China pretende expandir sus mercados internacionales ante las crecientes restricciones comerciales de Occidente; África quiere inversiones que empujen su desarrollo y eleven el valor añadido de sus industrias. Ambos han hallado en las tecnologías verdes un punto de encuentro. Y la macrocumbre de cooperación entre China y África celebrada esta semana en la capital del gigante asiático, en la que ambos bloques han escenificado su idilio económico y geopolítico, ha supuesto la oportunidad perfecta para casar oferta y demanda.
El presidente chino, Xi Jinping, inauguró el cónclave el jueves con un discurso en el que pidió impulsar de forma conjunta una modernización respetuosa con el medio ambiente. “China está dispuesta a ayudar a África a construir motores de crecimiento verde”, señaló ante más de 50 jefes de Estado y de Gobierno de países africanos reunidos en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, un mastodóntico edificio de líneas soviéticas ubicado en la plaza de Tiananmen. El mandatario se comprometió a poner en marcha 30 proyectos de energía limpia como parte del plan de acción para África en los próximos tres años. Anunció ayudas financieras de casi 46.000 millones de euros y la intención de crear un millón de empleos en el continente. El secretario general de la ONU, António Guterres, otro de los invitados estrella al evento, proclamó poco después: “La alianza entre China y África puede impulsar la revolución de la energía renovable. Puede ser un catalizador para transiciones clave en los sistemas alimentarios y la conectividad digital”.
El presidente chino, Xi Jinping se comprometió a poner en marcha 30 proyectos de energía limpia como parte del plan de acción para África en los próximos tres años.
Numerosos factores explican el giro verde de la política china hacia Asia. Quizá el mayor de ellos es la poderosa industria de tecnologías limpias desarrollada de forma planificada —y fuertemente subvencionada—. En la última década ha invertido 10 veces más que toda Europa en la industria solar y sus compañías controlan el 80% de la cadena de valor añadido de esta industria, según un informe de 2022 de la Agencia Internacional de la Energía. “Esto significa que los países del Sur Global interesados en las energías renovables se abastecerán casi con toda seguridad de componentes y conocimientos técnicos procedentes de China”, cuenta Cobus van Staden, uno de los editores de The China-Global South Project y anfitrión del podcast China in Africa, en un reciente artículo sobre la cumbre.
Las exportaciones de lo que China llama el “nuevo trío” —vehículos eléctricos, baterías de iones de litio y productos fotovoltaicos— crecieron un 30% en 2023, según el informe de trabajo del Gobierno chino. La máquina productiva está funcionando a todo gas. Forma parte del nuevo modelo de crecimiento ideado por los líderes del Partido Comunista para dar brío a una economía en fase de desaceleración atravesada por el pinchazo de una burbuja inmobiliaria. Son las nuevas fuerzas productivas, según lo ha denominado Xi Jinping, un lema con ecos marxistas pero proyectado hacia un futuro hipertecnológico.
Pero justo este exceso de capacidad se ha convertido en uno de los principales problemas entre China y Occidente. La Unión Europea y Estados Unidos han reaccionado con incrementos en los aranceles a productos como el vehículo eléctrico y los productos fotovoltaicos chinos argumentando la competencia desleal de una industria fuertemente subsidiada. “Se enfrentan a barreras cada vez mayores en todos sus mercados tradicionales del Norte”, añadía Cobus en una charla en línea con corresponsales la semana pasada. Y una de las salidas es pivotar el suministro hacia lugares como África. También prevé una mayor presencia de grandes tecnológicas chinas —a las que occidente también ha colocado en su lista negra— como Huawei, que podría entrar en juego en la mejora de redes eléctricas en el continente, uno de los campos hacia los que está diversificando la empresa radicada en Shenzhen.
Las exportaciones de lo que China llama el “nuevo trío” —vehículos eléctricos, baterías de iones de litio y productos fotovoltaicos— crecieron un 30% en 2023
La tendencia ya se percibe en la canalización de las inversiones, cuenta Zhao Yage, un ciudadano chino de 44 años, que trabaja como consultor en CHN Energy Investment Group, un gigante estatal chino con intereses en medio planeta. “El Gobierno cuenta con la política y con fondos específicos para apoyarlo”. Zhao se encuentra entre el millar de empresarios y ejecutivos chinos y africanos invitados a un encuentro especial en los márgenes de la cumbre africana en Pekín. Es viernes, y decenas de personas pululan, tejen relaciones con un café e intercambian tarjetas en un vestíbulo del Centro Nacional de Convenciones de Pekín. El primer ministro, Li Qiang, está a punto de dar un discurso. Los sobrios trajes de los asiáticos se mezclan con el colorido de vestimentas africanas.
