La estafa de la ideología de género, quienes la utilizan y los confundidos

MUNDOAgencia 24 NoticiasAgencia 24 Noticias
Cuneo

“Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología. Son inventos subjetivos que carecen…” y el ministro de Justicia argentino, Mariano Cúneo Libarona, no pudo terminar la idea porque explotó el escándalo en la reunión de comisión en el Congreso. El comentario que siguió sobre la necesidad de respetar a “los valores” y a “la familia” terminó de crear un caldo de cultivo para que se genere un debate absolutamente inútil. Ahí, varios meten la cuchara para llevar agua a su molino, mientras que otros, creo, se encuentran afectados por una supuesta posición que no es la de este gobierno.

Antes de comenzar a analizar la situación, creo justo advertir que el gobierno tiene problemas comunicacionales. No porque lo que se diga esté mal o sea técnicamente incorrecto, sino porque el debate en Argentina es tan paupérrimo, que a veces hace falta aclarar, explicar, detallar y dar luz a cuestiones, aunque lo que se diga esté perfectamente bien y sea inapelable.

Algo parecido a esto pasó cuando el ministro de Economía dijo que la gente iba a tener que cambiar dólares para pagar cosas. Aunque el gobierno haya liquidado las fuentes de emisión de pesos y lo único que vaya a ir aumentando es el flujo de dólares en la economía, hay que explicar este tema como si fuésemos todos niños de cinco años. Es que, del otro lado de la pantalla, hay gente traumada por la descapitalización y muchos mercenarios que esperan ansiosos para perjudicar al gobierno.

Por eso, ante circunstancias delicadas, si el gobierno no quiere generar malos entendidos y operaciones políticas, debe explicar mejor y de manera más básica. Nada que no se arregle con uno o dos párrafos para desarticular confusiones y ataques. Ellos pueden no hacerlo, pero deberán seguir lidiando con críticas injustas desde la mala intención y la confusión.

La ideología de género y el gobierno de Milei

El gobierno de Javier Milei no vino a quitarles derechos a ninguna orientación sexual o minoría en particular. Sí piensa erradicar del Estado la ideología de género, que no es más que una de las estrategias del neomarxismo para su lucha política actual. El periodista Ernesto Tenembaum suele ridiculizar este asunto, simplificando que el supuesto ataque a Occidente es que todos seamos homosexuales y comunistas. En realidad, la cosa no pasa por aquí y es algo más compleja.

Luego del colapso de la Unión Soviética, la izquierda se encontró en una disyuntiva: el Muro de Berlín había caído y resulta que los proletarios explotados, además de libertad, tenían un estándar de vida muy superior a los camaradas del lado soviético. El mundo moderno y la realidad económica no les daban una buena perspectiva a los que iban a seguir proponiendo la lucha de clases. Entonces, en foros como el de San Pablo, se proyectaron nuevos sujetos revolucionarios. La explotación tradicional ahora iba a ser de países centrales a periféricos y, en todos lados, iban a surgir nuevos conflictos para buscar adeptos. El feminismo, los pueblos originarios y las “diversidades sexuales”, entre otros.

No importó que los experimentos del socialismo real releguen a la mujer, persigan a los homosexuales y carezcan cualquier tipo de reivindicación racial o indígena. Cuba, con su burocracia masculina y blanca, sumado a sus campos de trabajo forzado para homosexuales, lo evidencian de manera clarísima.

Sin embargo, el motor del conflicto (que ya no es de clase) sigue vigente entre otros grupos. No hace falta más que entrar a Wikipedia (los defensores de estas definiciones son medios esquivos a los libros) para ver que la ideología de género promueve el “reconocimiento de las relaciones de poder existentes entre los géneros, considerando que, en general, estas relaciones de poder favorecen a los varones como grupo social y resultan discriminatorias para las mujeres”.

Esto, que podría ser una posición filosófica o ideológica de alguien, termina teniendo consecuencias en la política pública. La mujer, como fue relegada y es desfavorecida ante los hombres, puede acceder a cupos que violentan la libertad de asociación o de representación. Es decir, discriminación positiva. Esto también tiene implicancias judiciales, cuando se promueve consignas como la presunción de inocencia (o de culpabilidad) relacionándola con el género o, directamente, la inversión de la carga de la prueba. Para que esta locura tenga que ponerse en tela de juicio, un abanderado de estas políticas como Alberto Fernández tuvo que estar en el banquillo de los acusados. Allí el “yo te creo, hermana”, pasa a ser más relativo, hasta para algunas feministas.

Con respecto a las “diversidades” este enfoque lleva el género al terreno de la subjetividad y de autopercepción. El aspecto biológico pasa a ser solamente uno en un debate más amplio, por lo que una persona varón puede reconocerse como mujer o viceversa. Aquí también termina apareciendo la política, ya que los que nos atenemos a la visión de que un hombre es un hombre y una mujer es una mujer (de la misma manera que un gato es un gato y un perro es un perro) quedamos expuestos (en varios países del mundo) a diversas penas que pueden ir desde cursos de “reeducación”, a multas económicas e incluso cárcel.

¿Homofobia? ¿Machismo?
Claro que poner estos temas en la mesa le sirven como anillo al dedo a muchos que desean fomentar la desinformación, con meras intenciones políticas. El argumento es básico, pero, lamentablemente, exitoso. Al estar en contra de esta última ola feminista, se acusa al gobierno de “machista”. Curiosamente, allí no importa si la mayoría de las principales carteras están al mando de mujeres o tampoco se repara en que, durante la última marcha del “Día de la Mujer”, varias personas manifestaron el deseo de “matar” a mujeres como Patricia Bullrich o Sandra Pettovello.

