Morir en Cuba siendo turista: un cadáver extraviado o un caso sin resolver

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Si un turista enfrenta durante sus vacaciones en Cuba alguna emergencia de salud conocerá la desidia que se esconde en el destino turístico que escogió y si muere, enfrentará la negligencia del régimen castrista. El extravío del cuerpo de un turista canadiense que falleció en la isla hace un mes, tras sufrir un infarto, confirma la falta de garantías para los viajeros en la isla.

Nadie sabe dónde están los restos de Faraj Allah Jarjou, el residente canadiense de origen sirio, de 68 años, que murió mientras nadaba en Varadero. Su familia pagó 18000 dólares para repatriarlo, cumplió con la consignación de documentos para el trámite, pero la dictadura le entregó un ataúd con el cadáver de un ruso joven con tatuajes y abundante cabello.

“¿Dónde está mi padre?”, es lo que preguntan sus hijos en Montreal. Por ahora, su cadáver está perdido. Esa es la amarga realidad tras su dramática muerte en las instalaciones de lujo del Hotel Meliá de Varadero. Sorprendentemente, no había socorristas cerca de la playa, ni personal médico, por lo cual permaneció en la arena durante unas ocho horas.

La familia tiene el pasaporte de Jarjou y su certificado de defunción, pero sigue sin indicios del paradero de la víctima. “Las autoridades deben saber que no se trata de una camiseta, ni de algo enviado por Amazon”, replican.

Turismo en el piso
El extravío del cuerpo del turista canadiense tiene un impacto significativo en las perspectivas del régimen castrista, para aumentar las visitas de extranjeros a la isla.

Hasta ahora, las cifras de quienes optan por pasar sus vacaciones en Cuba han sido decepcionantes. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) de Cuba, la nación contabilizó  809.238 visitantes internacionales en el primer trimestre del año. Sin embargo, esta cifra sólo representa el 25 % de la meta anual que estimó la administración de Miguel Díaz-Canel.

En el caso de Canadá, la caída es abismal. Entre enero y marzo arribaron procedentes de Toronto y Quebec 399.272 viajeros, pero la cifra es débil, considerando que en promedio los reportes ascendían a 1,3 millones de veraneantes hace tres años.

Recientemente, dos turistas canadienses, Michele y Jessy Revivo, confirmaron a la cadena de noticias CityNews el pésimo estado del hotel Meliá Marina, en Varadero, donde se alojaron con sus dos hijos en enero.

“No podíamos creer lo malo que era. Había lo que parecían manchas de sangre en las sábanas, las habitaciones estaban sucias y el baño no funcionaba”, señalaron.

El balance aleja cada vez más a la dictadura de recuperar los 4,5 millones de visitantes que aterrizaban antes de la pandemia. Sin embargo, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, intenta matizar la presión internacional por el caso del turista canadiense divulgando un conversación con su par, Melanie Joly, donde calificó como un “desafortunado incidente” lo que ocurrió con los restos. “Trasladé disculpas y sentidas condolencias a familiares y allegados de fallecido”, dijo.

Vacaciones mortales
Ahora, el caso del turista canadiense es sólo un eslabón en la cadena de visitantes cuyas vacaciones terminan en un episodio mortal.  El robo y posterior asesinato en diciembre de un francés en un edificio ubicado entre las calles Industria y Virtudes, en el Centro Habana, aún está en investigación junto a la de un turista alemán, hallado muerto en un apartamento del edificio 201 de la Calle O, esquina Humboldt, donde se encontraba hospedado en abril.

Un fuerte olor desde el inmueble levantó las sospechas. “Cuando pusieron a la técnica canina a detectar el rastro, tres perros marcaron el Cabaret Las Vegas”, ubicado a una cuadra de allí, reveló la prensa sobre este último registro.

Sin embargo, la desidia de la infraestructura cubana también ocasiona el deceso de visitantes extranjeros en la isla como el de española Cristina López-Cerón Ugarte, de 29 años, quien murió en la explosión registrada el hotel Saratoga de La Habana  mientras que su novio, César Román Santalla, quedó grave y ameritó una cirugía luego del siniestro.

Hasta recorrer el país en autobús representa un riesgo a la hora de pasar unas vacaciones en Cuba. De hecho, dos argentinas perdieron la vida en el kilómetro 25 de la carretera Guantánamo-Baracoa, en la loma de La Herradura, junto a otros cinco pasajeros cuando regresaban a La Habana.

Fuente: PanamPost

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