



Eduardo Baura es experto en el conflicto israelí-palestino y acaba de publicar su libro Israel y Palestina. La historia de un conflicto interminable. Además de escritor e investigador, es profesor colaborador de Historia y Educación en la Universidad CEU San Pablo. El momento de la publicación de su último libro no podría haber sido más acertado, sobre todo ahora que Oriente Medio se ha visto arrastrado a una guerra abierta entre los dos grandes enemigos jurados, Israel e Irán.


El recrudecimiento de las hostilidades entre la República Islámica y el Estado judío, que llevan décadas librando una guerra soterrada, acabó por descontrolarse a raíz del ataque terrorista de Hamás —financiado y apoyado por Teherán— contra el sur del país hebreo el pasado 7 de octubre de 2023, cuando asesinaron a 1.200 civiles y tomaron como rehenes a 251 personas. Israel respondió con una brutal campaña bélica que mantiene más de un año y medio después, y que ha arrasado la franja de Gaza, matando a más de 50.000 gazatíes y provocando una crisis humanitaria sin precedentes.
–¿Se esperaba un ataque israelí contra Irán como el del pasado 13 de junio?
–Lo esperaba en cierta manera. [Donald] Trump ya había dicho en la quinta ronda de negociaciones que les daba a los iraníes 60 días para aceptar las condiciones. Yo hago el siguiente símil para explicar la situación: Trump, con Netanyahu, estaba tratando de sujetarlo como a un perro de caza, le estaba diciendo 'aguanta, aguanta'. Pero llegó el día 61, Irán no respondió y Trump soltó a Netanyahu.
Lo que no me esperaba era que Irán consiguiera penetrar tanto en las defensas de la Cúpula de Hierro en Israel. La población israelí no digiere tan fácilmente las muertes –ya van 24– como sí lo pueden hacer los iraníes. Suena frívolo hablar de esto, pero es así. Por lo que, en estas circunstancias, no creo que el conflicto vaya a alargarse mucho más. Netanyahu no está en una buena situación, políticamente hablando, como para poder sostener mucho tiempo la guerra. Tampoco creo que Estados Unidos intervenga porque no tiene nada que ganar.
–¿Qué salida ve a esta guerra?
–Irán va a tener que agachar las orejas y sentarse a negociar. La República Islámica no tiene ningún aliado en la región. Ha perdido por completo el apoyo de Siria, Hamás está totalmente diezmado y Hezbolá, más de lo mismo. En este sentido, Estados Unidos e Israel saben que a Irán no le queda otra que negociar. Lo que no tengo tan claro es que Trump y Netanyahu estén en la misma onda, y parece que están empezando a tener objetivos un poco divergentes.
Israel quiere acabar con el régimen iraní clarísimamente, mientras que Estados Unidos está apostando, por lo menos de momento, por la vía diplomática y la vuelta a la mesa de negociación.
–El enfrentamiento entre Irán e Israel ha alejado el foco de la guerra en Gaza, que no tiene visos de acabar pronto. ¿Qué solución ve a este conflicto?
–La única solución será la que quiera Trump. Si dejáramos decidir al Gobierno de Israel, yo creo que tienen clara esa solución: expulsar a los 2,5 millones de gazatíes de la Franja. Pero es algo imposible, por mucho que se hable de que los envíen a Sudán o Somalilandia. Además, los Estados árabes vecinos no quieren a los gazatíes, nunca los han querido y eso no ha cambiado. Tampoco creo que Israel quiera quedarse con Gaza. Lo que intentarán es que gobierne algún tipo de régimen moderado, llámese la Liga Árabe o Fatah. Pero Hamás ya se puede ir olvidando de volver a gobernar Gaza.
–¿Por qué cree que Netanyahu decidió romper el alto el fuego en la Franja el pasado mes de marzo sin conseguir recuperar a todos los rehenes?
–Hamás traicionó totalmente el acuerdo y no cumplió con las exigencias pactadas con Qatar. Pero, principalmente, hay dos motivos. El primero es que en la siguiente fase había que hablar del futuro de Gaza y es un asunto que Israel no quiere poner sobre la mesa. Segundo, Netanyahu pidió una garantía de vida de los rehenes aún en manos de Hamás y este se negó a dar esa información. En ese momento, la mezcla de indignación y desconfianza de Israel hacia Hamás hizo que la tregua saltara por los aires.