Oportunidades para las empresas chinas
La oferta china suena bien en los oídos de los representantes africanos. “Es muy interesante porque hoy, en África Central, Gabón es líder en desarrollo sostenible”, afirma Ghislain Moandza Mboma, director general de la agencia nacional de promoción de las inversiones de este país, otro de los invitados. La relación entre China y Gabón es sólida desde hace años. El país asiático es el principal destino de los recursos del país, que exporta principalmente petróleo y manganeso, uno de los componentes de las baterías de litio. Moandza Mboma ha venido a sondear inversores privados. Su agencia pública se despliega en todos los sectores, de las carreteras a la explotación de minas y yacimientos de hidrocarburos. Lo verde, asegura en cualquier caso, se ha convertido en uno de los “ejes estratégicos” de la política de desarrollo en su país.
En África, donde solo un 44% de las personas tienen acceso a electricidad estable, hay una enorme demanda de energía, lo que frena además el proceso de industrialización. “Llenar este vacío de forma sostenible ofrece importantes oportunidades a las empresas chinas”, añade Cobus en su artículo.
China es el mayor prestamista, inversor y socio comercial bilateral de África, pero atrás quedan los proyectos gigantescos de infraestructuras que comenzó a poner en marcha hace una década como parte de la Nueva Ruta de la Seda, el megaprograma con el que pretende conectarse al mundo. El volumen de préstamos alcanzó su máximo en 2016; en 2023 sumaron una quinta parte, y más de la mitad fueron transferencias al sector financiero, lo que en el Global Development Policy Center, de la Universidad de Boston, interpretan como una posible búsqueda de mitigación del riesgo para evitar la exposición de Pekín a los problemas de endeudamiento de los Estados africanos.
Los proyectos verdes, de menor escala y a menudo modulables en su ejecución, encajan con la nueva filosofía del Gobierno chino, resumida en el eslogan: “Pequeño, pero hermoso”. Esto es, proyectos con presupuestos de entre 100 y 250 millones de dólares (entre 90 y 225 millones de euros), plazos de amortización más cortos y el uso de la financiación mixta público-privada.
Cuarta revolución industrial
Los analistas alertan de que el nuevo rumbo, que implicará un incremento notable de exportaciones chinas, podría empeorar el ya inmenso déficit comercial de África con China. Los socios africanos ya han tomado nota de que Pekín no ha cumplido el compromiso de la última cumbre, celebrada en 2021 en Dakar, de comprar bienes africanos por valor de 300.000 millones de dólares (unos 271.400 millones de euros). A lo largo de la cumbre, los líderes africanos han reclamado un mayor acceso de sus productos a la República Popular, y acelerar las transferencias de tecnología china, para elevar sus industrias en la cadena de valor añadido. “En la era de la cuarta revolución industrial [...] la cuestión de la transferencia de tecnología se plantea de forma acuciante para mejorar las capacidades productivas de África y, en consecuencia, reducir la magnitud de nuestro déficit comercial”, apuntó Moussa Faki, presidente de la Comisión de la Unión Africana, el jueves en su discurso inaugural.
“África tiene el potencial, su población es muy joven”, destacaba poco antes de la inauguración de la cumbre Assane Mbengue, presidente de Federación de Asociaciones de Amistad China-África. Este senegalés reclama más producción hecha en África y más intercambios educativos. Él cuenta que vino a estudiar a China en 1978. Ahora, Pekín ha desplegado más de 60 institutos Confucio en su continente. Estas instituciones culturales son a menudo criticadas en Occidente, donde sus opositores les acusan de ser instrumentos de propaganda, de amenazar la libertad académica de sus socios e incluso de albergar espías. En África, uno de los últimos fue inaugurado en diciembre en la Universidad de Venda, en la provincia rural sudafricana de Limpopo. Se trata de un instituto Confucio de Tecnología Verde, donde la enseñanza de chino se combina con la capacitación en energías renovables.
Fuente: El País