Las lecciones que Europa debe aprender de la Segunda Guerra Mundial y evitar en Ucrania

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La guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada hace ya más de dos años, se vio eclipsada -por momentos- por otros conflictos, como los enfrentamientos entre Hamas e Israel o las intimidaciones de China a Taiwán. Sin embargo, muchos actores han comparado este momento con 1938, la previa de la Segunda Guerra Mundial, y advirtieron que Occidente podría evitar un conflicto a gran escala sólo si entiende la coyuntura y sabe actuar consecuentemente.

Kajka Kallas, la primera ministra de Estonia, fue una de las primeras en advertir esto y en llamar a la comunidad internacional a despertar ante el avance ruso. Recientemente, la mandataria explicó que, tal como ocurrió en 1938, los distintos conflictos -entonces las tensiones en Abisinia, Japón y Alemania- no son hechos aislados sino que, a pesar de tener causas inmediatas distintas, todos tienen un denominador común: exponen un campo de batalla interconectado donde se juega la “competencia entre grandes potencias”, cuyos líderes autoritarios ponen a prueba los límites de sus imperios.

“La lección de 1938 y 1939 es que si la agresión da resultado en algún sitio, sirve de invitación para utilizarla en otro lugar”, apuntó.

El medio británico The Guardian sumó al historiador Tim Snyder, quien también consideró este escenario, recordando los sucesos en Checoslovaquia aquel año y resaltando la importancia de una defensa adecuada: “En Checoslovaquia, como en Ucrania, había una democracia imperfecta. Es la democracia más lejana de Europa del Este. Tiene varios problemas pero cuando se ve amenazada por un vecino más grande, elige resistir. En ese mundo en el que Checoslovaquia resiste, no hay Segunda Guerra Mundial”.

Es por ello que, evaluó, si Ucrania se rinde -o peor aún “si nosotros nos rendimos con Ucrania”-, entonces el resultado será diferente. Será “Rusia haciendo la guerra con tecnología ucraniana, soldados ucranianos desde una posición geográfica diferente”, advirtió aunque resaltó que aún hay tiempo para evitar esto: “En ese punto estaremos en 1939 pero ahora estamos en 1938. Lo que los ucranianos nos están dejando hacer es prolongar 1938″.

En la conferencia Lennart Meri en Tallin en mayo, cuyo eje fue la situación en Kiev bajo el lema “No desesperemos, actuemos”, el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, se planteó esta misma pregunta. “Ucrania nos ha hecho ganar tiempo, ¿le daremos un buen uso?”, dijo ante los presentes, en referencia a los “Años de la Langosta” de Winston Churchill (1934-1935), en los que Gran Bretaña lejos de sacar provecho del contexto permitió que Alemania se fortaleciera y rearmara militarmente.

En ese sentido, Johann Wadephul, vicepresidente de la Comisión de Política de Defensa de la Unión Cristianodemócrata Alemana, fue quien se basó en este hecho y planteó el escenario más pesimista, y aún posible.

“Si la guerra sigue como hasta ahora, está claro que Ucrania perderá… no puede resistir al poder ruso, apoyado por Irán, China y Corea del Norte, y otros países como India que sólo miran su propio interés”, apuntó.

Fue entonces que se refirió al rol de los aliados de Occidente en el conflicto, como principal respaldo de Kiev y contrapeso de esta alianza entre regímenes. Europa se presentó, junto a Estados Unidos, como el mayor proveedor de armamento, dinero y demás recursos a Volodimir Zelensky y sus tropas, para poder hacer frente a las agresiones enemigas.

El problema es que todas las asistencias y los envíos se realizaron en el marco de sus economías, que no están adaptadas a un clima bélico, como sí lo está la de Putin. Esto expuso que no siempre es mejor la cantidad que la calidad: la economía occidental ronda los USD 40.000 millones mientras que la de Moscú, los USD 2.000 millones y, aún así, la primera no consigue vencer en el campo de batalla.

A ello se suma que el Kremlin tiene una capacidad de producción de proyectiles de 4.5 millones al año, con un valor de USD 1.000 por unidad, mientras que Estados Unidos y Europa pueden fabricar 1.3 millones a un precio de USD 4.000 cada uno. En otras palabras, se ubican diez casilleros por detrás de Rusia en términos de eficacia.

Emmanuel Macron pronunció el término “economía de guerra” durante la conferencia de tecnología militar Eurosatory en junio de 2022 pero, desde entonces, han habido pocos indicios de una reorganización tal o, incluso, de planes de ella.

