El desafío de la revolución china. ¿Está Europa preparada?

MUNDO Eva Perea*
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Vehículos chinos para exportación en el puerto de YantaiAFP

Imaginemos un sector clave que emplea a una buena parte de la población más cualificada. Ahora, supongamos que junto a este sector se sitúa una enorme industria auxiliar de componentes.
Este sector no solo es líder en innovación, sino que también impulsa los mayores avances científicos. Está dominado por empresas americanas, europeas y japonesas, y España logró posicionarse como la quinta potencia mundial en este ámbito.

Ahora, de repente, este sector está experimentando una revolución tecnológica que lo cambia todo. De la noche a la mañana, un nuevo competidor entra en escena y pretende llevarse la mayor parte del mercado.
 
Esta situación es la que se da hoy en la industria del automóvil. Por enmarcar el sector con unas cifras, solo en España se vendieron casi un millón de automóviles nuevos en 2023.
Las marcas más vendidas fueron, por orden decreciente, Toyota, Kia, Volkswagen, Hyundai y Seat, representando a empresas japonesas, coreanas y europeas.
A nivel mundial, se venden 93 millones de coches nuevos al año, la mayoría con motores de combustión, procedentes mayormente de estos países y de Estados Unidos.
A partir de 2035, los coches nuevos en la Unión Europea deberán ser eléctricos. Hasta aquí todo bien, sobre todo si esta medida consigue limitar las emisiones de dióxido de carbono.
El problema surge si continuamos con la tendencia actual del mercado, ya que la mayoría de estos vehículos podrían ser de producción china, es decir, no japoneses, europeos ni estadounidenses.
El principal exportador serán Tesla, sus vehículos producidos en Shanghái, la mayor planta del mundo, con una producción anual de más de un millón de vehículos.
Le seguirá SAIC (anteriormente conocida como Shanghái Automotive Industry Corporation, SAIC Motor es una empresa estatal y uno de los seis grandes fabricantes de automóviles en China propietaria de MG, de origen británico).
A continuación, iría BYD (que curiosamente significa Build your Dreams, construye tus sueños), y, en cuarto lugar, Geely, propietaria de Volvo, y que significa «felicidad».
Marcas relativamente nuevas y hasta ahora desconocidas por el ciudadano de a pie.
Los coches chinos tienen una tecnología tan avanzada como la de cualquier otro país, son atractivos, eficientes y, además, un tercio más baratos. Esta es la razón de su éxito en los mercados internacionales.
Desde hace dos décadas, China ha estado aplicando una estrategia de exportación a bajo precio, aprovechando sus sueldos relativamente bajos, la copia de tecnología y la legislación laxa en aspectos laborales y medioambientales, entre otros.
En 2022, la Unión Europea exportó a China por valor de 230 mil millones de euros, mientras que las importaciones de ese país resultaron ser casi el triple: 626 mil millones de euros.
Mantenemos con China un déficit comercial inmenso y muy preocupante. Si bien es cierto que nuestras exportaciones van en aumento, las importaciones del gigante asiático se están disparando a un ritmo vertiginoso, lo que aumenta nuestra dependencia.
El presidente de la República Popular China, Xi Jinping, se encuentra actualmente en Europa, visitando Francia, Serbia y Hungría, además de reunirse con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La Comisión Europea está precisamente investigando los subsidios que el Gobierno chino estaría dando a varias industrias estratégicas chinas, incluida la de los coches eléctricos.
Si se confirman las sospechas, significaría que China está compitiendo de manera desleal, lo cual va en contra del mandato de la Organización Mundial del Comercio.

Tal vez aún estemos a tiempo de frenar, o al menos mitigar, el impacto que esta irrupción del coche eléctrico chino tendrá en nuestra industria automotriz. Si los precios reales de los automóviles chinos son similares a los nuestros, podremos hacerle frente a la avalancha.
Por otro lado, sin recurrir a proteccionismos anticuados, sino en aras de la sostenibilidad económica y medioambiental, podríamos animar a los ciudadanos a reconsiderar sus decisiones de compra.
¿No tendría sentido preferir coches fabricados en Europa en lugar de en China?
Ya hemos perdido parcialmente muchas de nuestras manufacturas: textil, juguetes, química, maquinaria, naval... Gran parte se ha trasladado a China. Igual que los ordenadores, los móviles, la electrónica en general. ¿Vamos a permitir que también se vaya la industria automovilística?
Hace unos días, alguien preguntaba: si sabemos que China está dominando las exportaciones mundiales de manera desleal, ¿por qué no hacemos algo al respecto?
La respuesta se resume en dos preguntas: ¿Quién puede detenerlos? ¿Cómo hacerlo? No es fácil. Una Comisión Europea fuerte y poderosa, capaz de hacerse respetar, sería de gran ayuda.
Lo que realmente cuenta es la decisión de los ciudadanos, que son los consumidores y los que detentan el poder. Debemos fomentar el consumo local. No solo en frutas y verduras, sino también en coches. Es hora de tomar conciencia y actuar en consecuencia para proteger nuestra economía y nuestro futuro.
Eva Perea, profesora de Dirección de Empresas de la Universitat Abat Oliba CEU y autora de ‘Accesing the Chinese market. A critical look at the challenges and best practices of Spanish firms’

*Para El Debate

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