Cuba vive una estampida migratoria: los dramáticos testimonios de quienes se arriesgaron a abandonar la isla

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El agua le llegaba al cuello a Gabriela Chávez. El río Bravo suele ser muy traicionero. La corriente la arrastró, pero su esposo logró retenerla con fuerza. Era de madrugada, tenía mucho frío y no sentía sus extremidades. Estaba a pocos metros de pisar finalmente tierra estadounidense después de una travesía de tres semanas en la que pasó por Centroamérica y México junto a su madre y su marido. Atrás había dejado su diploma de médica y una Cuba irrespirable.

En ese enero de 2023, a los 24 años, se convirtió en una más de los cientos de miles de cubanos que dejaron la isla en los últimos años, en el mayor éxodo de la historia del país. Las cifras estremecen. Solo son opacadas en la región por la migración masiva de venezolanos. Datos recopilados por el economista y demógrafo cubano Juan Carlos Albizu-Campos revelan que la población de la isla cayó un 17% entre 2022 y 2023.

“Valió la pena todo lo que pasé. Cruces en balsas, largos viajes en auto, ‘coyotes’ armados y la odisea en el río en la frontera entre México y Estados Unidos. No me arrepiento. De Cuba se están yendo todos. Toda mi familia está aquí. Solo me quedan dos amigas. Las otras están aquí o en España”, contó en una extensa entrevista telefónica con TN desde Tampa, Florida, donde vive con su madre y su esposo.

Las cifras del éxodo cubano
El estudio de Albizu-Campos, publicado por la Columbia Law School, reveló que la actual ola migratoria, que abarca del 1 de octubre de 2021 al 30 de abril de 2024, estuvo caracterizada por “un incesante éxodo de población hacia cualquier destino”. En ese lapso se constató el ingreso solo a Estados Unidos de 738.680 personas, según datos oficiales.

Los cálculos demográficos determinaron que este fenómeno migratorio decantó “en una reducción de aproximadamente 17% de la población total del país, un descenso medio anual de 8,5% en el bienio 2022-23, impulsado por la estampida migratoria en curso”.

Para Albizu-Campos, “los factores que están detrás de cada estampida migratoria nunca desaparecieron. Siguen presentes”. “El fenómeno seguirá ocurriendo, incluso a pesar de las nuevas medidas restrictivas para la entrada de cubanos a los Estados Unidos”, alertó.

“Los datos señalaban que, de cumplirse todas las condiciones, aproximadamente 220.000 cubanos lograrían asentarse en los Estados Unidos, al menos durante los próximos dos años. A esta cantidad habría que agregarle la emigración hacia todos los demás destinos, notablemente México por su proximidad, e incluir aquellos que se encuentran en tránsito en diferentes puntos del creciente número de los actuales corredores migratorios”, señaló el estudio.

Cuáles son las causas de la masiva migración cubana
Cuba vive la crisis más profunda de las últimas tres décadas, peor incluso que la etapa que derivó del colapso de la Unión Soviética y que dio origen al llamado “período especial”, el eufemismo con el que Fidel Castro bautizó a la estrepitosa caída de la economía cubana en los años 90.

La situación actual es más grave, según coinciden los cubanos. Hay escasez de toda clase de productos de primera necesidad, cortes de energía, falta de combustible, una elevada inflación y pocas perspectivas, en un país que sigue bloqueado por Estados Unidos desde hace más de 60 años como un obsoleto vestigio de la “guerra fría”.

El analista cubano Juan Antonio Fernández dijo a TN que “los indicadores son terribles. Las causas son múltiples, causas históricas acumuladas, coyunturales que se han ido agravando”. “Cuba siempre fue un país de emisión de migrantes por sus características históricas, políticas y culturales. Pero también hay una historia de oleadas migratorias desde 1959, año del triunfo de la Revolución. La última fue la crisis de los balseros de 1994. Pero está de ahora sobrepasa completamente a todas las otras, incluso sumadas”, apuntó.

“Los cubanos se van a todas partes. Hay cubanos que han pedido residencia hasta en Haití. En Cuba había que hacer colas de cinco horas en las tiendas en 2020 para comprar algunos productos, en medio de la pandemia. La situación era desesperante. Se sentía en el aire que la gente se iba a ir en forma despavorida después de que se abrieran las fronteras. Todo el mundo hablaba de irse del país”, afirmó.

Muchísimos cubanos empezaron a irse por Colombia y atravesaron la peligrosa selva del Darién, rumbo a Panamá. Pero entonces se abrió la llamada “ruta de los volcanes”, otro eufemismo que eligieron los cubanos para aludir a los viajes que hacían los migrantes a la aliada Nicaragua, uno de los pocos países del mundo que no le exige visados, con la excusa de hacer turismo, pero bajo el objetivo oculto de “subir” hacia Estados Unidos. “Eran balseros en avión”, resumió Fernández.