“Hay un actor que ha reorganizado su compromiso estratégico para librar una guerra y el otro no. Uno de los bandos no participa en la batalla, ha organizado conferencias de apoyo a Ucrania y, luego, no hace nada más. Pero cuando se trata de pasar a la acción, Rusia 2.0 avanza a pasos agigantados”, dijo Samir Saran, director del think tank indio Observer Research Foundation.

Como consecuencia, Occidente prometió en 2023 el envío de un millón de proyectiles a Ucrania en marzo de este año, de los cuales sólo pudo satisfacer la mitad. Ahora, han prometido dos millones para 2025 -es decir, el doble de sus ambiciones no cumplidas- aunque sin mencionar qué cambios implementarán para no volver a fallar.

Y es casualmente esta ineficiencia la que “dice que si algo así ocurriera en el Indo-Pacífico, no hay ninguna posibilidad contra China”, sumó. “Si no se puede derrotar a una nación de USD 2.000 millones, no piensen que se está disuadiendo a China. China está aumentando sus esperanzas tras su pésima actuación contra un adversario mucho más pequeño”, sentenció.

Sin embargo, Europa también se vería amenazado en otros aspectos más allá del bélico, como en términos de derechos humanos, acceso a recursos y confianza en general -”una catástrofe” según Wadephul-, por lo que la presión ya comenzó a sentirse dentro del bloque, impulsada por los reclamos de Zelensky por demoras y escasez.

Así, por ejemplo, la demócrata alemana Marie-Agnes Strack-Zimmermann apuntó contra Francia por no hacer las suficientes contribuciones a la causa y lo instó a acelerar sus envíos a Kiev. “Tenemos el problema de que mientras Polonia hace mucho como país vecino, mientras Alemania hace mucho, Francia hace relativamente poco”, sostuvo. Emmanuel Macron respondió indirectamente a esta acusación diciendo que “Europa se enfrenta claramente a un momento en el que será necesario no ser cobardes” e incrementó sus muestras de apoyo a Zelensky.

En cambio, otros acusaron a Berlín de no ser del todo consciente de lo que representaría una victoria rusa y, por tanto, no estar a la altura de la respuesta. El ex secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, no tuvo reparos al lanzar su crítica: “El comportamiento de Olaf Scholz (canciller alemán) ha demostrado que, en lo que respecta a la seguridad de Europa, es el hombre equivocado, en el puesto equivocado, en el momento equivocado”.

Lo cierto, resumió el investigador Benjamin Tallis, es que “por mucho que se hable de voluntad política, a lo que nos enfrentamos realmente es a la falta de voluntad política… no definimos la victoria como un objetivo”. “¿Están dispuestos a levantar las restricciones a las fábricas de armas para que funcionen 24 horas al día? ¿Están dispuestos a darles misiles ATACMS y atacar objetivos en Rusia, o conseguir que Alemania les de misiles Taurus?”, ejemplificó Eliot Cohen como algunas iniciativas que los políticos deberían encabezar pero evitan.

Esto, a su vez, repercute en la percepción de la gente sobre los hechos que, al ver que los funcionarios concentran sus esfuerzos en cruces diplomáticos en lugar de buscar estrategias para mejorar la asistencia, no comprende del todo los riesgos.

“Mi principal preocupación es que la guerra está tan alejada de nuestras sociedades que nos cuesta entender lo que requiere el éxito”, lamentó Cohen. “Si preguntas al alemán promedio por la calle ‘¿Realmente reconoce lo que está en juego? Que tenemos que gastar dinero en defensa y no en sanidad’, las respuestas muestran que aún queda mucho por persuadir. Los europeos creen que pueden hacer esta guerra sin pensar que ellos mismos están en guerra”, continuó Wadephul.

Sabine Fischer, analista del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, apuntó que esto podría darse ya que en el eje de estos cruces se encuentran los reales interrogantes que rigen las mentes de los mandatarios: ¿cuáles serían las reales consecuencias para Europa si se produjera una victoria rusa? Putin, ¿apagaría su maquinaria de guerra? ¿Consideraría que sus ambiciones imperiales fueron saciadas?

