Tres diferencias esenciales entre la elección que ganó Boric y las presidenciales del 16N

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Chile elige cada cuatro años a su presidente. Aunque la cita es inevitable para la ciudadanía, el cambio de las condiciones que rodean a cada jornada comicial es visible. Una muestra palpable son las notables diferencias entre los comicios, en los cuales resultó electo el actual mandatario izquierdista, Gabriel Boric, y el evento comicial del 16 de noviembre donde se escogerá a su reemplazo entre ocho aspirantes al Palacio de la Moneda.

Esta vez, hay puntos claves que permiten anticipar un proceso con un escenario opuesto al de 2021: la demanda de orden por parte de la ciudadanía, el establecimiento del voto obligatorio y la geometría de las fuerzas en competencia.

Ese es el panorama que enfrentan candidatos en carrera por la jefatura de Estado austral: el abanderado del Partido de la Gente, Franco Parisi; la comunista Jeannette Jara; el profesor Eduardo Artés, el republicano José Antonio Kast, la ficha de Chile Vamos, Evelyn Matthei; el libertario Johannes Kaiser, el progresista Marco Enríquez-Ominami y el exdirigente deportivo Harold Mayne-Nicholls. A ellos les tocó un clima distinto a las presidenciales en las que Boric fue electo como presidente.

El marco ahora es otro, con variables que no sólo son inéditas sino además impiden con certeza proyectar a un ganador. De esa manera lo plantea, el analista Pepe Auth en su columna publicada en ExAnte, al señalar que «quien aspire a gobernar ya no puede darse el lujo de permanecer en su trinchera ideológica». Ahí comienza el contraste entre la contienda del 2021 y la que está a la vuelta de la esquina.

La demanda de orden
En Chile predomina la necesidad de orden en el país con cambios estructurales para resolver la inseguridad, controlar la migración, recuperar el crecimiento y garantizar la eficacia del Estado. Ninguna de esas demandas primó en las elecciones de hace cuatro años. Para entonces, el epicentro de los reclamos de la ciudadanía se basaron en el combate de la desigualdad, la búsqueda de justicia social y la denominada redistribución de la riqueza.

«Sólo esta diferencia de contexto bastaría para que la elección presidencial y parlamentaria de 2025 sea absolutamente diferente de la que vivimos en 2021, cuando en segunda vuelta el candidato del cambio derrotó de manera inapelable al candidato del orden», indica Auth.

El pronóstico tiene sentido. La elección que protagonizaron Boric y Kast se efectuó dos años después del estallido social mientras que esta ocurrirá luego del rechazo a las dos constituyentes realizadas, sumado a la profunda desaprobación a la gestión de Boric, por casos de corrupción y avance del crimen organizado en la nación.

Voto obligatorio
Las reglas del juego también cambiaron para la elección de este domingo: será la primera contienda presidencial y parlamentaria con voto obligatorio. La modificación hecha por el Congreso, en la cual determinó que los 13 millones de electores habilitados por el sistema de inscripción automática deben concurrir a la cita tendrá un impacto en las urnas.

La medida duplica a los frecuentes siete millones de ciudadanos que ejercían su derecho y con ello, las elecciones pasarán de tener una participación de electores movidos por su marco de referencia ideológico y una autoidentificación en el eje izquierda-derecha a una jornada en la que votará un grupo movido por sus urgencias materiales y simbólicas.

Lo anterior exige a los candidatos a movilizar más allá de sus seguidores o «tribu política». El duelo entre Kast y Boric estuvo lejos de esta realidad. Cada uno compitió con un diagnóstico distinto de las prioridades del país. Uno proponía una nueva constitución, el otro aspiraba a consolidar la existente. Boric prometía la revisión de los tratados de libre comercio y Kast apostaba por la apertura al mercado internacional, pero ahora la seguridad, el desempleo y el control migratorio marca las ofertas de campaña.

La nueva geometría de las fuerzas
La configuración de fuerzas políticas se presenta ahora invertida respecto a hace cuatro años. En esta ocasión, la candidata oficialista no se enfrenta a ningún competidor que busque movilizar directamente a los simpatizantes del gobierno, lo que marca un contraste significativo.

En la elección presidencial de 2021, la izquierda presentó tres candidaturas — la de Gabriel Boric (25,82 %), la de Yasna Provoste (11,61 %) y la de Marco Enríquez‑Ominami (7,61 %) — que juntas sumaron aproximadamente el 45 % de los votos. La derecha, por su parte, tenía al republicano Kast, que consiguió 27,9 % y el ganador de la primaria de Chile Vamos, Sebastián Sichel, con 12,8 %, sumando ambas 40,7 %.

«El voto en disputa era el de Parisi, que había obtenido 12, 8%, un puñado de votos más que Sichel. Y lo que hizo en realidad la diferencia no fueron los votos de Parisi sino 1,2 millones de votos nuevos que se incorporaron a la segunda vuelta, buena parte de ellos movidos por el rechazo que generaba la idea de que el candidato situado a la derecha de la derecha fuera elegido presidente», puntualiza Auth. Ahora, la derecha cuenta con tres candidatos que conjunto sumarán más del 50 % de los votos en la primera vuelta.

En este nuevo escenario, la candidatura oficialista se encuentra aislada de las lógicas de fragmentación que en 2021 operaron a su favor en el lado de la izquierda, mientras que la oposición de derecha diversifica su apuesta y se muestra con mayor amplitud electoral. Este cambio no sólo redefine las alianzas, sino que también plantea un nuevo reto para el oficialismo: recuperar terreno no tanto frente a un solo adversario, sino en un espacio político más competitivo y dividido.

Fuente: PanamPost

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