Chamorro, Bachelet, Kirchner... : México entrará a la lista de países latinoamericanos con mujeres presidentas

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“Aquí la única que manda soy yo, Violeta Barrios de Chamorro”. Con esta frase se defendía en 1990 en una entrevista con EL PAÍS la entonces recién electa presidenta nicaragüense tras derrotar al exguerrillero sandinista Daniel Ortega. La primera jefa de Estado elegida en las urnas en América quería despejar las suspicacias de quienes no podían creer que una mujer pudiera dirigir un país, al menos no sin un hombre detrás. “Ya sé que dicen que soy completamente analfabeta, pero no me importa, por un oído me entra y por el otro me sale; yo mando en la UNO [Unión Nacional Opositora], y nadie me dice lo que tengo que hacer. Todo lo que se diga sobre si manda éste o el otro es una tontería. A mis ministros los nombraré yo”, insistía.

Antes de ella hubo otras: la argentina María Estela Martínez de Perón (1974-1976), la boliviana Lidia Gueiler Tejada (1979-1980) y la haitiana Ertha Pascal Trouillot (1990-1991), pero ocuparon sus cargos de manera interina. Barrios de Chamorro fue la primera elegida por voto popular para ese cargo. Y, aunque más de tres décadas después las mujeres todavía no lo tienen fácil en la política, esa lista ya la conforman 15 mujeres que han estado al frente de una decena de países y cerca de 20 si se cuenta a primeras ministras y gobernadoras de las islas del Caribe.

 María Estela Martínez de Perón, "Isabelita", en Buenos Aires, en 1974.EDUARDO DI BAIA (AP)
A todas ellas se les unirá el domingo la primera presidenta de México: Claudia Sheinbaum, del oficialista Morena —que lidera holgadamente las encuestas—, o Xóchitl Gálvez, de la coalición opositora Fuerza y Corazón por México. Y aunque el género no implica automáticamente una agenda para mejorar las condiciones de las mujeres, con la más que probable llegada a la Presidencia de una de ellas se romperá un nuevo techo de cristal en uno de los mayores países de América Latina. Cuando la sucesora de Andrés Manuel López Obrador tome el poder, las mayores cuatro economías de la región —Brasil, México, Argentina y Chile— habrán estado dirigidas en algún momento por mujeres.

“Por primera vez en el México contemporáneo, el México independiente, 200 años después, una mujer va a ocupar la Presidencia, entonces eso en términos simbólicos es muy importante”, dice la investigadora asociada del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en género, violencia y políticas públicas Ana Gabriela Rincón. Sin embargo, cree que falta mucho para que sea un logro completo en un país donde once mujeres son víctimas de feminicidios cada día. “Sucede como en el caso de [Barack] Obama. No significa que porque él haya llegado todos los problemas de la población afroamericana se vieran solucionados. Sin embargo, sí es importante sobre todo porque representan referentes”.

Ese fue el caso de la chilena Michelle Bachelet, que gobernó su país en dos ocasiones, entre 2006 y 2010 y entre 2014 y 2018. “Después de tener una mujer presidenta de la República, que además fue elegida por segunda vez democráticamente, salió de su primer Gobierno con una popularidad gigantesca y ocupó cargos importantísimos en Naciones Unidas, las jóvenes y las niñas chilenas no ven un horizonte limitado. El horizonte está completamente abierto”, afirma la periodista chilena Patricia Poltizer, autora del libro Bachelet en tierra de hombres.

Ella es una de las dos mujeres que más tiempo ha estado en la presidencia de un país, junto con la argentina Cristina Fernández de Kirchner. Ambas estuvieron ocho años. En el continente solo las supera la ex primera ministra de Dominica Eugenia Charles, quien dirigió la isla caribeña por tres mandatos consecutivos y durante más de 14 años entre 1980 y 1995.

Y aunque la brecha en materia de género e inclusión política sigue siendo enorme —solo hay que mirar alguna de las fotos de esas cumbres iberoamericanas en las que las corbatas y guayaberas masculinas ganan por goleada a las faldas y tacones— , América Latina y el Caribe han llegado a ser punteros en la representación femenina política a nivel mundial. Así fue en 2014, cuando la región tuvo más jefas de Estado y de Gobierno que ninguna otra, cinco: Bachelet, Fernández de Kirchner, la brasileña Dilma Rousseff, la costarricense Laura Chinchilla y Kamla Persad-Bissessar, la primera ministra de Trinidad y Tobago.