A los ojos del presidente de Hungría, Viktor Orbán, cercano al Kremlin, “no sería lógico” que Moscú “venga de repente y se trague a todos el mundo occidental”, sobre todo dado que “ni siquiera puede derrotar a Ucrania” de forma holgada. “Las posibilidades de que esto ocurra son extremadamente escasas y sería una locura” pensar en un ataque contra un Estado miembro de la OTAN, por la respuesta que ello conllevaría, agregó.

Sin embargo, otros son más escépticos y dudan que una victoria rusa derive en un clima de paz, considerando las bases de su política exterior, publicadas en 2023, que se centran en la confrontación global con Estados Unidos y la construcción de alianzas para derrotar a Occidente.

Joe Biden fue tajante al referirse a esta cuestión. Durante una entrevista con la revista Time alertó que “si dejamos que Ucrania se hunda, recuerden mis palabras, verán como Polonia se va y verán cómo todas esas naciones a lo largo de la frontera real de Rusia, de los Balcanes y de Bielorrusia van a hacer sus propios acomodos”.

Un ex comandante de la OTAN bajo condición de anonimato planteó otro escenario, no menos grave. A su entender, los Estados del Este podrían actuar incluso antes de una jugada de Putin, elevando también la tensión a nivel global.

“Si Ucrania fracasa, estoy seguro de que nuestros aliados polacos no van a sentarse detrás del río Vístula y esperar a que sigan viniendo. Creo que los aliados rumanos no van a sentarse detrás del río Prut y esperar a que Rusia entre en Moldavia. Así que la mejor manera de evitar que la OTAN se vea implicada directamente en un conflicto es ayudar a Ucrania a derrotar a Rusia en Ucrania”, explicó.

Fischer retomó esta idea y advirtió que “el poder de cohesión de la Alianza se vería sacudido hasta la médula, mientras Rusia seguiría debilitando a Europa desde adentro, mediante alianzas con partidos populistas chovinistas de derecha”, a la par que se verían otras consecuencias como “una nueva oleada de refugiados, guerras partidistas y cambios drásticos en la economía, la política y la sociedad”.

Wadephul culpó -en gran parte- de que aún esté vigente este escenario a los dirigentes que buscan desestimar la amenaza rusa ante el pueblo. Scholz y su lema “una paz segura”, dijo, son un claro ejemplo de ello.

El canciller ha evitado referirse a una derrota rusa como objetivo del Gobierno y, en su lugar, aboga por la paz y la calma, algo que le costó la crítica de cinco historiadores que lo acusaron de no estar dispuesto a aprender de las lecciones del pasado ni a reconocer las reales intenciones de Rusia, de destruir a Ucrania, en una carta abierta.

“El Canciller y la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), al trazar líneas rojas no para Rusia sino para la política alemana, debilitan su seguridad y benefician a Rusia”, escribieron antes de instar a las autoridades a elaborar una estrategia para la victoria de Kiev.

En su lugar, desde Ucrania consideran que es crucial dejar de evitar el problema y hacerle frente con cambios rotundos y rápidos. Un asesor militar de Kiev sostuvo que “necesitamos un plan central como en la Primera o la Segunda Guerra Mundial”.

“Si los gobiernos tienen una necesidad vital, una empresa no debería tener la capacidad de obtener todo el beneficio que quiera. Debería estar regulada. La industria de guerra requiere instituciones nacionales y un comité a nivel nacional que regule los precios”, continuó.

Europa aún enfrenta faltantes de baterías Patriot y cazas F-16, entre otras piezas clave para la defensa y el contraataque, y no presenta ninguna señal de cambio en las políticas europeas.

“No hemos creado las condiciones adecuadas para una victoria ucraniana con nuestros planes porque los líderes políticos no han comunicado aún el objetivo. (Si esto ocurriera) los líderes militares podrían decidir fácilmente lo que se necesita pero, tal como están las cosas, solo damos lo suficiente para que Ucrania sobreviva”, reflexión Michael Bohnert, ingeniero de la Rand Corporation, sobre las consecuencias de las posturas diversas y la falta de compromiso de los políticos.

En las próximas semanas, los líderes del G7 se reunirán en Italia para su habitual cumbre mientras que en julio se celebrará en Washington el 75 aniversario de la OTAN, también con la presencia de sus miembros. Será allí, entonces, donde quedará expuesto si Occidente abrió los ojos y tomó nota de las lecciones del pasado o si, en su lugar, seguirá como lo hizo hasta ahora, allanando el camino a Putin, Xi Jinping y cualquier otro líder autocrático.

Fuente: Infobae

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