El Nobel a María Corina Machado y el silencio cómplice de la izquierda global

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Hace semanas fuimos testigos de un acontecimiento que le dio la vuelta al mundo y generó reacciones airadas tanto en América como Europa; el Comité Noruego del Nobel de la Paz otorgó tal distinción a la activista, líder y política venezolana María Corina Machado por su «lucha incansable por los derechos democráticos del pueblo venezolano y su compromiso con una transición pacífica hacia la democracia». Esto más que ser un premio por sí solo, es el reconocimiento y visibilización a la labor de años para lograr una vuelta a la democracia en Venezuela. Ha solidificado una plataforma de lucha que está repartida allí donde hay cada venezolano en el mundo, demostrando que somos más que los estereotipos negativos que nos endilgan.

El reconocimiento reafirma que las herramientas de las democracias también son las de la paz. Por lo que esta decisión puede interpretarse como un mensaje geopolítico, que «la lucha pacífica por la libertad sigue siendo el camino legítimo hacia la democracia». Este importante galardón viene a consolidar su figura como símbolo internacional de la resistencia cívica ante la represión autoritaria y mezquina que le niega la libertad a su pueblo y funciona como un «espejo» que recuerda a la comunidad internacional que «sigue observando a quienes restringen y combaten la libertad».

Tras el conocimiento de la noticia, Machado lo dedicó a «cada venezolano» y lo consideró un «logro de toda una sociedad». El otorgamiento del Nobel de la Paz a Machado eleva la lucha democrática venezolana a la máxima esfera de la atención mediática global, transformándola en un asunto que el régimen ya no puede ignorar ni tapar con el dedo fácilmente.

El desafío de la hipocresía regional no pasó desapercibido. En México la Presidenta Sheinbaum a pesar de su compromiso con la lucha feminista se remitió a un “sin comentarios”; un silencio aún más notorio que la airada respuesta de Petro en Colombia, quien felicitó a Machado eso sí, no sin la ponzoña que lo caracteriza y en el mismo mensaje le pidió que ayudara a «iniciar conversaciones para un gran diálogo político» y le instó que explicara por qué solicitó ayuda a un «criminal contra la humanidad, con orden de captura internacional» (en referencia a un líder israelí) en 2018 para llevar la democracia a Venezuela. No obstante, otros políticos, como la exalcaldesa de Bogotá, Claudia López, criticaron a Petro por evitar condenar a Nicolás Maduro y por no reconocer la existencia de una dictadura en Venezuela. Es de recordar que ambos mandatarios son izquierda. Más allá de la región, el presidente Putin de Rusia ha llegado a declarar que este premio ha sido otorgado en ocasiones a personas que no han hecho nada por la paz.

Las organizaciones feministas y que tienen como causa el empoderamiento de la mujer en cualquier espacio han guardado un silencio ensordecedor ante tal distinción; reafirmando que los logros solo se reivindican si la mujer comparte su ideología de ultraizquierda, negando la plataforma a una líder por el simple hecho de ser una disidente política. Esto desnuda la naturaleza selectiva y sectaria de su lucha y quienes están detrás de ella, mostrando con una irrefutable contundencia el ímpetu sectario, odioso, discriminador y por demás, egoísta que se mueven donde el péndulo del redito político les señale la próxima “causa mediática” que organizar. El mensaje es claro: la defensa de los derechos humanos y la democracia debe ser universal, no selectiva ni supeditada a la ideología política del oprimido.

Este Nobel de 2025 es visto como una especie de «impulso simbólico» que «enciende la llama del cambio» en un país desgastado, arruinado, a ratos desesperanzado por su caída en la calidad de vida y que ha perdido aproximadamente a 7,7 millones de habitantes desatando un éxodo sin precedentes en la historia; perdiendo un capital humano formado y que está ayudando a reforzar otros países con el anhelo de volver para reconstruir y servir al suyo. Por tanto, los retos que plantea para superar el autoritarismo, según el contexto actual, incluyen:

Transformar el prestigio en herramienta colectiva: Existe el riesgo de tensiones internas en la oposición si el liderazgo de Machado se percibe con «excesivo personalismo». El desafío es convertir el prestigio del Nobel en una «herramienta colectiva, no en un estandarte individual».

Restitución de la libertad política y el Estado de Derecho: La clave principal es «mantener el foco en lo esencial: la restitución de la libertad política y el Estado de derecho en Venezuela», la liberación de los presos políticos y el establecimiento de una hoja de ruta que permita una transición ordenada y cívica que garantice recuperar el hilo democrático.

Movilización y Presión: El reconocimiento puede servir como «catalizador para la movilización ciudadana», «estímulo moral para la oposición a Maduro» y «presión diplomática para las potencias que aún mantienen contactos con el chavismo».
Desde el punto de vista de la región, el liderazgo de Machado impulsa los siguientes hechos:

Duro e inesperado golpe a la «tiranía cubana»: Machado afirmó que «Una Venezuela liberada va a representar un golpe, para mí letal, a la tiranía cubana».
Aislamiento del régimen: El premio intensifica que se da cuenta que «Maduro está aislado y tiene los días contados» pues pocos se jugarán su credibilidad por sostener un régimen que tiene pies de barro.
Fortalecimiento de países afines: La líder opositora destacó su amistad y respeto con el presidente argentino Javier Milei, afirmando que ambos países deben «fortalecerse unos a otros de cara a una futura transición democrática».
Compromiso de organizaciones regionales: La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) felicitó a Machado y reafirmó su «compromiso con los valores que promueven la paz a través del diálogo y la cooperación en Iberoamérica».
Este escenario, impulsado por el Nobel de la Paz, configura un escenario ineludible para los países de la región para definir una posición clara, dificultando el mantenimiento de una postura ambigua o la continuidad de negocios «como de costumbre» con Caracas.

El mensaje a la diáspora engloba varios hitos, siendo, sobre todo, un estímulo moral y un llamado a la acción. El galardón es un espaldarazo a la lucha y dolor de quienes han sido testigos y víctimas de la crisis y reconocimiento a la resistencia cívica que ha documentado los crímenes del régimen. Finalmente, el reconocimiento internacional llama a la movilización y activismo global. La diáspora recibe una especie de mandato moral para manifestar con más contundencia su activismo en los países donde se encuentre, presionando a los gobiernos de éstos para que mantengan la firmeza contra Caracas y apoyen una hoja de ruta democrática de la oposición. La esperanza se reaviva: «Estamos en el umbral de la victoria».

Fuente: PanamPost

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