Racismo, fútbol y diplomacia

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El caso empezó en un autobús y terminó en la Embajada de Francia en Buenos Aires. Aunque lo que tiene un principio y un final quizá solo sea un incipiente conflicto diplomático. Porque la historia en sí comenzó mucho antes y tiene su arraigo en el abismo racista y su normalización en el deporte. “Escuchen, corran la bola... Juegan en Francia, pero son todos de Angola”. El cántico de la selección argentina tras vencer a Colombia en la final de la Copa América desencadenó la semana pasada una sucesión de reacciones que escalaron hasta el presidente ultraderechista Javier Milei y que muestran una insoportable banalización de la xenofobia. Y todo sucedió con la ayuda y difusión de las redes sociales.

Primero, el mediocampista Enzo Fernández difundió un vídeo de la celebración del equipo albiceleste durante un traslado. En la grabación, ampliamente reproducida en X y en Instagram, se escucha ese mensaje de odio dirigido a la selección francesa, derrotada por Argentina en el Mundial de Qatar de 2022. Las imágenes despertaron enseguida una avalancha de críticas, entre ellas la censura sin matices de un compañero de Fernández en el Chelsea, el defensa francés Wesley Fofana. “Fútbol en 2024: racismo desinhibido”, escribió. La Federación Francesa de Fútbol no tardó en pronunciarse y anunció una denuncia por los “inaceptables comentarios racistas y discriminatorios”, mientras que la ministra de los Deportes y de los Juegos Olímpicos, Amélie Oudéa-Castéra, calificó de “patético” el comportamiento y pidió una reacción de la FIFA.

Las disculpas públicas del jugador argentino no contuvieron las repercusiones de sus actos. “La canción incluye lenguaje sumamente ofensivo y no hay absolutamente excusas para esas palabras”, reconoció. Pero también trató de justificar lo sucedido enmarcándolo en la “euforia” de las celebraciones por el triunfo en la Copa América. Y ese fragor ultra alcanzó a la clase política de su país. La oficina de Milei emitió un comunicado que, a la postre, defendía los cánticos racistas. “Ningún Gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la selección argentina campeona del mundo y bicampeona de América, ni a ningún otro ciudadano”, rezaba un mensaje de X en el que también anunciaba el cese del subsecretario de Deportes, Julio Garro. Su pecado había sido dar a entender que Lionel Messi y la Asociación del Fútbol Argentino tenían que pedir perdón.

Garro desmintió haber solicitado tal cosa, pero la conversación en redes ya estaba sacada de quicio, envenenada por una multitud de fieles del presidente, como suele suceder más mileístas que el propio Milei. “Decir que Messi tiene que pedir disculpas a unos europeos colonizadores por una canción que encima dice la verdad, es ir totalmente en contra de la ideología del javo. Garro tiene que estar fuera ya mismo”, escribió uno de ellos. La vicepresidenta, Victoria Villarruel, llevó el caso más allá. “Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas. Enzo, yo te banco, Messi, ¡gracias por todo!”, lanzó.

Sin embargo, al final se impuso cierto criterio de realpolitik. Esta semana comienzan los Juegos Olímpicos y Karina Milei, hermana del mandatario y secretaría general de la Presidencia, visitó la Embajada de Francia para aclarar las palabras de la vicepresidenta. “Lo arregló Kari”, dijo el presidente. Y el portavoz de la Casa Rosada, Manuel Adorni, aseguró que “el desafortunado comentario ocurrido en las redes sociales fue a título personal y no era la posición del Gobierno entremezclar cuestiones de pasión deportiva con cuestiones diplomáticas”. Es decir, todos se emplearon en dejar la cuestión de fondo ―un comportamiento racista fruto de una subcultura que persiste en el fútbol a ambas orillas del Atlántico― fuera de la ecuación. “Por supuesto, las relaciones con Francia están absolutamente intactas”, destacó Adorni. Una crisis diplomática cerrada y un problema con el racismo todavía abierto.

Fuente: El País

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