La frase “fulanito se fue a ver los volcanes” empezó a ganar la calle. Miles de cubanos abordaban vuelos hacia Managua para comenzar desde allí un riesgoso viaje a los Estados Unidos con la ayuda de “coyotes” y la vista gorda de las autoridades, tanto cubanas como nicaragüenses. El precio era jugoso: hasta 10.000 dólares por persona para un periplo que atraviesa Centroamérica y México hasta el río Bravo.

“Es gente que vendió todo lo poco que tenía. Sus casas, autos, todo. La gente que veías en el aeropuerto estaba asustada. No sabía ni llenar una planilla. Tengo muchos familiares que hicieron la travesía y es una cosa horrible. El gobierno cubano es criminal por no reconocer la crisis migratoria”, afirmó Fernández.

“Tuve mucho miedo”
La oleada migratoria explotó tras las protestas del 11 y 12 de julio de 2021, en la que miles de cubanos salieron a las calles a reclamar libertad. La represión dejó un tendal de detenidos. Organismos de derechos humanos denuncian que cientos de personas fueron condenados a penas de hasta 30 años de prisión. La salida a la crisis era por el aeropuerto internacional habanero José Martí.

Gabriela Chávez tenía decidido desde hace años salir del país. Pero esperó a recibirse de médica en la Universidad de La Habana para tomar la decisión. Su prima residente en Estados Unidos financió su viaje y el de su madre. Su marido pudo vender un auto para pagarse el suyo. Cada uno debió desembolsar 10.000 dólares: eran 30.000 en total.

“En mi último año de prácticas en el hospital no había nada. Ni medicamentos, ni suministros. Nada. Solo podíamos decirle a los pacientes cuál era su tratamiento y avisarle que debían buscar la manera de conseguir los remedios”, contó en su diálogo con TN.

El viaje se decidió finalmente para fines de 2022. El 10 de diciembre viajaron a Managua y, desde el aeropuerto, el primero de los “coyotes” con los que tuvieron que interactuar los pasó a buscar y los llevó a un motel. En la madrugada siguiente, un taxi los dejó directamente en Honduras. Nadie los paró en la frontera. “Ellos ya tenían todo arreglado”, contó.

En Honduras estuvieron dos días en una casa. Allí tuvieron que hacer un trámite burocrático para permanecer en el país. Después del trámite, otro auto los dejó en la frontera y cruzaron a Guatemala y desde allí a México en una precaria balsa de madera. La primera ciudad que los recibió fue Tapachula, en Chiapas.

“Estuvimos cinco días ahí, sin salir de la casa. Entonces nos llevaron en auto hasta Ciudad de México. Los coyotes estaban armados y se comunicaban con los policías con claves. Ahí conocimos al coyote mayor, llamado El Tigre. Después de varios días, nos llevaron hacia la frontera a un grupo numeroso en varios autos con vidrios polarizados y a toda velocidad. En un cruce nos paró la policía porque nos tenían que contar. Habían pagado un precio por determinada cantidad de gente. Nos bajaron de los carros y nos contaron uno a uno y entonces pudimos seguir el viaje”, recordó.

La travesía terminó en Piedras Negras, en la frontera con Estados Unidos. En un lugar descampado. Tuvimos que esperar a otros grupos. Éramos más de 100 personas. No se veía el final de la fila. Nos hicieron caminar hasta llegar al río y nos dieron indicaciones sobre por dónde y cómo cruzarlo. Los coyotes llegaron hasta ahí y se fueron. Era plena madrugada. Hacía mucho frío, seis grados. El agua estaba tan fría que no sentía las piernas. Nosotros nos lanzamos primero. En un momento, la corriente me arrastró y mi esposo me tomó fuerte de la mano. Al llegar a la orilla nos quitamos la ropa y nos pusimos una muda que llevábamos en bolsas de nilón. En ese lugar había un montón de ropa tirada”, indicó.

La guardia fronteriza estadounidense los estaba esperando. Los hicieron formar una fila y separaron a los hombres de las mujeres para llevarlos a un centro de detención. Finalmente, les dieron un permiso de estancia de 60 días con entrada legal al país. Eso les posibilitó pedir la residencia al año y un día por la “ley de ajuste cubano”, que les permite a las personas nacidas en la isla obtener refugio en Estados Unidos.

“Ahora estamos esperando la residencia y tenemos permiso de trabajo”, contó.

Chávez ahora espera poder revalidar su título de médica. Ya logró sortear las trabas burocráticas para certificar sus notas y su título. Pero deberá rendir una serie de complejos exámenes, incluso de idioma. “Las pruebas son muy difíciles. Mientras tanto pasé un curso y me hice terapista de niños con autismo, al igual que mi esposo, que también es médico”, dijo. Su madre trabaja en una empresa de limpieza.

Desde Tampa, Florida, donde vive, no mira con nostalgia a La Habana. “En Cuba no había ninguna posibilidad de salir adelante”, concluyó.

Fuente: TN

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