–Entonces, Netanyahu ha decidido sacrificar a los 53 rehenes que aún quedan en la Franja…
–Israel sospecha que quedan muy pocos vivos. Es cierto que el Gobierno de Netanyahu habla de que unos 20 estarían vivos y defiende que la intervención militar, bautizada como Carros de Gedeón, persigue dos objetivos entrelazados: acabar con Hamás y liberar a los rehenes. Pero la realidad es que no se pueden lograr los dos objetivos a la vez. Por lo que creo que Netanyahu ha renunciado a cualquier opción de rescatar a los rehenes que quedan con vida. No hay que olvidar que la decisión de romper la tregua también responde a la presión interna a la que está sometido el primer ministro israelí dentro de su propia coalición de Gobierno.
—Acaba de publicar su libro Israel y Palestina. La historia de un conflicto interminable, ¿cree que existe alguna solución?
–Desde un punto de vista racional, pragmático y realista, es difícil ver un entendimiento entre ellos. Si hablamos de solución, como se suele interpretar una solución pacífica de un entendimiento entre los dos, desgraciadamente yo no lo veo posible. Si hablamos de la solución de los dos Estados, que es la solución en la que muchos creemos como un tema de justicia histórica, hasta hace cinco o diez años podría haber sido posible; tras los ataques de Hamás del 7 de octubre, es inviable.
Ahora mismo tenemos a dos pueblos que dicen que la única solución y mejor solución es un solo Estado. ¿Qué dos opciones tenemos? Pues que sea Israel o que sea Palestina. Hoy día es más factible que sea Israel, y con la población palestina más o menos asimilada. Pero claro, como ya dijo David Ben-Gurión, Israel sólo puede sobrevivir si el 80 % de su población es judía. Ahora está en un 75 %. ¿Van a asimilar entonces a dos millones de palestinos? Es imposible.
–¿Cuál cree que fue el gran error que desencadenó el conflicto?
–Hay varios hitos. Primero, el surgimiento del movimiento sionista, ya que los judíos, a pesar de ser un 4 % de la población, llevaban habitando durante siglos en el Imperio Otomano y conviviendo con los árabes en armonía. También hay que destacar los pogromos rusos contra los judíos, que provocaron un éxodo masivo de esta población hacia la Tierra Prometida y, por supuesto, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto nazi.
Además, yo siempre señalo a Inglaterra, ya que, durante la Primera Guerra Mundial, prometió tanto a árabes como a judíos la misma tierra, y el mandato británico de la Palestina histórica, de 1922 a 1948, fue desastroso. Creo que el Tratado de Versalles también hizo mucho daño, cuando las grandes potencias acaban con el sueño de la Gran Siria árabe y trocean el territorio. Y, por último, pondría el foco en el liderazgo de la comunidad palestina con Mohammed Amin al-Husseini, con un pasado filonazi, que minó la credibilidad de los árabes. Sin embargo, y a diferencia de muchos otros, yo creo que el plan de partición de Palestina de la ONU tiene puntos muy rescatables.
–¿Fue errónea o acertada la decisión del Gobierno español de reconocer el Estado palestino?
–Se trata de un brindis al sol. Es contradictorio de fondo, porque, por un lado, no puedes reivindicar la solución de los dos Estados y, por otro lado, haber reconocido a Palestina, porque eso quiere decir que ya existe como nación. En segundo lugar, creo que hay que leerlo totalmente en clave interna, por la influencia que tiene Sumar dentro del Gobierno.
Hay que encuadrarlo también en la enemistad de Pedro Sánchez, ya casi personal, con Israel por los acuerdos con Marruecos, Pegasus, y un largo etcétera. Pero creo, francamente, que a Israel le preocupa muy poco que España pueda reconocer o no el Estado palestino.
*Para El Debate





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