Lo mismo ocurre con el tema de la ideología de género. Decir que para el Estado no hay distinción de lo biológico del género parece para algunos sinónimo de persecución de homosexuales, lesbianas o travestis. No. Es decir que dos homosexuales son hombres, que dos lesbianas son mujeres y que un transexual es una persona que puede vestirse (y hasta manipular su cuerpo) como desee, pero que los seres humanos nos dividimos (salvo mínimas excepciones, también de carácter biológico) en hombres y mujeres.

Afortunadamente nuestra Constitución liberal nos garantiza a todos nuestros derechos ciudadanos. Con la aprobación del matrimonio homosexual, ya somos todos iguales ante la ley. Podemos formar la familia que queramos y vivir nuestra vida de la forma que se nos antoje, sin dañar a terceros.

Sin embargo, ante, como dijimos, un gobierno que no comunica asuntos delicados de la mejor manera, ciertos acontecimientos son utilizados para la desinformación y el ataque con finalidades políticas. Aquí, en mi opinión, muchos comunicadores reaccionan con diferentes motivaciones. Impresentables, como Jorge Rial, que fomentó abiertamente la censura en tiempos de cuarentena, se prestan a la mentira.

Otros, como Luis Novaresio, que mostró orgulloso a su bella familia ante las cámaras (formada por su esposo y su hija, como por la exmujer de su pareja), respondieron desde lo que consideran haber escuchado. Visiblemente afectado por lo que tomó como un ataque, Novaresio cometió un error frente a las cámaras: aseguró que el ministro cuestionó las “diversidades” en materia de la familia, cuando en realidad lo que hizo fue hacerlo con lo relacionado a la ideología de género.

De personajes como Rial, que evidencian sus intereses frente a las cámaras, uno no espera nada. Sin embargo, con casos como el del periodista de La Nación+, tiendo a ser bien pensado y empático, aunque, lógicamente, me puedo equivocar. No puedo dejar de lado que este último carga con pesadas mochilas (además de subjetividades) como la de no haber podido hablar con su padre en vida sobre su orientación sexual. Su último libro Todo por amor, pero no todo, nos acerca a los heterosexuales una serie de dolorosas historias familiares por las cuales no atravesamos, debido a nuestra orientación sexual.

Mientras pongo a periodistas como Rial en un lado y a Novaresio en otro diferente, a Tenembaum y quienes piensen como él, realmente no sé dónde ubicarlos. Por momentos, sus apreciaciones parecen ser equivocadas desde la buena intención, pero muchas otras veces aparece una extraña obsesión con Milei (que deja en evidencia en muchas entrevistas, como la que hizo con el mismo Novaresio, cuando comentó ante las cámaras, probablemente sin dimensionar lo que estaba diciendo) que cuando se encuentra en silencio, su esposa le pide que deje de pensar en el presidente). En último libro sobre el mandatario argentino, Un relato del presente, me agradece (junto al mismo Milei) por haber hablado con él “aún sabiendo que escribía este libro”. ¿Por qué no iba a hablar con él? ¿Por qué querría que le vaya mal? Hasta me puse a su disposición, por si precisaba discutir algún asunto de autores libertarios, que son nuevos para él. “Quiero que hagas un buen libro”, le dije, incluso. Aunque él es el psicólogo, estos comentarios permiten algún tipo de análisis para los que no nos especializamos en el área. Pareciera que tendría que haber conflicto, donde no necesariamente lo hay. Él decide ponerse en hostilidad y en la vereda de enfrente de un hombre de paja. De su proyección. No de lo que representa e impulsa este gobierno (al menos, muchas veces…todas, con estas cuestiones).

Todavía sigo esperando que Ernesto me responda lo que no pudo hacer cuando me entrevistó en su programa. ¿Dónde hay una iniciativa de este gobierno que atente contra las mujeres, homosexuales, gays, lesbianas, transexuales? ¿Dónde? En ningún lado, claro.

Los que aprovechan
Hay que reconocer que sí existen personas hostiles e ignorantes que utilizan estas coyunturas para destilar su rechazo, por ejemplo, a los homosexuales. Es una realidad. La homofobia, el antisemitismo, el machismo, la xenofobia, el racismo, etc. son fenómenos que existen, lamentablemente. Algunos, hay que decirlo, son partidarios de este gobierno, que nada tiene que ver con esta agenda. Algunos no, claro. Pero los intolerantes dentro del oficialismo (incluso en los meros votantes) son buscados y analizados con lupa, mientras que en el kirchnerismo supuestamente son todos “progresistas”. La doble vara de toda la vida.

Ellos saben bien que nada de esto está, ni en la agenda, ni en la filosofía del gobierno. No veremos jamás el día que en las noticias se diga que se presentó una ley para derogar el matrimonio gay, de separar a las familias alternativas a la tradicional o de meter preso a un transexual, como sucedía en otros tiempos, lamentablemente. El gobierno de Javier Milei terminará su mandato (ojalá sea dentro de más de siete años) y nada de todo esto será discutido en materia de políticas públicas. Los que disfrutarían de ver esto, lo saben muy bien. El punto es que terminan, con su actitud, dándole letra a los que quieren boicotear al gobierno o a los que lo cuestionan desde el prejuicio o la desinformación.

Fuente: PanamPost

Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto