Afectados por la vacuna de AstraZeneca piden reconocimiento después de que la empresa admitiera efectos adversos: “No es justo que nos dejen de lado”

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La vida de Ignacio no ha vuelto a ser igual desde que en 2021 recibió la segunda dosis de la vacuna AstraZeneca contra el Covid. Apenas unos días después de esa cita, este hombre de entonces 60 años de edad y sin problemas de salud previos, comenzó a tener dolores en la pierna y fiebre, por lo que acudió a su centro de salud y allí le dijeron que se debía a los efectos secundarios de la vacuna y que mejoraría en unos días. Sin embargo, lejos de mejorar, Ignacio (nombre ficticio) tuvo que acudir a Urgencias porque comenzó a tener dificultades para respirar y dolor en el tórax, y tras hacerle una radiografía, los médicos detectaron una mancha en el pulmón. En un escáner posterior, comprobaron que un trombo formado en la pierna se le había desplazado al pulmón, por lo que le diagnosticaron un infarto pulmonar.

A partir de ese momento, los médicos le recomendaron tomar un anticoagulante en pastillas (Eliquis) y, tres años después, sigue pagando el medicamento en su totalidad, unos 80 euros mensuales por cada caja, ya que la sanidad pública solo lo financia en casos muy concretos. “A raíz de la vacuna tuve un trombo y ahora la seguridad social ni siquiera cubre el medicamento”, lamenta el paciente, que actualmente lo sigue tomando por prevención. Más allá de los cerca de 3.000 euros que ha tenido que desembolsar, a Ignacio lo que realmente le preocupa es cómo su salud se ha deteriorado desde entonces, teniendo en cuenta que era una persona “sana, sin patologías ni antecedentes familiares”, explica a Infobae España, pues los intensos dolores ya no le permiten atender la huerta ni utilizar la bicicleta como antes a pesar de ser un ciclista experimentado.

“Me noto más cansado y tengo dolores de espalda desde entonces. Ahora ya no puedo subir cuestas con la bici porque me falta el aire, y no es que sea un aficionado, porque siempre he practicado ciclismo. No me ha quedado más remedio que comprarme una eléctrica”, dice con resignación.

Además, su preocupación no ha hecho más que aumentar desde que el pasado mes de abril la propia farmacéutica AstraZeneca reconociera oficialmente ante los tribunales británicos que su vacuna contra el Covid puede desencadenar el síndrome de trombosis con trombocitopenia (TTS) en “casos muy raros”. Se trata de un efecto secundario grave que consiste en la formación de coágulos sanguíneos y un bajo conteo de plaquetas (células esenciales en la coagulación).

Cabe recordar que la declaración de AstraZeneca se produjo en el contexto de una demanda colectiva que se inició en Reino Unido, donde se alega que el fármaco, producto de la colaboración entre la compañía farmacéutica y la Universidad de Oxford, sería la causa lesiones graves en un número limitado de casos.

Denuncia ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional
“El hecho de que AstraZeneca haya reconocido que la vacuna puede originar esa patología nos genera mucha impotencia, porque ahora qué van a hacer los pacientes que, como mi marido, han quedado dañados de por vida cuando eran personas sanas”, se pregunta la esposa de Ignacio, que prefiere también mantenerse en el anonimato, al tiempo que expresa su temor ante la posibilidad, tal y como indican las estadísticas, de que en unos años “el trombo pueda volver a repetirse”. Si bien son conscientes de que la vacunación ha sido y es una herramienta fundamental en la lucha contra el Covid, también buscan respuestas ante estas últimas informaciones. “No sabemos a quién recurrir”, añade la mujer angustiada, si bien la Asociación El Defensor del Paciente ha presentado una denuncia ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional para que investigue los posibles efectos adversos de la mencionada vacuna “ante la ya consabida gravedad de lo acontecido y tras haber sido reconocido por el propio infractor”.

Más investigación para “evitar que ocurra en un futuro”
El reconocimiento de esos efectos adversos de la vacuna contra el Covid por parte de AstraZeneca, después de “tres años muy duros”, ha supuesto un “aliento” para la Asociación de Trabajadores Esenciales Afectados por la Vacuna de AstraZeneca (Ateava), pues ha evidenciado que “el problema es real” y que las personas afectadas “no mienten”, por lo que siguen reclamando “reconocimiento, una asistencia sanitaria adecuada y más investigación”. “Hemos demostrado que ni somos antivacunas ni tenemos problemas de salud mental ni exageramos. Nos tocó la peor parte y, de hecho, entendemos que era para bien, pero tenía unos riesgos y nos tocó a nosotros, por eso no consideramos justo que se nos deje ahora de lado”, sostiene Leticia Bravo, presidenta de Ateava. Al ser profesora, al igual que ocurrió durante la pandemia con los trabajadores sanitarios o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, fue de los primeros grupos de profesionales que recibió la vacuna contra el Covid.

En su caso, cuando la recibió en 2021 tenía 49 años y, desde entonces, su vida también ha sido mucho más complicada. Le diagnosticaron encefalomielitis miálgica, una enfermedad también conocida como “fatiga crónica”, que le impide realizar las actividades del día a día con normalidad, pues además de provocar un cansancio continuo, los mareos, problemas de concentración o dolores de cabeza también son frecuentes. “Es un trastorno complicado bastante incapacitante”, explica Leticia desde la cama, ya que “es uno de esos días malos” en los que la enfermedad no le ha dejado ni levantarse.

Además, las consecuencias para los afectados no solo se traducen en incapacidades o bajas laborales, aclara la docente, sino que muchas personas necesitan rehabilitación o dispositivos como sillas de ruedas y “lo tienen que pagar de sus bolsillos con enormes dificultades”. También reclama que no solo se consideren como efectos adversos de la vacuna de AstraZeneca los casos de tipo trombótico, pues tal y como demuestra su caso, hay personas con otros muchos trastornos.

Por ello, desde Ateava insisten en la importancia de que “se reconozca el origen de la vacuna como causa de sus patologías”, ya que hasta el momento ha sido muy complicado de demostrar, al tiempo que reclaman más investigación para evitar casos similares en un futuro. “Necesitamos más investigación porque aunque quizás el beneficio ya no sea para nosotros porque ya vamos tarde, sí puede ser decisivo como prevención para que esto no vuelva a suceder, porque habrá más pandemias o más situaciones en las que estas vacunas puedan ser necesarias”, concluyen.

Fuente: Infobae

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