¿Caerá en desuso el periodismo?

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El periodista Luis Majul anunció este fin de semana una entrevista con el presidente Javier Milei, donde prometía hacerle todas las preguntas incómodas. Entre ellas, su relación con algunos periodistas, que lo acusan permanentemente de atentas contra la libertad de expresión desde el gobierno.

Sin embargo, el mandatario aseguró que él no utiliza ninguna herramienta del Estado para atacar a ningún periodista ni medio, por lo que responde como un mero ciudadano desde sus redes sociales a los ataques, que muchas veces son sin ningún fundamento. Aunque este debate llegó a un punto muerto, debido a que uno manifestaba que se trataba de un derecho a la simple respuesta (ya que los presidentes no tienen menos derechos que el resto de la ciudadanía) y el otro se refería al tema de la “asimetría de poder” entre un mandatario y un comunicador, vale hacer algunas reflexiones.

Según Milei, en el periodismo existe cierto nerviosismo por la verdadera “democratización” de la comunicación que aportó las redes sociales. El presidente resaltó que ahora el archivo ya no es monopolio de los medios y que cualquier usuario lo tiene a disponibilidad, en un marco de horizontalidad comunicacional, como ofrece la red social X. Desafortunadamente, en países de tradición democrática como Brasil, esto parece ser ya inaceptable para la dirigencia política tradicional.

Aunque esté claro que en Argentina hay libertad de expresión plena, es posible que estemos viviendo una transición que, como mínimo, cambiará el mundo periodístico como lo conocemos. Es claro que hay una revolución en marcha, aunque muchos comunicadores tradicionales se resistan y despotriquen.

El periodista Marcelo Longobardi, que suele criticar al presidente públicamente hasta por no recibir una respuesta en su WhatsApp, ahora se expidió contra el ministro de Economía, Luis Caputo, por la nueva transmisión en internet que hace con sus colaboradores. “Hablan entre ellos”, recalcó el veterano conductor de radio.

Es clara la indignación que siente Longobardi, como también los motivos de ella. En la actualidad ve cómo el rol de intermediario de los periodistas tradicionales va quedando vetusto. Esto queda demostrado perfectamente, debido a que, como hace Milei en sus redes, Caputo se dio cuenta que puede comunicar de forma directa, a diferencia de lo que sucedía con sus antecesores, que debían acudir a la prensa tradicional.

Claro que el área informativa no es el único monopolio que perdieron los periodistas de toda la vida (que manejaron siempre cierta soberbia por su oficio y atributos). Hoy, cualquier teléfono celular es equivalente a un estudio de televisión y cualquiera puede opinar o hacer análisis político. Los videos y las transmisiones se comparten por las redes y los usuarios eligen con sus clics y su tiempo quien va a monetizar y quien no.

Entre las lecciones que los periodistas del cada vez menor “mainstream” tienen que entender es que la información, ya vuela y les pasa por arriba. Quienes quieran reportar, van a tener que buscar fuentes y primicias. En cuanto a opinión, ya lo hace cualquier persona desde su casa. Ahora, en este campo, se compite de igual a igual y lo que vale es el análisis, no el nombre o la trayectoria de quien los emite.

Los avances tecnológicos “jubilaron” oficios sistemáticamente, mientras fue avanzando la modernidad. Aunque muchas “fuentes de trabajo” quedan por el camino, nadie puede negar que el balance del desarrollo termina siendo mejor para todos. Sin embargo, el periodismo no tiene porque terminar extinguido como los dinosaurios. Los comunicadores deben comprender los tiempos que corren, que hay competencia, que ya no tienen el monopolio y que habrá que ganarse el sueldo ofreciendo algo distinto, de calidad y que las personas escojan voluntariamente.

Los periodistas jóvenes lo entienden a la perfección. No se quejan, se adaptan y muestran sus ventajas comparativas. Varios, incluso, comenzaron en los medios tradicionales, pero comprenden las reglas del nuevo juego.

Como sucede en todas las otras ramas de la actividad económica, hay que adaptarse al nuevo mundo. Encerrarse en los comportamientos corporativos y en la nostalgia de otros tiempos, lo único que va a hacer es que muchos veteranos de los medios se terminen alejando más y más de la opinión pública, siendo cada vez menos rentables.

Aunque siempre es válido y necesario el debate sobre la libertad de prensa, hay que reconocer que la misma (que es sagrada y debe ser inviolable) es una consecuencia de algo más grande y general: la libertad de expresión. Cuando se vulnera de alguna manera la posibilidad de expresarse libremente, siempre el poder encontrará los mecanismos para tener una prensa a medida y cómoda. La verdadera garantía de la libertad de prensa es garantizar antes, como eje general, la libertad de expresión. La prensa libre no es más ni menos que una consecuencia de eso. No es la única.

Fuente: PanamPost

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