Los burdos errores argumentales de Hans-Hermann Hoppe contra Milei

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Hoppe

Me imagino que más de uno considerará que este artículo es una manifestación de obsecuencia para con el jefe de Estado argentino. No lo es y creo que voy a poder dejar en claro el punto, que puede ser relevante para la discusión que gira alrededor del “primer presidente libertario anarcocapitalista del mundo”.

Sin embargo, aunque considero que tengo un punto no menor en mi defensa al negar la acusación, (la cuestión cronológica de escribir de Escuela Austríaca antes que el mismo presidente, así como también la posición pública de que era necesaria una gestión gubernamental como la actual, incluso antes que existiera La Libertad Avanza, cosas que no son un mérito, pero que explican mi posición política actual) no he podido librarme del mote de obsecuente que me suele poner más de uno. Me importa mucho menos eso que los debates de fondo que me interesan, como el que pasaré a comentar a continuación.

Uno de los que me acusa de chupamedias (pero que tiene el decoro de hacerlo en privado) es el periodista Ernesto Tenembaum, al que no pude persuadir de que no hay en mí ni obsecuencia ni fanatismo, sino una racional identificación conceptual fundamentada. En uno de los tantos intercambios punzantes con este comunicador, donde justamente me trataba de aplaudidor del oficialismo (por decirlo así, ya que utilizó otra figura descriptiva que no es muy compatible con un artículo de análisis político), me tiró por la cabeza unas citas de Hans-Hermann Hoppe con las que yo no estaba de acuerdo y que, en mi opinión, poco tenían que ver con la filosofía liberal y podrían vincularse más a lo que se conoce como “paleolibertarianismo”.

Con la honestidad de una conversación privada por WhatsApp le dije que Hoppe me parecía “un pelotudo” y que no reconocía a la categoría “paleo” como una corriente ideológica seria. Mi posición al respecto del “libertarianismo conservador” es que mezcla dos cuestiones: la relación del individuo y el Estado, que es lo que determina la concepción política y los valores personales. Claro que un libertario puede creer en la vida sana, la religión, la monogamia, la heterosexualidad, casarse con la primera novia para toda la vida y tener cinco hijos, pero lo que define al liberalismo (por lo que tendría que estar incluido en el libertarianismo) es la negación a la coerción y la defensa de la libertad individual. Si un “paleo” quiere utilizar el Estado para imponer su modelo de vida abandonó por completo el liberalismo más básico. Lo mismo corre para lo que se denomina “liberprogre”. La separación de aguas es clara y si cumplen con la perspectiva liberal, y ponen cada cosa en su lugar, ser “paleo” o “progre” es tan irrelevante a las ciencias políticas como lo sería la distinción de “liber-Franc”, es decir, los liberales que prefieren la cepa del Cabernet Franc sobre otras.

Mi argumento fue medianamente convincente (al menos para mi interlocutor) ya que Tenemnaum se limitó a replicar que Milei sí citaba y valoraba a Hoppe y reconocía al “paleolibertarianismo” como categoría política. Ante semejante ad-hominem no pude hacer otra cosa que responder “¿¡Y!?”. De igual forma, aunque pude dejar en claro la posición liberal ante lo que tenía poco y nada de liberalismo, no lo pude convencer de mi no obsecuencia. Para él, que mi última crítica pública al presidente actual haya sido hace dos años (cuando, amparado en la legislación vigente, llevó a la justicia a los delirantes que lo trataron de “nazi”) es una corroboración casi empírica de su acusación.

Por estos planteamientos, los que consideren que mi crítica a la crítica de Hoppe encierra una defensa más política que conceptual, pueden ahorrarse el tiempo de leer los próximos renglones, si no, pueden seguir, que podrían encontrar un debate un poco interesante.

Cuando escribí junto a Nicolás Marquez, Milei: La revolución que no vieron venir, sentí que tenía que explicarle al público masivo, alejado del microclima libertario, el rol de una persona que se considera anarcocapitalista en la presidencia de un país con una constitución vigente. En el capítulo dedicado a este tema en particular, trato de explicar de manera sencilla que no serán parte del gobierno las premisas anarcocapitalistas y que la hoja de ruta es la del liberalismo clásico. Es decir, la idea de Milei en el gobierno argentino no era la de terminar con el Estado, sino reducirlo de forma considerable, con el fin de revertir la decadencia que padece el país.

Si esto es apropiado o no para un “ancap” es otro debate que no viene al caso ahora. En el libro, como anarcocapitalista, doy mi posición particular, pero lo importante en el debate público es dejar en claro que no hay “gobierno anticapitalista”. Esta barbaridad que se le escucha a Guillermo Moreno, nunca pensé que se la iba a oír al discípulo más famoso de Murray Rothbard. No imaginé que el prestigioso autor alemán pudiera aprender algo de mi primer libro que está por salir en inglés. Puede que leerlo le ahorre otros papelones, como el que acaba de cometer.

