El peso argentino podrá ser más fuerte que el dólar, pero igual habrá que eliminar el banco central

MUNDO - ARGENTINAAgencia 24 NoticiasAgencia 24 Noticias
Milei-caputo

Hace unos años entrevisté a un importante empresario paraguayo que estuvo cerca del expresidente argentino Carlos Menem en sus últimos días de gobierno. Le pregunté cómo se sentía el riojano por entonces y de qué se arrepentía, en vísperas de entregarle las llaves de la quinta de Olivos y la Casa Rosada a Fernando de la Rúa.

Mi interlocutor no dudó ni un instante a la hora de articular la respuesta, ya que Menem se lo había dicho muy claro y lo tenía muy presente. Antes de dejar el poder, al exmandatario lo atormentaba una idea: no haber dolarizado directamente, en lugar de implementar la caja de conversión del “1 a 1”. Palabras más, palabras menos, el hombre más razonable de la historia del peronismo dijo que, lamentablemente, apenas él dejara el gobierno, eventualmente se volvería al populismo monetario. Y así fue. Solamente dos años hicieron falta para que eso sucediera.

Para bajarle el precio, el escritor Jorge Asís suele tildar a Javier Milei como el “Menem trucho”. Sin embargo, más allá de lo que pretende ser una cómica analogía, el autor parece evitar el análisis económico serio a la hora de trazar su paralelismo. En varias oportunidades, el actual mandatario destaca que el plan de estabilización y saneamiento del balance del banco central que lleva adelante su equipo económico se está haciendo “sin vulnerar derechos de propiedad”.

Todos recordamos que, tanto antes de la aplicación del programa de la convertibilidad como al momento de su salida, los derechos de propiedad fueron vulnerados. Al principio se hizo el Plan Bonex en 1989, que convirtió compulsivamente a los depósitos en plazo fijo en bonos y luego se hizo una bruta devaluación con Eduardo Duhalde en 2002, que pulverizó el poder adquisitivo de los pesos en poder del público.

Aunque todavía muchos argentinos no lo terminen de comprender del todo, en la actualidad se están sentando las bases, no solamente para ir hacia un proceso de estabilización, sino para que el mismo sea sin estafa de por medio y sustentable en el largo plazo.

Con la recompra de los “puts” que estaban en poder de los bancos (que podían utilizar en cualquier momento contra el banco central, ya que tenían la opción, forzando a recurrir a la emisión para el canje), el gobierno cierra finalmente el último grifo multiplicador de pesos. Ya habiendo dejado de emitir para financiar el déficit fiscal (y terminando con ese mismo déficit saneando las cuentas públicas luego de un ajuste histórico) y sin imprimir para pagar la diferencia entre los dólares de exportación e importación, quedan consolidadas las anclas fiscales y monetarias. No hay que ser un adivino para prever que la inflación seguirá su tendencia a la baja, sobre todo cuando se termine también con el Impuesto País, que bajará en los próximos meses considerablemente, para eliminarse a final de año.

Ante un escenario con una cantidad de pesos fija, y los dólares circulando que se incrementarán tras la salida del cepo, el ministro de Economía, Luis Caputo, advierte que, eventualmente, el peso será la “moneda fuerte”. Por lo tanto, muchas veces los dólares tendrán que ser cambiados en el mercado para pagar obligaciones en moneda local. Este anuncio, que fue tomado por los voceros del kirchnerismo para denunciar una supuesta descapitalización, con gente que tendría que liquidar sus ahorros para pagar impuestos, es en realidad algo muy distinto: un escenario con más dólares dando vuelta (producto tanto de las divisas que saldrán del “colchón”, como de las que llegarán de inversiones externas) con una oferta de pesos congelada.

Lo más probable es que en este próximo escenario, con un banco central saneado, un peso fuerte y estable y un mercado libre de cambios, más de uno (incluso en el mismo seno del gobierno) sugiera que es momento de dejar atrás la propuesta de campaña de cerrar el banco central. Los argumentos podrían ser que el plan ha tenido tanto éxito, que ya no habría razón como para apelar a una medida tan drástica. Pero Milei sabe muy bien que el riesgo siempre está en el futuro y en las próximas administraciones, que seguramente no tengan el compromiso fiscal de la gestión actual.

El único presidente del mundo que ha planteado lo que suele denominarse “política monetaria” como un robo de guante blanco, no se quedará para siempre. Dejará el poder en 2027 o eventualmente en 2031. Lamentablemente, la garantía que lo sucedan mandatarios con su mismo nivel de convicción es muy poca, por no decir nula. Por eso, cuando se complete esta etapa de transición, y Argentina vuelva a la “inflación 0” que tuvo durante la década del noventa, y la gente deje de estar pendiente de la cotización del dólar, ese será el momento para terminar para siempre con el Banco Central de la República Argentina.

La paradoja es que la institución, en ese momento, gozará de un prestigio inédito y reconocimiento internacional. Por eso, los argumentos para su mantenimiento estarán a la orden del día. Pero el presidente, que a diferencia de lo que dice Asís del “Menem trucho” (en todo caso sería un “Menem mejorado”), sabe que su labor no se termina con entregar un país estable. Necesita recortar las prerrogativas de las próximas administraciones, con medidas de carácter irreversible. El éxito de esta histórica y revolucionaria gestión no termina con los objetivos cumplidos en la actualidad. Finaliza con el impedimento que los sucesores puedan revertir las reformas más importantes.

Fuente: PanamPost

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