Reflexiones sobre las elecciones europeas en Alemania

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Desde la reunificación de Alemania tras la caída del muro, un pequeño partido cumplió un rol fundamental en el desarrollo sustentable de la economía y las instituciones del país: el FDP (Freie Demokratische Partei). Conocido internacionalmente como el “partido liberal“, esta tolda desempeñó un papel importante como “junior partner“ en las distintas coaliciones, ya sea con el SDP (socialdemócrata) o la CDU (conservador). Cuando la alianza era con la centroizquierda, el FDP ponía el énfasis en las cuestiones económicas y cuando se trataba de ir en coalición con la centroderecha, el énfasis estaba en materia de libertades y garantías individuales, así como en el control del uso de las herramientas del Estado.

Aunque acompañó como socio necesario minoritario, los dos partidos grandes de Alemania precisaron históricamente acudir a los liberales, a quienes se les asocia con el color amarillo, para formar gobierno. Esta presencia fue importante y constructiva para el buen desempeño de los rojos (SDP) y negros (CDU) en la gestión de la potencia europea.

En 2009, bajo el liderazgo de Guido Westerwelle, el partido tuvo un resultado histórico. Superó el 14 % de los votos, cuando usualmente en las mejores elecciones llegaban a alcanzar el 10 %. En aquella campaña, la propuesta fuerte estuvo vinculada a la reducción de impuestos. Sin embargo, se terminó formando una coalición con los conservadores en la época de Angela Merkel, donde el FDP aceptó el ministerio de Relaciones Exteriores. Aunque el partido consiguió una cartera importante, no cumplió con la promesa de campaña que lo llevó al buen resultado en las urnas. El castigo del electorado más exigente de Alemania fue lapidario. Cayeron al 4,8 % en 2013, una cifra que ni les permitió llegar al Bundestag. No solamente se quedaron fuera del gobierno, sino que fueron eyectados del Congreso por primera vez en la historia.

Luego de un proceso introspectivo, el FDP pudo volver al parlamento alemán en 2017 con un interesante 10 %. Aprendieron la lección y rechazaron la invitación a formar parte de la coalición. La razón de ello radica en que habían hecho campaña con cuestiones vinculadas a la educación, la modernización al igual que la reforma del Estado. Es por ello que la CDU se negó a otorgarles las carteras en cuestión. Allí comenzó la incómoda coalición centroizquierda-centroderecha, que no dio buenos resultados.

Sin embargo, algunos percibimos que lo que sucedía en el partido amarillo no era del todo auspicioso. Por esos días pude mantener interesantes discusiones, ya que me desempeñaba laboralmente en la Fundación Friedrich Naumann, organización internacional vinculada al FDP. Como liberal, de a poco comenzaba a tener más discrepancias que coincidencias con un espacio que se había convertido en socialdemócrata o centroizquierdista. Ante este contexto, no me resultó llamativo que en 2021 el partido decida volver al gobierno con una coalición junto a la SDU y los verdes. La nueva visión del espacio, manifestada en Argentina en un rechazo a vincularse con el proyecto de Javier Milei, me llevó a retirarme del lugar donde me había desempeñado laboralmente, por más de una década.

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Evidentemente, el electorado alemán consideró también este domingo que el FDP no estaba haciendo las cosas bien. Del 11,4 % de hace tres años, el partido amarillo cayó a un 5,2 % en las elecciones europeas. Es decir, si se hubiese tratado de una elección doméstica, habría quedado a tres décimas de volver a salir del Bundestag. Para colmo de males, el derechista AfD (Alternativa para Alemania), considerado para el FDP una fuerza “populista de extrema derecha”, obtuvo casi un 16%, posicionándose por encima de la socialdemocracia gobernante.

Aunque los críticos del estatismo progresista europeo festejan los resultados del fin de semana, como si se hubiera tratado de una victoria “libertaria”, yo soy más cauto. Lo que no puedo dejar de advertir son las causas que llevaron al partido liberal a este punto. Por primera vez, hago públicas las críticas que mantuve por varios años puertas adentro, tanto en Argentina como en Alemania. Es que, ante esta debacle, es necesario el debate abierto por si se desea corregir el rumbo.

