Maduro, desgastado, se aferra al poder en el marco de un escenario previsible

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Sin tener la bola de cristal ni ser adivino, antes de las elecciones en Venezuela dije que, de ninguna manera, las urnas iban a contener más votos para el régimen chavista que para la oposición. También, que el resultado no iba a ser aceptado por el oficialismo y que lo peor que podía pasar es que Nicolás Maduro permanezca en el poder pagando solamente el precio de blanquear ante el mundo su inocultable dictadura.

Todo esto es lo que pasó. Por ahora, el chavismo se aferra en el poder y busca cómo sofocar el momentum de la oposición, que no tiene más armas que la verdad y una población desarmada ante una cúpula de las Fuerzas Armadas que, hasta ahora, no ha mostrado mayores divisiones. Por ahí es donde dije que pasaba la única esperanza: en el quiebre interno que permita que el régimen se desmorone como un castillo de naipes. Bueno, lamentablemente esto sigue sin ocurrir.

No porque no hayan existido dentro de las filas de las fuerzas armadas y del oficialismo intenciones de dar vuelta la página. Por lo que trasciende desde Venezuela, las detenciones arbitrarias por estas horas son para opositores, pero también para los propios. Los servicios de inteligencia están priorizando el control interno para impedir cualquier traición, casi más que a los que estuvieron siempre en contra del régimen. Las públicas arengas de Vladímir Padrino López, ministro de Defensa, a sus subalternos, parecen ser más una muestra de debilidad que de fortaleza y seguridad ante el momento actual.

Aunque hace años que Chávez y Maduro ubicaron a los afines en las líneas medias y altas de las fuerzas, el descontento es imposible de apagar por completo. Hasta en los centros donde votaron los soldados, el chavismo perdió por paliza. Igualmente, aún no se ha podido coordinar ningún esfuerzo por repeler el verdadero golpe de Estado que hizo el gobierno mediante el fraude descomunal. Esto se logra por medio de la estrategia del terror ejemplificador, que hasta el momento le viene funcionando al régimen.

Es decir, habiendo transcurrido el proceso electoral, la dictadura hizo todo lo que tenía en sus manos para estar donde está hoy. Aunque el lugar no es el ideal, no había otra cosa por hacer, ante la abrumadora mayoría de venezolanos que votaron por un cambio de modelo.

Hay que reconocer que la oposición, con sus armas más modestas, también se defendió con todo lo que tenía a su alcance. El control exitoso electoral paralelo, que le brindó los verdaderos resultados, ha sido fundamental para que alrededor del mundo pocos se animen a validar la mentira del chavismo. Hasta la kirchnerista Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, tuvo que reconocer que Maduro ya no puede ser llamado de otra manera que no sea un dictador. Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, más de lo que han hecho e hicieron no pueden hacer, lamentablemente.

Sin embargo, a Nicolás Maduro se le ve en crisis. Ojeroso, desesperado, cansado y demacrado. Es claro que no está tranquilo. Los motivos de su evidente preocupación nos exceden y solamente podemos imaginarlos. Puede que la traición sea lo que le quite el sueño, pero, ¿de quién?

En las últimas horas trascendió que él mismo fue tentado por Estados Unidos, para intercambiar su pellejo y libertad a cambio de reconocer la derrota e irse. Claro que Maduro ya no responde por sí mismo y tiene que rendir cuentas a Cuba, además de China y Rusia (sin contar Irán). Aceptar la propuesta del norte significaría una traición a sus socios naturales, que podrían liquidarlo en cualquier momento, pero, como en sus manos está la posibilidad de la traición, seguramente Maduro tema que sus subalternos tengan propuestas semejantes. Mientras más abajo es el rol en la cadena de mando, más fácil sería aceptar una propuesta del exterior, para abandonar un régimen en decadencia.

Según el periodista Jaime Bayly, la dictadura chavista apuesta a dos planes en el corto plazo. El primero es mostrar las actas falsas que le estarían confeccionando los socios chinos y el segundo, reconocer problemáticas y hacer un llamado a nuevas elecciones, sin Urrutia y Machado en el medio. Claro que los dos escenarios dejarían al chavismo en donde está ante la comunidad internacional civilizada, que no aceptaría ninguno de los dos planteamientos.

Finalmente, ¿se trata de un avance o de un retroceso la situación actual?

Puede que la respuesta cambie según la ciclotimia que tenemos todos para con esta situación, dependiendo de nuestro estado de ánimo del momento. Que hay novedades en el panorama, que el chavismo quedó expuesto ante el mundo y que Maduro está nervioso, es absolutamente indudable. Pero que todavía están ahí y que no tienen ninguna intención de irse por las buenas, también.

Fuente: PanamPost

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