precio del trabajo en el mercado. Si la economía argentina sigue recibiendo inversiones, y el mercado determina que el precio del “salario mínimo” es de 500.000 pesos, el que oferte una fuente laboral por 300.000 se quedará sin trabajadores.
Se trata del mismo fenómeno de los que desean trabajar y son condenados al desempleo o a la informalidad, porque un grupo de políticos con sensibilidad social fijaron el salario mínimo por encima de lo que ofrece el mercado.
Lo único que puede hacer la política para subir los salarios es fomentar la inversión interna y externa, para incrementar las tasas de capitalización y así subir los sueldos de los trabajadores. Con el capital disponible en el planeta, que existan trabajadores pobres (como sucede en Argentina hasta ahora) y desempleo involuntario solamente se entiende por la insistencia de las malas políticas económicas y en infantilismo de la izquierda, que no rehúsa a abandonar sus inútiles y contraproducentes dogmas.
Fuente: PanamPost