Edmundo González Urrutia ya está en España; ¿y ahora?

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¿Qué cambia, fácticamente, que esta semana comience con Edmundo González Urrutia en España y no en Venezuela? En lo concreto, poco y nada. El escenario sigue siendo exactamente el mismo. Pero en lo simbólico puede que esto afecte bastante. Tanto el régimen como la oposición buscarán acomodar los discursos y la retórica para llevar agua para el propio molino.

María Corina Machado ya manifestó que la salida fue una necesidad, ya que su vida corría peligro, pero aclaró que esta jugada es otro error de la dictadura que se encuentra ahora más “deslegitimada y hundida“. Del lado del régimen, Tarek William Saab dijo que “finaliza la breve temporada humorística”, que significaría la proclamación del triunfo opositor en las urnas. De esta manera, comienza la lucha discursiva por querer pintar una realidad como más favorable para unos y otros.

Sin embargo, aunque la que tenga razón sea Machado, ya que es cierto que el régimen está cada vez más deslegitimado ante el mundo, esto no quiere decir que el balance no sea positivo para Nicolás Maduro y compañía. Si para permanecer en el poder hay que blanquear que, efectivamente, en Venezuela hay una dictadura violenta que cometió el fraude más impune de la historia en la región, es claro que el régimen está dispuesto a pagar el precio.

Total, van a seguir diciendo que ganaron ellos, que la oposición es fascista y que el país va rumbo a la “pacificación y normalidad”. Aunque ya no los puedan defender en público aliados naturales como Lula da Silva o Pedro Sánchez.

Aunque poco cambie en lo fáctico de aquí al 10 de enero (fecha que tendría que asumir formalmente el próximo gobierno) todo lo que dilate un cambio juega a favor de la dictadura. Maduro ha ganado un tiempo fundamental, en este período de desgaste internacional, pero de permanencia en el poder. Sus socios, que se lo han comprado, aunque cada vez sean menos, jugaron un rol importante en este objetivo.

Además, es obvio que la ausencia de Urrutia en el país es el escenario menos malo para el chavismo. Tenerlo libre en el país era un riesgo, ya que es el verdadero presidente electo y los temores a las traiciones dentro de la dictadura están a la orden del día. Los “cambios” en el gabinete y la suma de poder en manos de dirigentes como Diosdado Cabello evidencian más debilidad y temor que fortaleza y renovación.

También habrán considerado que detenerlo podría generar una nueva ola de protestas e indignación general, por lo que el acoso y hostigamiento hasta conseguir el exilio parece ser “negocio” para Maduro.

Ahora, los misterios y los riesgos parecen estar más del lado de la oposición. ¿Podrá incrementar la presión internacional en lo que queda del año Urrutia desde el exilio o se irá licuando con el correr de los meses, como pasó con la “presidencia interina” de Juan Guaidó? También hay que tener en cuenta que se trata de un hombre mayor y que la “energía” de la campaña y la lucha posterior la puso toda María Corina Machado. Además de la cuestión sobre si podrá conseguir el objetivo desde el exilio, ¿tendrá ganas de hacerlo el presidente electo? Preguntas incómodas que hay que hacerse…

Seguramente, Urrutia consiga el respaldo de todos los dirigentes opositores en el exterior, que lo reconocen como presidente electo. El exilio forzado y la ausencia de las actas que el régimen nunca mostró, harán que las discusiones políticas domésticas obliguen a los mandatarios del mundo a reconocerlo como presidente electo de Venezuela. ¿Cambiará algo con esto? Aunque es relevante, la dictadura parece haberse hecho la idea que deberán continuar como parias del mundo, solamente con el reconocimiento de los más impresentables del planeta.

Pero, a diferencia con todo lo que sucedió desde la llegada del chavismo, por primera vez habría en el exilio un mandatario electo democráticamente, por lo que si consigue aliados de peso, la dictadura podría llegar a considerarse, no solamente un régimen antidemocrático, sino una fuerza usurpadora. Habrá que ver hasta que punto González Urrutia, que es el poseedor de la legitimidad institucional, está dispuesto a jugar esa carta.

Fuente: PanamPost

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