¿Por qué no pueden trabajar los expresidentes?

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Miguel Ángel Pichetto es el vocero oficial de la corporación política argentina. Esto no es una afirmación peyorativa, sino más bien descriptiva. Incluso, en muchas oportunidades el diputado nacional ha manifestado cierta indignación por tener que defender públicamente las posiciones que comparte con la mayoría de sus colegas, pero que él solo expresa en voz alta.

Con respecto a los sueldos de legisladores y jubilaciones de privilegio, Pichetto es claro. Asegura que la política es sinónimo de responsabilidad y que los políticos tienen que estar muy bien pagados, para tener una democracia de calidad. El diputado ha esgrimido permanentemente este argumento, sobre todo en el marco del debate de los aumentos de sueldos de los legisladores nacionales.

En la sesión parlamentaria de ayer, el veterano dirigente peronista cuestionó la idea de terminar con las jubilaciones de privilegio de los expresidentes. Desde su banca rechazó la idea “anti-política” que supuestamente pretende que un exmandatario deba ir a pedir trabajo “a una fábrica” tras finalizar su gestión presidencial.

Sin rodeos, Pichetto defendió la idea de que un “primer ciudadano”, luego de ocupar el sillón de Rivadavia, debe poder limitarse al “aporte de ideas” sin tener que preocuparse por su situación económica por el resto de su vida.

Un argumento que expresa un cambio de época
Más allá de que Javier Milei decidió renunciar a su jubilación de privilegio como futuro expresidente, el libertario hizo referencia a una cuestión de incentivos muy interesante. Además de adelantar que luego de su mandato o de su reelección tendrá que volver “a laburar”, el presidente argentino relacionó su desempeño como mandatario con sus ingresos futuros.

En este sentido, resaltó que su estabilidad económica futura, en lugar de estar garantizada por el solo hecho de haber sido mandatario, dependerá de su desempeño en la gestión.

“Yo puedo llegar a estar cuatro años u ocho si todo sale muy bien. Después voy a tener que salir a laburar. Por lo tanto, me tengo que ocupar activamente de hacer cosas que están bien. Si no, el día después, me quedo sin laburo y me cago de hambre. Imagínense… ¿qué conferencia voy a poder vender el día después, si fui un desastre como presidente. Por lo tanto, eliminar la jubilación de privilegio es un incentivo interesante para hacer las cosas bien”.
 
¿Mejorarían los desempeños de los mandatarios si tuvieran que atar su tranquilidad económica a una gestión exitosa? Lo cierto es que el argumento de Milei en materia de incentivos es más que válido, sobre todo cuando uno piensa en los ejemplos bochornosos como el de Alberto Fernández.

Fuente: PanamPost

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