Donald Trump, el próximo presidente que enfrentará un mundo convulsionado

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Al igual que sucedió con Jair Bolsonaro en 2018, cuando recibió una puñalada por parte de un militante de izquierda en medio de la campaña electoral, el atentado sufrido por Donald Trump en Pensilvania no hará más que fortalecerlo y catapultarlo, con aún más fuerza, a la Casa Blanca. Sin embargo, el mundo que enfrentará el 47.° presidente de Estados Unidos será mucho más difícil y complejo que el de 2017, cuando asumió su primer mandato.


Trump ya venía acrecentando su ventaja sobre Joe Biden tras la penosa performance de este último en el debate del 27 de junio pasado. Una encuesta de comienzos de este mes del ultrademócrata The New York Times le otorgaba al expresidente republicano un 49% de intención de voto frente a un 43% de su rival. En el mismo sondeo, tres de cuatro votantes expresaron su preocupación por la edad del jefe de Estado. Similares conclusiones arrojaba un trabajo de The Wall Street Journal.


Al menos hasta el tiroteo en Butler, reinaba el caos, la confusión y las declaraciones cruzadas en el entorno demócrata. Mientras el establishment y buena parte de los votantes le pedían a Biden que se bajara, el mandatario afirmaba que seguiría en carrera. En las últimas horas, y a la luz de los últimos sucesos, se ha anunciado que tanto él como su vicepresidente Kamala Harris han suspendido sus presentaciones de campaña.

Mientras tanto, Trump no solo sobrevivió al intento de asesinato, sino que en sus primeras declaraciones reforzó su imagen presidenciable y de estadista.


En una publicación de Truth Social escribió: “Fue solo Dios quien evitó que sucediera lo impensable. NO TENEMOS MIEDO, sino que permaneceremos resilientes en nuestra Fe y desafiantes ante la Maldad. Nuestro amor está con las otras víctimas y sus familias. Oramos por la recuperación de los heridos y mantenemos en nuestros corazones la memoria del ciudadano que fue asesinado tan horriblemente. En este momento, es más importante que nunca que nos mantengamos unidos y mostremos nuestro verdadero carácter como estadounidenses, manteniéndonos fuertes y decididos y no permitiendo que el mal gane. Realmente amo a nuestro país y los amo a todos”.

En principio, al menos en lo que respecta al candidato republicano, este buscará continuar la campaña y ya anunció que espera poder hablar al pueblo estadounidense esta semana desde Wisconsin, otro de los estados -al igual que Pensilvania- que está en disputa y que podría definir la elección del 5 de noviembre.

Con un Biden debilitado, con evidentes problemas cognitivos y un partido dividido, por un lado; y un Trump fortalecido, con un discurso pacificador y sobreviviente a un atentado, por el otro; es de esperarse que el líder del movimiento MAGA aumente su preferencia de voto y se imponga cómodamente en las urnas.

De darse este escenario, que debería suceder si no ocurre nada en el medio (léase, que nuevamente intenten atentar contra la vida de Trump, y tengan éxito), el candidato republicano asumirá su segunda presidencia el 20 de enero de 2025.

Sin embargo, el mundo que enfrentará será mucho más difícil que el que encontró en su primer mandato, en buena parte consecuencia de la política exterior de la Administración Biden. En primer lugar aparece Rusia, país con el que Trump intentó -con considerable éxito- limar asperezas, superar desconfianzas y acercarlo a la comunidad occidental. Todo ello se ha perdido. Peor aún, producto del conflicto en Ucrania y las sanciones a Moscú, el país euroasiático se ha visto obligado a volcarse hacia el Este, fortaleciendo la influencia global de la verdadera amenaza que enfrenta Estados Unidos y el mundo libre: el régimen del Partido Comunista Chino.

Trump también tendrá que resolver unilateralmente la guerra en Ucrania, negociando con Moscú y Kiev, y a la vez yendo en contra de sus socios de la OTAN, que han sido los grandes responsables de fogonear el conflicto inyectando millones financieros y militares de recursos al gobierno de Volodimir Zelensky.

A su vez, el republicano tendrá que enfrentar al Estado Islámico (y terrorista) de Irán, que en su primer gobierno prácticamente había logrado dejarlo como un paria en el concierto de naciones. Hoy, por el contrario, el régimen de los ayatolás se ha convertido en un socio clave del Kremlin (e inclusive integra los BRICS). No va a ser fácil combatirlo y aislarlo nuevamente.

Hablando de Medio Oriente, la Administración Trump 2.0 deberá lidiar con el conflicto en Gaza, con un Israel muy debilitado ante la opinión pública, con una creciente desconfianza de Tel Aviv hacia Washington y con buena parte de los medios hegemónicos internacionales haciendo campaña mediática “propalestina”.

Además hay otros focos de conflicto latentes como el del estrecho de Taiwán y las dos Coreas (que lejos estamos hoy de aquella imagen de 2018 con Kim Jong-un cruzando la frontera de la mano con su par surcoreano Moon Jae-in).

Es cierto que, a su vez, la derecha soberanista y conservadora está levantando la cabeza en algunos lugares (como Hispanoamérica) o se está afianzando (como en la Unión Europea). Sin dudas, estos serán los grandes aliados que tendrá Trump en un mundo que, al menos hasta ahora, venía siendo hegemonizado por las fuerzas globalistas (con los organismos supranacionales a la cabeza), el progresismo, el estatismo y el marxismo cultural.

El choque de ambas corrientes antagónicas, con el Estados Unidos de Trump encabezando una de ellas, abrirá un escenario inédito que incluso algunos de los más audaces vaticinan que podría derivar en una guerra civil, al menos en el país norteamericano. De una forma u otra, el líder republicano será el máximo protagonista y la persona más influyente que tendrá la misión de traer la paz y el orden en un mundo cada vez más convulsionado.

CON INFORMACION DE MDZOL.COM

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