En la última conferencia del Property and Freedom Society, que tuvo lugar en Turquía, el culto de Hoppe (que puede estar equivocado, pero nadie puede negar que posee una importante cultura general) cayó al nivel de un Moreno y dijo cualquier cantidad de barbaridades. Una de ellas fue que Milei había fracasado en su premisa de gobierno anarcocapitalista, que, además, sería una contradicción en términos. Incluso llegó a comentar que el anarcocapitalismo fue la propuesta de campaña del actual presidente argentino, lo que es lisa y llanamente un error o una mentira. Que cada uno califique como quiera. En mi opinión, Hoppe hizo una presentación para hablar de Milei con pésima información y con un desconocimiento total, no solo de la política argentina, sino de cómo funciona un país en la realidad.

Con esto no estoy diciendo que los libertarios tenemos que abandonar nuestros principios por cómo funcionan los países “en la realidad”, sino que no se pueden dejar de lado las restricciones existentes, solo porque no nos gustan los frenos que nos ponen.

El autor y referente del anarcocapitalismo, también analizó los logros y supuestas carencias del gobierno de Milei, no desde la realidad de un presidente constitucional con minoría en ambas cámaras, sino que proyectó su desencanto, como si el mandatario argentino fuese un monarca absoluto, que hace lo que se le da la gana.

Puede que Hoppe no sepa cuantos legisladores tiene el oficialismo en Argentina, pero su crítica sobre los valores que Milei defendió históricamente y lo que está pudiendo lograr el gobierno en el primer año de gestión, solo serían compatibles con un rey todopoderoso, que hace y deshace sin pedirle permiso a nadie. Indignado, el intelectual libertario cuestionó que Milei no privatizó, por ejemplo, todas las empresas públicas, como si esto dependiera de una elección del jefe de Estado.

Es lógico que el autor de Democracia, el Dios que falló no esté de acuerdo con que muchos diputados y senadores se nieguen a privatizar empresas, pero, para bien o para mal, Argentina tiene un sistema democrático y republicano y Milei nunca se propuso eliminarlo. El año que viene habrá elecciones legislativas y si la mayoría acompaña se podrán privatizar más empresas y si esto no ocurre, no. Sin embargo, achacarle al presidente no haber obtenido el ideal del primer día es más que un desatino. Hasta puede informarse sobre la propuesta de la primera Ley Bases, que la oposición aclaró que no apoyaría. En realidad, es una pena ver a un prestigioso autor hablando desde el desconocimiento total.

Otro aspecto insólito de la exposición fue la crítica de por qué no cumplió ya con el cierre del banco central y la dolarización. De manera insólita, Hoppe planteó en su conferencia que, simplemente, debía “cerrar el banco central y terminar con el peso”, que lamentó que siga circulando. La abstracción total de la herencia recibida es tragicómica. ¿Sabrá algo de la situación heredada relacionada con los pasivos del BCRA? No hubo mención a nada de todo eso. La conferencia se planteó como si Milei fuese el primer presidente de Argentina o un nuevo mandatario que recibió un país sin endeudamiento ni déficit fiscal. Como si fuera poco, le echó la culpa por el anualizado de la inflación, que dijo que es más alto que el de Turquía. Evidentemente, a Hoppe se le escapó el kirchnerismo, el gobierno de Alberto Fernández y la campaña de Sergio Massa, que se hizo imprimiendo billetitos y multiplicando la base monetaria en Argentina.

Claro que el pasado no puede usarse como excusa, pero pasar del 25 % de inflación a menos del 4 %, que es lo que dará la próxima medición, en el marco de la reducción de subsidios, no parece ser para nada un mal desempeño en el campo monetario. Lamentablemente, para Hoppe, que cuestionó que la gente todavía no esté usando el oro para pagar gastos corrientes (sí, eso dijo), la labor del gobierno actual es solo un poco mejor que la del resto de los presidentes.

Habría que ver dónde se informó el intelectual alemán para su conferencia, ya que, además de las irresponsables descontextualizaciones, dijo algunas cosas que son falsas, como la que este gobierno ha acumulado poder central y no ha avanzado en la premisa liberal de la descentralización del poder. Ya sea por las nuevas iniciativas, como la de puesta en valor de legislaciones antiguas que habían sido ignoradas, Argentina está recuperando un esquema federal como no había tenido probablemente en un siglo. Vale advertir que Hoppe reconoció en su presentación que no sabe demasiado de Argentina, pero se hubiera informado un poco mejor antes de hacer una conferencia de media hora para hablar de lo que ignora por completo.

Resumiendo, no hay por qué considerar que el presidente argentino sí sea un “héroe” necesariamente, que es con la idea que discrepa Hoppe. Pero, si se quiere dar una conferencia sobre un tópico semejante y establecer una posición, habría que brindar mejores argumentos y prepararse un poco mejor.

Fuente: PanamPost

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