La ignorancia del diputado Nicolás Massot es una ofensa al Congreso

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Massot

Uno puede tener diferencias con otras personas, que es lo más lógico, pero para tener un debate serio sobre las mismas, hay que partir de una mínima unicidad de conceptos, para describir con palabras lo que nos distingue. Yo puedo pensar A, mi interlocutor puede estar en desacuerdo y suscribir a B. Claro que, para que exista un intercambio conceptual constructivo, ambos tenemos que saber qué significa A y el concepto de B. Si yo salgo al debate político diciendo que me opongo a un gobierno porque fomenta los comportamientos de A, mientras yo soy partidario de los conceptos vinculados al B, sin tener la más mínima idea de lo que son A y B, más que aportar al debate terminaría contribuyendo a la confusión.

Mi crítica al diputado Nicolás Massot no apela al desencuentro conceptual “ideológico, filosófico o metafísico”, como él mismo dice, sino que por el contrario, radica en que, primero, tiene una pésima formación política para ser un representante del pueblo en el Congreso, y con su ignorancia contribuye al bastardeo del tan necesario debate nacional. No puedo pedirle que piense como yo, que vote como quiero y que respalde al gobierno que a mí me gusta, pero sí exigirle que vaya a estudiar mínimos conceptos antes de hacer papelones por radio y decir estupideces que nos avergüenzan a todos los que respetamos el intercambio de ideas en Argentina.

Lamentablemente, todos los espacios políticos cuentan con legisladores que dejan mucho que desear. Aclaro con esto que el oficialismo no es la excepción. Sin embargo, como mínimo, los mamarrachos del parlamento (que ojalá comience a depurarse en 2025) deberían limitarse a hablar de lo que saben o, al menos, de usar las palabras de las que conocen su significado.

En una entrevista radial con Ernesto Tenembaum, el diputado Nicolás Massot dijo que él no es “individualista”, indicando que, justamente, el individualismo es lo que fomenta el gobierno de Javier Milei. En cambio, el legislador aseguró que él es “colectivista”, ya que cree en la importancia de instituciones como “la familia y la comunidad”.

Debo reconocer que la declaración me dejó anonado. Uno sabe que el Congreso está lleno de ignorantes, pero hay veces que este nivel de desconocimiento supera los límites de lo que uno puede tolerar un jueves a la mañana. Sobre todo, cuando la persona que hace declaraciones de esta naturaleza lo hace con pretensiones de cultura general, como fue en este caso.

Los liberales partimos del análisis en las ciencias sociales desde el individualismo metodológico. Es decir, desde la persona, el individuo. La unidad que consideramos debe ser provista de libertades plenas. Del otro lado, el colectivismo, no solamente encuentra la virtud en el conjunto exclusivamente, sino que apela a la imposición del colectivo sobre el individuo. El mismo puede ser nacional, de clase o de lo que el totalitario disponga. También se puede llegar a atacar a otros colectivos (que en realidad son sumas de individuos) por cuestiones generales, como hicieron los nazis con los judíos o con la esclavitud de los negros.

Lo importante a destacar es que en el colectivismo no prima la libertad individual ni la autonomía del individuo. No es necesario que las aventuras colectivistas terminen en tragedias como la del nacionalsocialismo, claro, pero siempre existe el riesgo de que quien detente el poder, en nombre de un colectivo, vulnere los derechos de los individuos que no se sometan a su visión del “grupo virtuoso”. Lo fundamental es el grupo, y este será definido por lo que una persona, o un grupo de personas, decida.

En cambio, el individualismo metodológico del liberalismo comienza desde la libertad de la persona. Claro que este individuo, como todos, es un ser social. Por lo tanto, si no quiere perecer de inanición, deberá apelar a vínculos sociales. Aunque sea para garantizar la subsistencia básica para vivir “egoístamente”, como fantasean los colectivistas.

Sin embargo, nada indica ni determina que el individuo libre deba ser una persona antipática, desinteresada en los vínculos sociales, los afectos y, como dijo Massot, alejado de “la familia y la comunidad”. El liberalismo y la primacía del individuo lo único que garantiza es que la persona forme los lazos sociales con quienes desee, lejos del marco de la coerción. Naturalmente, la gran mayoría de los individuos libres tiene lazos sociales con “la familia y la comunidad”, en palabras del propio legislador.

Achacarle al individualismo, desde el colectivismo, la apatía, la antipatía con el prójimo y el aislamiento es una falacia total. Está claro que Massot, evidentemente, desconoce el verdadero significado de ambas palabras. ¿Acaso se refiere al “colectivismo” a tomar el transporte público de la línea 12 para ir al Congreso, cuya parada está entre las calles Riobamba y Rivadavia?

A contramano de lo que el diputado manifiesta (al igual que otros colectivistas que sí saben lo que quiere decir el término), el individualismo y el liberalismo son las instituciones que más benefician, no solo al colectivo en general, sino a las relaciones en paz y armoniosas. Como inmortalizó Milton Friedman en un video donde habla de simplemente la fabricación de un lápiz, las instituciones que surgen de las acciones libres y voluntarias promueven la cooperación social. Internacionalmente, está demostrado que el comercio es la antítesis de la guerra. La apertura y la colaboración genera la mejor y más sana dependencia mutua. La autosubsistencia nacionalista, que tanto le gusta a la clase política, promueve el conflicto y el enfrentamiento.

Para preocuparse por “la familia y la comunidad” hay que tener garantizado un mínimo estándar de vida y esto solamente es posible mediante la capitalización de la economía de mercado. Una persona libre puede ser empática, caritativa y generosa. En Venezuela, cuando primaban las premisas de Hugo Chávez, vimos como las madres tenían que agarrarse a golpes para luchar por un cartón de leche o un pollo. La miseria del colectivismo saca lo peor de nosotros. La abundancia de la sociedad abierta nos permite ir hacia la civilización.

Las ideas de la libertad, y la concepción del mundo y las relaciones sociales que parten del individualismo son tan virtuosas, que hasta permiten vivir bajo las premisas supuestamente altruistas del socialismo. En libertad, las personas pueden asociarse voluntariamente, trabajar según la capacidad y cobrar según la necesidad o formar cooperativas igualitarias. Todo esto incluso es compatible con nuestra Constitución Nacional que garantiza la propiedad privada y la libertad de asociación.

El problema es que el socialismo no tiene esta agenda, sino la de la expropiación y el saqueo, para someter a la ciudadanía forzosamente a la repartición de la miseria, mientras que los “representantes” del gobierno se dan la buena vida. Esto es lo que promueve finalmente el colectivismo. Habrá que ver si Massot no entiende nada de todo esto, ya que, finalmente, ahora vota muy tranquilo junto a la bancada kirchnerista colectivista.

Fuente: PanamPost

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