Claves para entender los estados que decidirán las elecciones en EEUU

EE.UUAgencia Internacional de Noticias (AIN)Agencia Internacional de Noticias (AIN)
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Cinco de los siete estados clave que se espera que diriman la suerte de las elecciones en Estados Unidos cuentan con un mejor clima empresarial que hace cuatro años, cuando salió Donald Trump de la Casa Blanca y entró Joe Biden. Son Arizona, Georgia, Michigan, Carolina del Norte y Pensilvania. En cuatro de ellos, además, el ránking económico ha mejorado y en tres ha subido la calidad de vida, según el estudio anual elaborado por CNBC, America’s Top States for Business.

Deberían ser razones suficientes para que el electorado se decantara con claridad por cuatro años más de lo mismo. O algo parecido. Es decir, por Kamala Harris. Pero la realidad a pie de calle es muy diferente a lo que marcan los indicadores macroeconómicos. El descontento de los votantes es evidente y la indecisión sobre a quién votar, más que palpable.

¿Pero de qué se queja el estadounidense medio exactamente? Depende mucho de cada Estado. Los factores son tan variados como el clima o el paisaje de estas siete regiones basculantes, desde la inseguridad que perciben en poblaciones fronterizas por el paso de indocumentados, hasta la crisis del fentanilo que está azotando grandes ciudades como Filadelfia, Phoenix o Las Vegas o el elevado precio de los alimentos y carburantes, un lamento que resuena de costa a costa del país. Vayamos por partes.

En el árido y fronterizo Estado del oeste del país la batalla esta vez irá mucho más allá de la sempiterna cuestión de la economía o el debate sobre la inmigración ilegal. Sobre la mesa estará el más espinoso de los asuntos en estos comicios: el derecho al aborto. Gran parte de los focos estarán puestos en la Proposición 139 que expandiría el acceso al aborto más allá de las 15 semanas que rigen ahora.

Eso en una región donde el 25% de las personas con derecho a voto son latinos —el mayor porcentaje de los Estados bisagra— y donde el 62% de esa minoría cree que el aborto debería ser legal de una forma o de otra. No es un dato menor porque representa, además, una paradoja, la de la ruptura de una parte de esa masa social con sus creencias religiosas en favor del derecho a decidir sobre su cuerpo.

Estefanía Mejía es una de ellas. A sus 35 años le parece "inconcebible" pensar en no tener un acceso seguro a atención médica en caso de un aborto, aunque sea natural. Explica que creció "como católica" en su Ecuador natal, pero cree que ahora ha habido una evolución evidente en gente de su generación. "La religión no me influye para nada. Estoy a favor del aborto un cien por cien", dice a EL MUNDO desde Phoenix. "Las nuevas generaciones son menos religiosas o practicantes, y más progresistas y feministas, responsables de nuestras propias decisiones y del poder de decisión sobre nuestro cuerpo".

Son votantes como ella, jóvenes, hispanas y 'milennials', las que han abierto una puerta a la esperanza para los demócratas en un estado tradicionalmente republicano.
 
La otra clave, por atípica que pueda parecer, podría estar en la población de indios nativos. Representan el 5% del total de residentes en un Estado que Biden ganó en 2020 por un margen de menos del 1%, unos 10.000 votos. No solo de hispanos y afroamericanos dependerá la victoria de Harris o Trump en una región que se ha decantado por un republicano en 10 de las últimas 12 elecciones.

Es la joya de la corona de los 'swing states' por los 19 votos electorales que pone en juego, por lo que no es de extrañar que tanto la candidata demócrata como su conservador oponente se hayan gastado una auténtica fortuna en publicidad para convencer a los votantes indecisos. Desde que Biden abandonó la carrera presidencial, la campaña de Harris ha invertido 159 millones de dólares en Pensilvania frente a los 121 millones de la bancada de Trump.

Es, además, el termómetro más fiable para medir quién se hace con la llave de acceso a la Casa Blanca. Desde el primer asalto presidencial de Barack Obama en 2008, Pensilvania ha elegido siempre al titular del 1600 de Pensilvania Avenue. Trump se lo llevó en 2016 y Biden en 2020, aunque con solo 80.000 votos de margen (en torno a un 1%).

En las encuestas el empate es, de nuevo, absoluto. Y la principal preocupación, la economía, seguido del aborto. En 2016, el mensaje populista de Trump caló entre la clase blanca trabajadora sin título universitario, una población que ha ido menguando con el tiempo de forma considerable. Si en 2008 representaban más de la mitad del electorado (un 51%), hoy son solo el 39,5%.

La clave, sin embargo, podría estar, no tanto en el campo, donde Trump domina con claridad —incluyendo entre los trabajadores y los ex trabajadores de industrias en declive como el carbón y el acero—, sino en las grandes ciudades como Filadelfia, Pittsburgh y Allentown. En 2020 fueron vitales para Biden y podrían serlo también para la ex senadora por California.

Comprarse una casa en Nevada se ha vuelto misión imposible para muchos en el Estado de los casinos y el juego, con un precio promedio de 441.637 dólares, de acuerdo al portal Zillow. La fuga masiva de residentes de California en busca de un estilo de vida más accesible ha puesto el listón aún más alto para los locales. Con la venta de una propiedad en California —a un promedio de 900.000 dólares en Los Ángeles— se pueden comprar dos casas en Nevada.

Es uno de los factores que podría explicar la ligera ventaja de Trump en muchas de las encuestas en un territorio que se ha decantado por los demócratas en los últimos cuatro comicios y que dio su respaldo a Biden en 2020.
 
Sobre el papel, seis votos electorales no son muchos cuando hay 538 en juego. Pero si Harris no logra hacerse con algunos de los otros Estados bisagra como Michigan, Wisconsin o Pensilvania, es muy posible que esos seis escaños acaben resultando fundamentales al final.

"Va a ser una elección reñida. Nadie debería asustarse. Cualquier cosa que se dé ahora mismo, desde que Trump gane por dos puntos hasta que Kamala lo haga por dos o tres, es totalmente creíble", dice Peter Koltak a 'Político', un estratega demócrata que trabaja en Nevada. "Como en todas las elecciones de los últimos ocho años en Nevada, va a ser un proceso de lucha por el triunfo".

Lejos quedan los tiempos en que los votantes blancos eran una mayoría incontestable. Ahora, entre latinos, negros y asiáticos suman el 43,7% de los ciudadanos con derecho a sufragio, una minoría que se espera que se incline más por Kamala Harris que por su adversario político. Eso en un Estado que fue escenario de los ya célebres 11.780 votos que buscaba Trump para revertir la anterior elección y que le costó un proceso judicial, aún pendiente de resolución.

La vicepresidenta confía en repetir la gesta de su todavía jefe, el primer demócrata en llevarse el Estado desde 1992, cuando lo logró Bill Clinton. No será fácil. Dependerá de su conexión con los conservadores moderados en suburbios de Atlanta donde ya en 2020 se palpaba el descontento con la retórica de Trump.

Aún así, las encuestas predicen otro empate técnico en una región muy afectada por el paso del huracán Helene, que dejó 33 fallecidos y 417 millones de dólares en pérdidas. El manejo de la economía, en especial tras ese golpe, volverá será un factor fundamental en las urnas en una parte del país donde más de dos millones de personas han ejercido ya su derecho al voto, un nuevo récord.

El discurso de una parte importante de la población aquí no es nuevo, pero sí exacerbado por el paso de Helene. Los muertos en el Estado sureño fueron casi un centenar y las pérdidas, en torno a los 53.000 millones de dólares, de acuerdo a las cifras del gobernador Roy Cooper, lo que hace temer, especialmente en condados rurales donde la población es mayoritariamente blanca y conservadora, que la situación se agrave si Harris se convierte en presidenta.

"Si Trump no gana, esto va a ser peor que el huracán", le decía Kim Blevins a 'The Guardian' tras sobrevivir al paso del ciclón el mes pasado. "Será la Tercera Guerra Mundial. Kamala Harris quiere convertirnos en un país comunista y no podremos sobrevivir a eso".
 
Como en otras partes del país, los demócratas confían plenamente en el respaldo de las grandes áreas urbanas —con una amplia mayoría en las encuestas en ciudades como Charlotte y Raleigh— frente al favoritismo 'trumpista' en el campo. La buena noticia para los progresistas es que ya no es un territorio sólidamente rojo, aunque se haya decantado por el candidato republicano en 10 de las últimas 11 elecciones.

Lo ganó Obama en 2008 y Harris aspira a emular la misma hazaña de la mano del notable aumento de las poblaciones asiáticas y latinas. Además, uno de cada cinco ciudadanos es afroamericano, lo que explica que el margen de victoria en los últimos comicios haya sido de menos del 2%.

En Michigan el factor de la guerra entre Israel y Hamas podría pesar más que en ningún otro estado bisagra. Y ahí sale ganando Trump. El apoyo tajante de Harris a la causa judía en la franja de Gaza, donde ya han perdido la vida más de 43.000 palestinos, le puede costar miles de votos a la aspirante progresista entre la multitudinaria comunidad árabe. Muchos se sienten traicionados por su falta de empatía con el sufrimiento de su pueblo en Oriente Medio y piensan darle la espalda, o votando a Trump, o absteniéndose.

Más de 100.000 de esos residentes árabes, registrados por el Partido Demócrata, se abstuvieron de darle el apoyo a Biden durante las pasadas primarias y en Harris ven un continuismo de esas políticas.

A la vicepresidenta de EEUU le queda la carta de los suburbios negros en Detroit para hacerse con uno de los estados clave del 'cinturón de óxido', una región industrial venida a menos por la fuga de empleos del sector automotriz hacia México. Tom Morris, agente de policía afroamericano, dice a EL MUNDO desde su coche de patrulla, apostado frente a la franja de agua que separa Estados Unidos de Canadá, que aún no sabe a quién votará. "Para mí estas elecciones son sobre elegir la opción menos mala, y no es fácil determinar cuál es", un sentimiento instalado desde que Biden era el candidato de los demócratas.

Biden ganó Wisconsin por un puñado de votos en 2020. Fueron exactamente 20.682 en un Estado de casi seis millones de personas, lo que representa una pista contundente de lo que puede pasar el próximo martes. El margen de victoria será muy estrecho para cualquier de los aspirantes a la Casa Blanca.

Harris, de momento, lleva una ligera ventaja en las encuestas, 48,4% frente al 47,7% de Trump, con el sueño de restaurar el 'muro azul' de los demócratas —los 18 Estados más el Distrito de Columbia que incluyen Wisconsin, Michigan y Pensilvania—, para sellar su histórica victoria. Los ojos estarán puestos en Milwaukee, la ciudad más poblada de la región, y en Madison, el otro bastión progresista.

Aquí preocupan los elevados impuestos, la inflación, el aumento del crimen, la posible ilegalización de la fertilización in vitro, la política de fronteras abiertas que algunos denuncian, o el hecho de que se pueda presentar a los comicios un condenado por la justicia, como es el caso del ex presidente Trump.

El espectro de temores, inquietudes, miedos, anhelos y esperanzas es infinito. No podía ser de otra forma ante semejante vasto imperio de votantes, con una población que, entre estos siete Estados clave, supera ampliamente a la de España: 53,9 millones. La llave de la Casa Blanca está en sus manos el 5-N.

El Mundo

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