En la actualidad son solo dos: Xiomara Castro, en Honduras, y Dina Boluarte en Perú. Y la situación en otros círculos de poder político y judicial también dista mucho de la paridad. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2022, solo un 28,7% de los gabinetes ministeriales, un 30% de los máximos tribunales y un 34,9% de los gabinetes ministeriales estaban ocupados por mujeres.

La llegada de una mujer al poder, si bien es simbólica, no implica avances automáticamente en materia de género. En el caso de Bachelet lo fue porque llegó a La Moneda con la agenda de defensa de los derechos humanos y de las mujeres con la que había estado comprometida desde joven y con un estilo de liderazgo más horizontal, como apunta Poltizer. “Hay temas que para las mujeres son prioritarios y que, cuando los mandatarios son hombres, suelen quedar relegados como, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la sexualidad, temas como el aborto, como la píldora del día después, como el cuidado de los niños... Son temas que van quedando un poco atrás en el debate público, salvo que haya una mujer con poder que los ponga sobre la mesa y los convierta en políticas públicas”, dice.

Sin embargo, recuerda que la primera presidenta chilena también tuvo que enfrentarse al machismo y a esa sombra compartida con la nicaragüense Violeta Barrios de Chamorro y con otras tantas lideresas de que ella estaba lo suficientemente preparada como para dirigir, en su caso la cuarta mayor economía latinoamericana. “Muchas veces su propio sector no lograba entender el tipo de liderazgo que ejercía”, señala la periodista y escritora. “Algunos creían que elegir a Michelle Bachelet era simbólicamente importante por ser la primera mujer en llegar a la Presidencia de la República, pero que sería el Club de Toby de la política el que seguiría manejando las políticas públicas y la marcha del país. Y eso no fue así. Michelle Bachelet entendió de inmediato que esa eran las intenciones de algunos de sus amigos y no estaba dispuesta a permitirlo”.

En el caso de la actual carrera a la presidencial mexicana con las dos principales contendientes mujeres, Ana Gabriela Rincón también ha identificado esas actitudes machistas y paternalistas. “Los medios de comunicación y la sociedad en general también han participado en replicar los estereotipos de género en el papel que han tenido Claudia y Xóchitl. Las mujeres hemos sido vistas siempre como sujetos de tutela y aquí ha salido como a relucir. Insistimos en colocar a las mujeres como sujetos subordinados sin capacidad de una visión propia de una agenda propia”, lamenta.

La académica considera que en materia de género las tres plataformas de los contendientes a la presidencia de México —junto con Sheinbaum y Gálvez se disputa la presidencia Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano y muy por abajo en las encuestas— le quedan mucho a deber a las mexicanas ante la situación tan difícil que viven. Pero es optimista con que la llegada de la primera presidenta sea positiva para las mujeres.

“Yo sí espero por la trayectoria particular de las dos que haya un cambio, pues vienen de sectores que están altamente profesionalizados, cuentan con con trayectorias académicas, empresariales y políticas importantes. Entonces, el mero acceso a esos espacios transforma la subjetividad”, señala. “Sí habría cierto cambio, aunque no necesariamente el que queremos o el suficiente”. Y frente a los enormes retos que deberán enfrentar en cuanto a las urgencias de las mujeres en un país muy violento para ellas, advierte que, como el actual Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien gane el domingo deberá enfrentar una “fuerte presión” de los poderosos colectivos feministas.

“A la mayoría nos alegra, consideramos positivo que llegue una mujer, pero eso no significa que no sigan las demandas por la erradicación de la violencia hacia mujeres y niñas”, dice. En el país de las cruces rosas en los terrenos baldíos que recuerdan a las asesinadas, el de las miles de madres que buscan a sus hijos desaparecidos bajo tierra en los descampados, en el que reconoció por primera vez oficialmente los feminicidios, ese será sin duda uno de los retos más urgentes de la próxima presidenta, la primera de México.}

Fuente: El País

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