Para empezar, siempre cuestioné que los liberales alemanes adoptaron las perspectivas mal llamadas “progresistas” impulsadas desde Bruselas. Sobre todo, en materia de género y medioambiente. Claro que los liberales somos los verdaderos defensores de la diversidad, de la igualdad ante la ley y de la responsabilidad, pero para defender las cuestiones vinculadas a los derechos de los homosexuales y la igualdad de la mujer, el liberalismo apela a la defensa del individuo, no del colectivo.

Sin embargo, estas agendas fueron encaradas de la misma forma que lo hace la izquierda. Desde mi puesto como coordinador de Comunicación en la sede de la FNF en Buenos Aires, me negué abiertamente a compartir material de comunicación, que no tenía que ver con la perspectiva liberal. Aunque esperaba el telegrama de despido luego de cada encontronazo, eso no ocurrió. Incluso se llegaron a retirar ciertas campañas regionales, ya que cuando mis críticas llegaban a los oídos de algunos responsables de más alto escalafón, sacaban la conclusión de que el material no era apropiado. Lo que en su momento fue un ejercicio interesante, años después se tornó agotador.

Probablemente, una de las cuestiones que más acalorados debates me generó con mis superiores fue el tema de la Unión Europea. Nadie puede negar que este proyecto trajo paz y prosperidad para el viejo continente. Probablemente, en niveles históricos. Sin embargo, no hay motivo para no cuestionar las cosas que definitivamente no funcionan. Para el FDP y la FNF, “Europa” era un concepto a defender a como dé lugar de los nacionalismos de derecha.

Bruselas se ha convertido en una burocracia inútil y se ha alimentado la idea de la necesidad de una especie de gobierno continental. Tal pensamiento claramente es una aberración. Muchas de las deformaciones de la UE generaron críticas lógicas en el Reino Unido durante el Brexit. No es casual que la salida del bloque haya sido impulsada, tanto por nacionalistas como por libertarios.

Cada vez que se discutía la cuestión de la Unión Europea, dentro de la gran familia de la FNF, parecía que yo era el único que se daba cuenta que algo andaba mal. Ningún sentido tiene un parlamento europeo ni tampoco son aceptables legislaciones que vulneren la soberanía de los miembros. El proyecto tendría que haber quedado en una zona con libre arancel para mercaderías, con libre tránsito de personas y con una moneda común, que evite los incentivos perversos de las bancas centrales locales, nada más. Ni parlamento europeo, ni burocracia a costas de los contribuyentes, ni legislaciones supranacionales. Mi crítica no era para luchar contra la Unión Europea, sino para para defenderla. Sin embargo, la polarización estuvo presente con el “a favor” o “en contra”. Por no haber reparado en estas cuestiones, hoy los centristas europeos lidian con nacionalismos fortalecidos.

Aunque mucho se carga contra la “inmigración ilegal”, los liberales (en serio) tomamos distancia contra esta idea, a la hora de distinguir entre seres humanos. Las personas pacíficas deberían poder elegir donde residir libremente y los Estados no deberían complicar demasiado, ni la entrada, ni la salida de los individuos. Sin embargo, no es viable tener puertas abiertas y Estado de Bienestar ni tampoco no apelar a la herramienta de la deportación de las personas problemáticas. Abrir las puertas, mientras se brindan beneficios y se evita expulsar a los elementos disolventes de la sociedad es una pésima idea para todos. Ni hablar de resoluciones arbitrarias que deciden el ingreso de miles de refugiados, que en muchas ciudades terminaban siendo hasta mayoría, de la noche a la mañana.

Lamentablemente, estas cuestiones no solamente no eran debatidas, sino que eran esquivadas. Primó una idea políticamente correcta y cualquier planteo semejante pasó a ser “derechista”.

Los resultados de ayer son más que un llamado de atención para los liberales alemanes. Sería una pena que, como ocurre en países como Francia, que no exista ni una manifestación política como referente de las ideas de la libertad. De seguir coqueteando con un progresismo mal entendido y con la izquierda cultural europea, que ya demostró estar alejada del sentir popular, como del sentido común, el FDP tiene futuro de extinción. Ojalá abandonen lo políticamente correcto y recuperen las banderas liberales, ya que sería una pésima noticia que estos partidos desaparezcan de la discusión pública.

Fuente: PanamPost

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